40 REPERTORIO AMERICANO Homenaje a Johann Wolfgang GOETHE (En el Rep. Amer. Fragmentos del ensayo Sentido Psicológico del Werther de Goethe. Goethe Dibujo de Karl Bauer.
Desmaterializado por dos siglos depuradores; espiritualizado por el magno idealismo contenido en su obra; estilizado en la blanca luz astral, surge hoy en el bicentenario de su existencia luminosa, el fantasma en vuelo de Johann Wolfgang Goethe, como un cometa que envolviera a la humanidad en su divino resplandor.
Al cabo de dos centurias, su personalidad que es punto de partida y llegada de todo el saber humano, se agiganta hasta el infinito. Hacia ella dirigimos nuestras miradas absortas todos los que sentimos batir en nuestras sientes el latido febril de la cultura de Occidente: Para la vibrante apoteosis de luz a la gloria inmortal de Goethe el común denominador de toda la cultura histórica vaya mi bomenaje al genio creador y múltiple, que constituye para la humanidad el ejemplo clásicc del intelectual y la más perfecta y lograda conjugación del hombre de ciencia y del hombre de letras, porque supo mirar al mundo con la triple visión del sabio, del filósofo y del artista.
En el difícil biografismo del Genio que extiende hasta la infinidad sus dominioshabría que enfocar la superioridad del homEre, del poeta, del filósofo, del naturalista, del científico, en unidad formal con la parte biopsicológica, que nos perfila al prototipo armonioso y fuerte, al auténtico ejemplar humano, en que la acabada y cabal proporción de su estructura somática, así como la perfección de sus indices antropológicos, revelan la plena armonía, equilibrada y perfecta, de sus glándulas morfogenéticas. Base, todo ello, paca ese otro magnífico equilibrio: el de su espíritu superior.
Hombre integral. Hombre máximo, con todas las fuerzas creadoras exacerbadas. Hombre en toda la fuerza de expresión del término. Dotado de un organismo infinitamente activo y superiormente armónico, representó Goethe el tipo del hombre integral, del hombre completo de Terencio, para el cual nada de lo humano le es extraño. Sois un hombre; todo un hombre, Goethe. decíale Napoleón al autor de Fausto, cuya mentalidad superdimensional le hizo vivir en la amplitud dionisiaca, en el exceso afecuvo, emotivo y pasional, dentro de la frondosidad de todas sus manifestaciones reaccionales, impulsadas por resortes genotípicos de trascendencia racial.
Yo un luchador he sido, y esto quiere decir que he sido un hombre, lo expresó el mismo Goethe, con profunda meditación.
Lanzando un reflector sobre todas las literaturas, no se encuentra una contrafigura del Genio alemán. Dante puede ser más profundo: Cervantes más humano: Shakespeare más intenso; Camoens. El Taso y Milton, más heroicos; Moliere más intencionado. Pero Goethe es más perfecto y múltiple: supo del bullir incesante de la bioesfera, del espacio donde brillan las constelaciones y de los abismos incondables del alma humana.
Los estudios sobre la personalidad de Goethe, forman una vasta bibliografía. El escritor español, González Serrano, en su hermoso libro Goethe, Hombre, Poeta y Artista, dice que podría formarse una idea de la literatura qu.
ha tomado por centro el estudio del gran poeta, al leer el Católogo titulado: Enumeración de las Obras más importantes sobre Goethe, en referencia a su vida, de Ludwing Von Vancizolle; folleto de más de sesenta páginas, que contienen sólo los títulos de las obras que se ban escrito estudiando la obra y la vida de Goethe. La avidez de los investigadores de ios papeles del Genio ha llegado a la publicación de sus apuntes domésticos. Se han hecho miles de comentarios a sus más insignificantes composiciones, discutiendo con documentos e hipótesis los menores detalles de su historia. Se han escrito largas biografías de los más oscuros personajes que tuvieron alguna relación con Goethe; sus condiscípulos se han convertido en celebridades; sus mujeres en figuras históricas. En varias Universidades, sus profesores consagran su vida a explicar y a comentar la obra de Goethe. Weimar, en donde se coleccionaron sus recuerdos, llegó a ser la Meca de una religión, en la cual Johann Wolfgang Goethe es el Dios. Se conservaron allí sus colecciones, los minerales y plantas que recogió en sus paseos, los objetos de arte que trajo de Italia, los regalos que recibía de sus admiradores.
De esta manera, la cultura de Goethe ha llegado a ser no sólo la representación de la cultura germana, sino que se ha convertido en el paradigma de la cultura universal, cuya más alta misión ha consistido en comunicar a los hombres con palabras de verdad y bajo el signo de la belleza artística la clave del enigma de la vida!
Difícil es decir nada nuevo al aludir a cualquiera de las obras de Goethe. Si el mismo autor de Fausto, de Werther, de Guillermo Meister y de Las Afinidades Electivas, ha consumido ya, en la perenne ignición de su genio, todos los adjetivos encomiásticos de todas las lenguas del mundo. decir, sencillamente, esta obra es de Goethe, es valorizarla en un valor supremo.
Si los argumentos de sus creaciones son el fruto de una transformación de su espíritu, cada uno de sus héroes es una creación de su propia personalidad. tres de ellos, principalmente, debe Goethe la celebridad de su nombre: Werther, Fausto y Guillermo Meister. en el primero, en el Werther, he querido ver el wertherismo: el caso patológico que no se extingue ni se extinguirá jamás al través de los siglos; ese estado morboso de alma colectivo que puso en evidencia, la honda crisis moral y afectiva del siglo XVIII, en el que le tocó vivir y actuar a Goethe, quien al trazar la biografía de su héroe puso mucha de la propia, es decir, fuera de la realidad histórica del caso, la expresión sintomatológica de ese mal romántico que se prolonga en todo el siglo XIX con lo que Max Nordau crítico y médico llamó el mal del siglo; y se proyecta después en el siglo XX, con todos csos conflictos y desgarramientos, esos desencantos y angustias, que son la tragedia del individuo inadaptado, que se siente grande y pequeño, al mismo tiempo, libre y cohibido en la libertad de las democracias, por las cuaies ha luchado infructuosamente.
Ese mismo mal que lo sintieron, en toda su hiperestesia, esas grandes sombras del pasado del presente: Mariano José de Larra (Figaro. Antero de Quental, Camilo Castello Branco, Manuel Acuña, José Asunción Silva, nuestro Medardo Angel, Alfonsina Storni, Leopoldo Lugones, Stefan Zweig. Ese mal, que los espíritus penetrantes de Shakespeare, de Goethe, de Tolstoi, supieron captar aun antes de que se hablara del psicoanálisis en la Celestina, en Antonio y Cleopatra, en Werther y en Ana Karenina, para no citar sino las obras geniales.
La misma tragedia espiritual de nuestros días que vuelven a ser de crepúsculo y de transición en la que flota la tristeza perenne del hombre que ha ido venciendo todos los monstruos del mundo exterior, hasta llegar a la liberación de la energía atómica, pero no ba sabido evitar que el gusano de la inquietud, del odio y del descontento anide en su corazón. Esta tragedia de la patria y del mundo de hoy, que la sintió el filósofo de nuestros Blixench Agustin Cueva Tamariz Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica