94 REPERTORIO AMERICANO Las aguas de las sierras Colaboración de SALAS PEREZ y luego corren por el palmar.
con un cantar, que les brindaron las suaves brisas que hacia otras tierras suelen viajar En Caracas, consigue la suscrición al Repertorio con Dña. Celia Lang de Maduro Apto. Correos NO 461. Caracas. 0En Chile, la consigue con GEORGE NASCIMENTO y Cía.
Santiago, Casilla NO 2298. OBajan las aguas de la alta sierra cantando endechas con gran primor: son aguas puras, cual los luceros que por las noches dan su fulgor.
Ellas van raudas, como las brisas que entre las hojas suelen cruzar; ellas pronuncian tiernas palabras, que nunca el alma podrá olvidar Entre sus linfas van los secretos que la montaña suele guardar: tal las astillas de un viejo cedro, que un mozo fuerte logró talar.
Sobre las ondas miles de insectos el agua buscan para libar; ellos arrullan con sus violines la siesta ardiente, plena y solar.
En Guatemala, con Doña MARTA DE TORRES En la ciudad de Guatemala. Callejón Escuintlilla, 0En El Salvador, con el Prof. ML. VICENTE GAVIDIA En Santa Ana (Liceo Santaneco)
Cuentan consejas de las estrellas que cerca de ellas suelen mirar; esas estrellas que por las noches hacen que un monte parezca altar.
Las aguas bajan muy presurosas y a los yigüirros hacen trinar; bailan mil danzas sobre las piedras Son sus canciones tan melodiosas como promesas de idilio en flor; son las palabras que de estas selvas se lleva el viento como un rumor.
Palabras claras, gratas estrofas, que en sí ya llevan un avatar; hablan de siglos y de esperanzas; de mundos nuevos que han de llegar.
En esos mundos el agua pura, el agua clara será también, voz de estas sierras, canción del río, fuente y escarcha, iy eterno bien!
Bajo estos rayos sólo es posible cabe estas frondas, poder soñar; por eso buscan las frescas aguas del amplio río, para sestear.
Aguas muy frescas, aguas sencillas, que siempre arrullan Una suscrición al Rep. Americano la consigue Ud. con Matilde Martínez Márquez LIBROS REVISTAS Avenida Los Aliados Nº 60 Apartado Nº 2007 Teléfono FO 2539 La Habana, Cuba Costa Rica, mayo, 1951 Antagonismo de la inteligencia y la emoción Por Alberto MERANI (En Rep. Amer. Una vieja tradición, por lo venerable a veces considerada historia, nos refiere dos episodios singulares de la vida de Arquimedes; uno, que preocupado por el problema de la corona del rey Hieron, salió desnudo a la calle gritando Eureka. cuando encontró mientras se bañaba la solu.
ción. Otro, que después de haber defendido Siracusa del sitio de los romanos con sus ingeniosos aparatos bélicos, absorto en un problema geométrico sólo atinó a decir al soldado que lo amenazaba de muerte. No perturbes mis círculos!
Verdaderos o legendarios, estos hechos son significativos para nosotros, pues mues.
tran en un mismo individuo dos momentos psicológicos antagónicos: la emoción sin control y la abolición de toda reacción instintiva, incluso la protección de la propia vida, por obra de la razón. En efecto, se acostumbra a conceder a las emociones el carácter de reacciones organizadas que re.
gulan y coordinan sus manifestaciones, lo que obliga a cuestionar su utilidad en e!
comportamiento de la especie, o, por lo menos, el papel que tuvieron en la evolución.
Biológicamente es imposible concebir asi.
nergia, antagonismo entre las funciones de los seres odganizados; sin embargo, en el hombre las emociones entran en el conflic.
to con la inteligencia, o en otras palabras, con su aptitud para reaccionar conveniente.
mente frente a estímulos exteriores y para representarse a la realidad de los hechos objetivos.
La observación corriente nos muestra que la hipótesis de una concordancia entre los movimientos precisos que exige una situación dada y los efectos de una emoción, choca con reacciones que, propias de la emoción, se oponen a la justeza de la respuesta o simplemente la inhiben. Aceleración o arritmia respiratoria o circulatoria; espasmos o relajamientos; hiper o hiposecreción del tubo digestivo; contracciones a veces dolorosas o hipotonia de todas las vísceras de fibras lisas; en el aparato locomotor, por último, tendencia a los espasmos o al endurecimiento muscular. Además, estos pares de corolarios de la emotividad encierran componentes opuestos: entre las dos especies de reacciones hay una exc! usión recíproca o alternancia. En un caso habrá ictus: el individuo se sentirá aplas.
tado; abandonado por su fuerzas los músculos no podrán sostenerlo. Su mente se vaciará de todo contenido. En los casos más atenuados habrá todavía descenso del tono vital, le temblarán las piernas y de berá sentarse. El cuadro opuesto se caracteriza por el raptus: el individuo estará arrastrado por sus movimientos hacia el peligro o la fuga. Entonces, sin duda, la adecuación de sus gestos a las sucesivas cir.
cunstancias resultará lo más eficaz posi ble. Los obstáculos serán salvados o directamente suprimidos, pero con la precisió y la rapidez que revela la puesta en mar.
cha, por el peligro, de automatismo. Mas aquí, como en todo automatismo, el individuo está excluido, es decir, la intervención de la inteligencia para regular el tono de las acciones y reacciones a la proporción de los hechos.
Así, pues, la emoción sólo puede cobrar cuerpo cegando la sensibilidad exteroceptiva, aboliendo las representaciones fuente de toda posición inteligente. Hundida en la marea de la sensibilidad interna puesta en primer plano por la emoción, la imagen de las cosas se borra; la cólera pronta arde alimentada por sí misma, y lo mismo vale para el miedo, que se proyecta en las cosas y crea fantasmas. Ahora bien, menos corriente que la observación del síndrome de la emoción, es su abolición por un efec.
to psicológico que, aunque poco frecuente, no deja de ser patrimonio de todos: la actividad perceptiva o inteligente. Fuera de los medios físicos, especialmente farmacodinámicos, nada hay más propio para combatir el shock emocional. Quien observa, reflexiona, o incluso imagina, abole en sí el trastorno emocional, ya que reduce la callsa a sus justas proporciones, adecúa la res.
puesta orgánica a la verdadera exigencia del estimulante.
Fundamentalmente preconsciente, la emoción pierde el carácter de síndrome absorbente cuando realizamos un esfuerzo para representarla. Aunque logremos la reconstrucción más patética, la emoción se extingue, puesto que al juego de reacciones incontroladas lo sustituimos por la apreciación racional, reducimos los efectos a la proporción de las causas. La última guerra Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica