REPERTORIO AMERICANO 313 Un notable libro de Jaim Weizmann (En Rep. Amer. El género biográfico ha gozado siempre de especial estimación en todos los tiempos. Con preferencia a las historias que presentan en amplios murales los acontecimientos de mayor importancia, conduciéndonos en seguida a las abstracciones de la filosofia, el relato de la vida de un personaje, que refleja o compendia el perfil de una época, nos seduce por su sabor anecdótico y cálida condición humana.
Acaba de publicarse una excelente auto.
biografía que su autor, el sabio Dr. Jaim Weizmann, primer Presidente del Estado de Israel, ha titulado, según el original en inglés, Trial and Error. Dada la vigorosa personalidad del insigne estadista, luz y gloria de la ciencia con temporánea, y su intima vinculación con el sionismo, a cuyos ideales ha consagrado en su larga existencia la flor de sus talentos y de sus energías, el libro reviste un valor excepcional y un duplicado interés.
Por el riquísimo conjunto de hombres y sucesos que desfilan por sus páginas, enjuicia.
dos unos y otros en forma objetiva y serena, así como por el estilo sencillo y fluente de la narración, emparenta por derecho propio con las obras clásicas de la literatura universal en esta materia, desde las inmortales de Plutarco y Suetonio, a las Confesiones de San Agustín, El libro de los claros varones de Castilla de Hernando del Pulgar, o las Generaciones, semblanzas y obras de Fernán de Guzmán, pasando por las admirables Memorias de Saint Simón y las Confesiones de Rousseau, a las modernas biografías de Stefan Zweig y André Maurois, Miguel de Unamuno y José Vasconcelos.
Sería imposible hacer un breve ensayo, una síntesis de esta producción, que principiando en el despertar oscuro y triste de un niño judío, va registrando paso a paso sus hondos afanes por la liberación de su pueblo y por su personal superación, hasta culminar, tras un dilatado camino de sacrificios, sufrimientos y esfuerzos, en su deslumbrante ascensión a la Presidencia de su patria, en uno de los momentos más graves y difíciles de que ríos, el terreno era arenoso y estaba cubierto de hojas. En la primavera y el otoño la región era un mar de lodo; en el invierno, un mundo de hielo y nieve; en el verano se hallaba cubierto por una neblina polvorienta. Por todas partes, en cientos de pueblos y aldeas vivían los judíos, tal como habían vivido durante muchas generaciones, como islas diseminadas en un o:éano de gentiles; y, entre ellos, mi propia gente, los parientes de mis padres, constituían un grupo numeroso. Motol se hallaba situado en uno de los más oscuros y desamparados rincones del distrito judío, era prisión creada por la Rusia zarista para la mayor parte de su población israelita. Allí, en ese lugar, medio pueblo, medio aldea, vivi desde mi nacimiento, en 1874, hasta la edad de once años, y allí forjé mi primera idea sobre el judío y el mundo de los gentiles. Como casi todos los niños israelitas fui al jéder (colegio. a partir de los cuatro años.
Como casi todos los jéder, el mío era una modestísima construcción de una sola habitación, que también constituía el único aposento donde vivía el maestro con su familia. después de contar sus experiencias escolares con maestros casi siempre exigentes e incomprensivos, nos habla de su temprano amor por los Profetas, la Biblia y en general por la literatura hebrea, arrojando una suave mirada retrospectiva sobre su familia: Nuestro presupuesto anual era rara vez mayor a quinientos o seiscientos rublos (1, 250 a 1, 500 pesos)
en total. Con ese presupuesto había que vestir, calzar y alimentar a una docena de niños, y darles una educación tolerablemente buena, tomando en cuenta nuestra situación. Mi padre cortaba y transportaba la madera llevándola a flote hasta Danzig. Era una labor complicada y descorazonadora. En mi primera infancia las ideas y aspi.
Chaim Weizmann se tiene memoria. Séame, sin embargo, permitido, por vía de anticipación a su integra lectura, glosar algunos de sus párrafos más sugestivos y deleitosos. El pueblecito donde nací, Motol, nos dice, se levanta (y quizá todavía exista) sobre la ribera de un pequeño río en la gran zona pantanosa que ocupa parte de la provincia de Minsk y los Estados adyacentes de la Rusia Blanca. Era un país llano, abierto, triste y monótono; pero con sus ríos, sus bosques y sus lagos, no dejaba de ser pintoresco. Entre los Historia secreta de Bolivar, en prensa en París en aquel tiempo, y esos documentos y cartas, con la de Bolívar a Bernardina Ibáñez, sólo aparecieron en la segunda edición de esa obra publicada por la Librería Colombiana, en Bogotá, en 1944. He aquí el capítulo sobre Bernardina Ibáñez en la Historia secreta de Bolivar, que no es sino ampliación del capítulo XII de la primera edición de la misma obra: hemos visto, y en más ocasiones veremos, que estas niñas blancas solían ser la debilidad de Bolívar.
Santander escribe a Bolívar el 17 de octubre de 1819: Plaza se quiere casar con está loco y desesperado, me ha pedido licencia y se la he negado, porque creo que es usted el que debe darla. Me interesa que se la consiga, y con este objeto escribo sobre tal negocio. En caso de que se casara, bien podría Plaza, en todo evento, servir por estas provincias, aun cuando fuera preciso su batallón por otra parte. Usted lo verá, mi general, y no haga desesperar a la pobre que de algo se ha de ocupar. lo cual contestó Bolívar, de Pamplona, el de noviembre: Con que Plaza se casa o se ha casado. Bueno, usted se alegrará, porque se aumenta el número de los granadinos. Yo también, porque amo a los jóvenes consortes.
Más tarde, el 10 de agosto de 1820, el Libertador escribe de Cúcuta a Santander: Dígale muchas cosas a Bernardina, y que estoy cansado de escribirle sin respuesta. Dígale usted que yo también soy soltero, y que gusto de ella aun más que Plaza, pues que nunca le he sido infiel.
Acorde con estas cartas está el Diario que de aquellos días nos dejó el general Joa.
quín Acosta. Después de hablarnos de la entrada triunfal de Bolívar a la capital, tras la derrota del ejército español de Boyacá, agrega. Bolívar es muy popular entre las muchachas; pero él sólo le hace fiestas a Ambrosio Plaza murió heroicamente, dos años después, en la batalla de Carabobo. Bernardina Ibáñez, llamada en París la belle granadine. fué, andando el tiempo, esposa legitima del doctor Florentino González, ilustre colombiano, frenético admirador de Bolivar, primero, y después, uno de los más auda ces conjurados de la noche septembrina y enemigo del Libertador hasta su muerte, ocurrida en Buenos Aires, donde, tras larga odisea, ha.
bía ido a buscar fortuna, y donde, lo mismo que en Chile, cumplió una misión educacionista semejante a la de don Andrés Bello.
Un respetable caballero de Caracas posee un autógrafo precioso, que pocas personas han visto. Se trata de unos versos de puño y letra del Libertador, escritos pocos días después de su entrada a Santafé y dirigidos al coronel Ambrosio Plaza, preferido de Bernardina Ibáñez, en rivalidad con el mismo Bolívar. Por escrúpulos baladíes mantiene inéditos, y en reserva, estos versos el caballero, descendiente de Plaza, que los posee.
Buscando, sin éxito, documentos para sacar a la luz la figura de esta bogotana, he hallado en las Crónicas de Bogotá, de Pedro Ibáñez, la nueva de que, efectivamente, Bernardina Ibáñez fué una de las señoritas, vestidas de blanco, que agasajaron y coronaron de rosas al Libertador en su entrada a la capital, después de la batalla de Boyacá, y ya Recientemente se encontró en una librería de viejo de Londres esta carta inédita y autó.
grafa del Libertador para Bernardina Ibáñez. Para la melindrosa y más que melindrosa bella Bernardina.
Caly de enero.
Mi adorada lo que puede el amor. No pienso más qe. en ti y en cuanto tiene re Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica