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34 REPERTORIO AMERICANO Arturo Mejía Nieto cortinas de hierro que separen e incomuniquen a los pueblos.
Algo así se dirá quizás el hombre futuro cuando lea el testamento de Einstein con un sentimiento de orgullo y de justificada superio.
ridad. Todo ello en el supuesto de que el hombre futuro exista; de que, contra el optimismo einsteiniano y nuestro propio anhelo, el hombre futuro no sea peor que el presente, y de que éste, con los medios de destrucción que ha inventado y está en camino de inven.
tar, no ponga punto final al último capítulo de esta serie de volúmenes, tan distintos en apariencia y tan semejantes en el fondo, que llamamos la Historia Universal.
MORAZÁN Presidente de la desaparecida República Centroamericana Editorial NOVA Buenos Aires 1947.
También la halla en la Librería Trejos Haos.
Se vende a 00 el ejemplar.
Exterior: 50 dólar.
Con el Administrador del Rep. Amer. la sombra de la Libertad Crónica de un New York entrevisto Por Rafael RODRIGUEZ (En Rep. Amer. El Ministro de Estado, por encargo del lo ahorraron nunca. yo volveré a media hoseñor Presidente de la República de Cuba, ra. El teléfono me invitó a la llamada para ruega y requiere, a las autoridades de los pai avisarle a mis compañeros de la delegación cuses a donde se dirige el Dr. Carlos Rafael Ro bana; pero desde la oficina me advirtieron que dríguez, que le presten toda la atención y au no estaba autorizado a hacer llamadas telefóxilio que necesitare. Así rezaba el Pasaporte nicas. Traté de salir del cuarto y quejarme a Especial que tenía en mi bolsillo cuando el do mi Men solícito. La puerta estaba cerrada mingo de octubre, tras de habernos entregacon llave desde afuera. Era evidente que, por do Nueva York su deslumbrante visión noc encima del pasaporte oficial y de las deferenturnal, descendíamos en el aeropuerto de Id cias aparentes, yo era sólo un preso.
lewild. la mañana siguiente debía asistir a la No me dejaron olvidar mucho tiempo esa sesión inaugural del VI Congreso Interameri condición infortunada, pues a las siete menos cano de Prensa y rendir ante el mismo el in cuarto de la mañana Mr. Cámara me despertó forme a que me obligaba el cargo de Tesorero informándome que las autoridades inmigrato.
para el que fuí electo por primera vez en el rias habían decidido mi ingreso en Ellis Island Congreso de Caracas y en el que se me reeligió y debíamos apresurarnos para tomar el ferrey sucesivamente en Bogotá y Quito.
de las Muy pronto entrábamos en la mañaEl empleado de la Línea Aeropostal Ve. na neoyorquina. Fuimos hacia los muelles del nezolana señaló a las autoridades de inmigra Battery Place. Encontré a mis viejos conocición que por venir yo provisto de un Pasapor dos, los edificios ayer desafiantes del Wall te Especial tenía derecho a prioridades. Y, en Street que hoy lucen abatidos, rendidos a su verdad, desde ese momento me las concedie. gran pesadumbre, ante la arrogancia juvenil ron aquellos funcionarios. Aunque se trataba del Empire y el Crysler. Recordé que muy como veremos de prioridades indeseables. cerca de allí, en el patio de una iglesia moLos agentes de inmigración, en efecto, me desta, está la tumba de Alexander Hamilton notificaron muy pronto que a su juicio yo y pensé que ese iniciador del sentimiento reacno resultaba admisible en los EE. UU. Mi cionario en los grupos dirigentes yanquis ha ideologia política me convertía en extranjero riunfado sobre su contradictor histórico, el peligroso. No les importaron el objeto cono demócrata agrario Thomas Jefferson. Los que cido de mi viaje, ni las garantías previas que dominan la vida norteamericana pueden repela Comisión Organizadora había ofrecido a tir hoy la frase hamiltoniana: el pueblo es todos los asistentes. En lugar del Waldorf As una bestia.
toria iba a tener yo otro alojamiento no me El Ferry rompe su quietud para el viaje nos renombrado: Ellis Island.
brevísimo. De pronto una señora majestuosa, Mi protesta, la invocación del pasaporte de proporciones imponentes, nos sale al paso.
oficial. dieron un resultado inmediato, aunque Parece lanzarnos desde lejos miradas de inte irónico. En vez de alojarlo hoy en Ellis Isligencia. Por el tipo me doy cuenta de que land, se me dijo, irá usted, doctor, a un Ho es francesa. Pocos instantes más tarde no me tel, hasta tanto decidan el caso nuestras autocaben dudas se trata de la Estatua de la Li ridades superiores. Pero. era aquello un Ho.
bertad. Allí, a su sombra, hemos de alojarnos tel? Un cierto Mr. Cámara, agente del FBI en lo adelante.
que recordaba muy bien el barrio habanero de Ellis Island es demasiado conocida para San Isidro (1) de su visita hace una veinte que pretendamos descubrirla. Presididos por na de años, me acompañó en meteórico dos enormes banderas americanas centenares de viaje de seis dólares cincuenta, en taxi, hasta personas se agrupan en un espacioso salón que un alojamiento de la calle 47, cerca de la Sép les sirve de cárcel elegante. Han de estar allí, tima Avenida, que responde por el nombre de en inactividad que sólo quiebran el ping pong. Hotel América. Nunca olvidaré el ambien el billar o las cartas, catorce horas continuas.
te peculiar, la catadura de los tipos allí reu Las comidas de muy escaso condimento, aunnidos y la cara policíaca del manager. Te que eso sí, balanceadas al estilo de la dieta nemos una convención aquí hoy. le informa norteña, se hacen a toque de campana en un ron a Mr. Cámara, con lo cual querían refe comedor tipo cafetería donde uno debe ser su rirse al gran número de clientes, alojados co propio sirviente. las nueve de la noche los mo yo por obra y gracia de los Men. huéspedes son llevados hasta el dormitorio sin Cuando Mr. Cámara pidió un cuarto do.
que al subir les falte la visión de la Estatua, ble intenté reiniciar la protesta. Pero el ma que luce entonces un poco más sarcástica. En nager. muy preparado al efecto, me aseguró la madrugada, puede verse a los guardianes haque no quedaban cuartos individuales. Llegaciendo el recuento de los durmientes, como mos a la habitación 519 y mi acompañante si alguno de ellos tuviera la peregrina ocurrenindicó, no sin cierta elaborada cortesía: Pón cia de pretender forzar las decenas de rejas y gase cómodo, doctor. pues este título no se saltar la valla electrizada, sólo para lanzarse después a las aguas hirsutas de la bahía de (1. San Isidro. conocido barrio de pros Hudson. Un nuevo toque despierta a los detitución ya desaparecido.
tenidos a las seis y cuarenta y cinco para comenzar otra vez la espera crispante.
En el salón abanderado se hacen muy pronto, como en los largos viajes transatlánticos, amistades hijas de la común adversidad. La angustia propicia el tono intimo de las con versaciones. el novelista podría encontrar alli tipos y anécdotas para más de una obra.
Conviven por un tiempo el viejo militante comunista y el comandante polaco de un campo de concentración, que barre ahora el suelo con resignación provisional pues está convencido de que la democracia yanqui le depara un destino más alto y en consonancia con su oficio de verdugo. Pasean en la misma sala la prostituta apenas recatada y el alemán tímido, profesor de numismática con cara de huron fugitivo. La dama con abrigo de visón, que viajaba en primera clase, comparte la mesa con el campesino centro europeo de pies semi descalzos.
No sé si las autoridades americanas imaginan hasta qué punto Ellis Island es una fragua constante de odio anti yanqui. Gentes que llegan a Nueva York como a la entrada de la tierra promisoria, admiradores espontáneos del modo de vida americano. refugiados reaccionarios de toda laya, reciben este encontronazo como una ofensa inolvidable. no es para menos. La estrechez burocrática hace estragos.
Un joven venezolano, de familia adinerada, debe pasar tres días allí porque su elegante colegio de Park Avenue no figura en los registros de Inmigración. Un ex oficial italiano, reclutado mediante el servicio militar obligatorio, no puede ver a su pequeña hija que estudia en Nueva York y debe perder los seiscientos dólares del viaje. El jefe latinoamericano de una compañía yanqui va a quedarse siete semanas en el hospital de Ellis Island porque a los inspectores no les satisface el infor me que emitió el médico de la Embajada nor.
teamericana en su país. Gentes que han trabajado veinticinco años en EE. UU. hacen frente ahora a la amenaza de expulsión ya que pertenecieron alguna vez a la organización de socorros mutuos obreros en cuya dirección había algunos comunistas. Un industrial alemán, de tránsito hacia el Canadá, con visa para permanecer dos días en Nueva York, pasó cuatro en la isla.
No es extraño por ello que las jornadas de Ellis Island transcurran entre gritos irónicos sobre la libertad. imprecaciones al modo de vida norteamericano y seguridades de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica