Anarchism

104 REPERTORIO AMERICANO 13 de Febrero de 1837 Por Joaquín EDWARDS BELLO (Es un recorte de La Nación de Santiago de Chile. Envío de do ocurre un suceso adverso y de proporciones en nuestra vida parece que todos los sucesos malos anteriores subieran como la hez y rebalsan la copa de la amargura. Nada de lo bueno y amable que nos haya ocurrido prevalece. Entonces recordamos la suprema salida. Montaigne dijo La vida tiene una sola entrada, pero mniles de salidas.
Sonó el tiro. El criado que acompañaba a las damas hasta el zaguán, con el candelabro, creyó que su amo había dado un puñetazo en la mesa de la vajilla y del café. La última rabieta. Qué representó Larra en la España de 1830?
Larra columbró el desastre de esa Espa.
ña insensata, pulverizada en regionalismos contradictorios, incapaz de esfuerzos uni: dos, empobrecida y discutidora, en la que se frondoseaban los separatismos, los extremismos, del liberal al inquisidor, del monarquista al jacobino, sin términos medios ni voluntad de colaboración, ni simpatías. Larra representó en ese caos la flor del espíritu crítico y la promesa de lo me jor. En el entierw de Larra hubo poca gente. Al pasar el cortejo por la calle de Santiago, camino de la calle Mayor, un viejo de peso, carrasposo y grave, murmulró desde su mirador. Cuánto daño hizo a España! Se persignó en el fuerte olor a cocido con garbanzos que venía de la cocina y rezongó. Dios le perdone!
Entre los acompañantes en el entierro se encontraba un joven chiquito cubierto con descomunal sombrero de copa, conseguido aquella mañana de prestado: cra moreno, casi diminuto, nervioso, de cabeza grande y crespa, ojos negros, pera y bigotillo negros. Este joven, después de haber leído sus despedidas los periodistas, avanzó súbitamente y pronunció unos versos impetuosos y sensibles hasta el punto de verter lágrimas y desmayarse. El joven, a quien nadie conocía, se llamaba simpleniente José Zorrilla. He sabido que era casi un enano por cierta crónica de Castelar.
Su cabeza parecía pertenecer a un gigante. Debió ser de esos españoles chiquitos y de alma enorme como el conquistador de Ojeda. Un dato para entender mejor la opinión que tendrían de Larra en el tiempo de su muerte nos lo dió el propio Zorrilla, pocos años más tarde, cuando escribió: En la alcoba de un segundo piso de la calle Santa Clara, en Madrid, a las ocho y media de la noche, el 13 de febrero de 1837, se suicidó el joven escritor don Mariano José de Larra. Murió antes de los veintiocho años. En parte sufría cansanciocerebral y de la tristeza inherente al mucho conocer. Nació triste, y el que nace así es triste toda la vida. La hiperestesia, o exceso de sensibilidad, es lento veneno.
Para las personas como Larra no existen ilusiones, por cuanto perciben el fondo turbio de todo. Larra, escritor, fué una ex cepción. Al final de su vida los demás escritores le hacían el honor de no mencionarle, lo cual en verdad significa colocarle aparte de lo común. En los diarios conservadores su nombre era prohibido. Le acusaban de cínico, de afrancesado, de incontentable y de demoledor de la vida es.
pañola. Los más inteligentes, entre los envidiosos, le acusaban de contradictorio, y aun de superficial. Alguien dijo, en su muerte, la letrilla quevedesca: Era de vidrio y quebróse. No obstante, es Larra el escritor más profundo de su tiempo, sin esfuerzo para demostrarlo. No declamó ni envolvió pocas ideas flacas en miles de palabras gordas. Baroja dijo de Larra que pontificaba con el aplomo desagradable del señorito que estuvo en París. Desagradable no sé por qué. Aquí también se nota el enojo que produce hablar de París entre los que desearían ir y no fueron a tiempo.
Larra estuvo en París. Aprendió bastante, y la gracia de sus crónicas es pariente de la gracia queiroziana, bebida en iguales fuentes parisienses. Se renovaba Larra ca da mañana, en nuevas y sorprendentes crónicas, como los ríos siguen corriendo y cambiando aguas. De dónde su perenne y vivísima actualidad? se preguntaba Miguel Oliver. Sus expresiones eran a la vez punzantes, poderosas y eficaces. Todo era o parecía vivo en él, menos él mismo.
Una sombra de melancolía cubría sus facciones. Rabia o qué. Rabia o dolor de España? De eso murió, y lo demás es pretexto. Larra es el profeta del desastre español de 1898 y de la generación de Joaquín Costa. La justicia y el sentimiento del honor, de origen gótico, se desmoronaba. En ese Madrid, del 30 al 37, se fraguaba Cavite. Tiempos de El Empecinado, de Riego, de Torrijos, del ladrón Candelas, de Santa Mariana de Pineda, el narizotas cara de pastel y del grito. Vivan las caenas!
En el aire frío de la noche de carnaval, en 13 de febrero de 1837, sonó el pistoletazo. La casa de la calle Santa Clara esta en pie todavía, con una placa municipal.
Ahora el barrio es viejo, por el camino a San Francisco el Grande, esquina de la calle de la Amnistía, cerca de la calle de la Unión. Conozco la calle Santa Clara, por cuanto enfrente de ella tuvimos nuestro domicilio Aquiles Vergara Vicuña y yo, en 1919. Casco Viejo, pisos altos, balcones con barandas de hierro follajeado. Un letrero dice: Se prohibe fijar carteles. La casa de Larra era entonces un taller de modistas.
El último acto en la vida de Larra fué la visita que recibió de dos mujeres: Dolores Armijo, que era casada y amante del Mariano José de Larra escritor, y una amiga de ésta. Afuera ne.
vaba. Se escuchaban ruidos alegres y exci.
tados de las máscaras, de las vejigas, zam bombas y matracas. Carnaval en 1837.
Larra era casado y vivía en el piso de Santa Clara, separado de su esposa. Ese día la esposa le había mandado a la hija de visita. Larra, en espera de su amada, mando que fuera la niña al patio, a jugar con la hija de la portera. En la mesa de su gabinete brillaba la vajilla de Paris, con el café.
Dolores Armijo llegó demudada esa noche. No era la misma. Ansiosa de terminar, tiró un paquete de cartas en la mesa. Mis cartas. Esto no puede ser. Mi marido. La opinión. Pronto. Mis cartas. Adiós!
Dolores partió y Larra quedó solo. Decir lo que pensó es absurdo, por cuanto nadie sabe lo que otro piensa. El cálculo es el siguiente: su matrimonio había sido una equivocación. Sus asuntos literarios eran vidriosos. La literatura es el arte más vulnerable. Al mismo tiempo dijo Balzac. de todas las pasiones abstractas, la más fuerte. Nadie podría demostrar de manera concreta el mérito de un escritor.
Larra, muy leído, pero no apreciado. Maeztu dijo: se mató porque no tuvo camaradas. En el teatro habían silbado una de sus traducciones del francés. La más preciada de sus virtudes, la libertad, había caído en la trampa que le tendieron, so capa de apoyo, los políticos señores Alcalá Galiano y duque de Rivas. Ser político, había dicho Larra, es ser león. El periodista es el cordero. El liberal ultranciero que había sido Larra aceptó un sillón de congresal en un gobierno de moderados Pero la reina Cristina traicionó al grupo de bien intencionados y restauró la Constitución absolutista del año doce. Los afrancesados y los liberales sinceros emigraron.
y Larra quedó expuesto al ridículo. El sillón de congresal permaneció inédito. CuanNací como planta maldecida al borde de la tumba de un malvado.
Luego Larra, para no pocos, fue un mal vado. El adulterio y la separación de la esposa debió contar en buen lugar. El poeta Zorrilla, de los versos en cementerio de Fuencarral, tuvo diversas etapas en su vida, como todo el mundo. Cambio bastante. Cuando pronunció el discurso era un chico medio anarquista, escapado de la casa de sus padres. Vivía entonces de lance, en casa de un artesano. Más tarde casó, sin suerte. Para huir de la esposa irasci ble, puso mar por medio, y se radicó en México. Figuró en la Corte del emperador Maximiliano. Vió representar su Don Juan por unos indios, en una tolderia serrana, y adivinó el temperamento artístico de ese pueblo. Adivino, asimismo, el destino de Maximiliano. Son de él los versos Mo ximialiano, non ti fidare torna al cas tello de Miramare. Esta es la segunda etapa en la vida de Zorrilla. La tercera y Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica