22 REPERTORIO AMERICANO JOHN KEITH, SAN JOSE, COSTA RICA Agentes y Representantes de Casas Extranjeras Cajas Registradoras NATIONAL (The National Cash Register Co. Máquinas de Escribir ROYAL (Royal Typewriter Co. Inc. Muebles de acero y equipos de oficina (Globe Wernicke Co. Implementos de Goma (United States Rubber Export Co. Máquinas de Calcular MONROE Refrigeradoras Eléctricas NORGE Refrigeradoras de Canfín SERVEL Balanzas TOLEDO (Toledo Scale Co. Frasquería en general (Owens Illinois Glass Co. Conservas DEL MONTE (California Packing Corp. Equipos KARDEX (Remington Rand Inc. Pinturas y Barnices (The Sherwin Williams Co. Duplicador GESTETNER (Gestetner Ltd. Londres)
Vidas Minimas. Después de la concienzuda destrucción de la imprenta Numen. fueron a parar a la Corte de Apelaciones, como pieza de convicción en el proceso que se instruía los subversivos, los originales de sus dos nove.
las cortas. Esta obrita. dice González Vera en Estudiantes del año 20 (5) que di por perdida, se fué agrandando en mi imaginación. Sobre todo cuando me fui al sur no podía librarme de su recuerdo. Cada día me parecía mejor. Llegué a reputarla tan o casi tan buena como la Divina Comedia. Cuando años más tarde la recuperé y leí ansiosamente, fuera de darme con mi propio puño una bofetada en el pecho, me estuve injuriando varios días.
Con todo, Vidas Minimas, escrito de los 20 o pocos más años, a fuer de primicia, señaló el rumbo al escritor y, dicho sea en su más cálido elogio, resultó promesa, a la postre, realizada. Qué excepcional coyuntura ésta! Entre sus amistades de entonces, que hoy nos aparecen legendariamente hermosas en su pluma, debió provocar como señala con acierto Ricardo Latcham, un movimiento de admiración semejante al que despertara en Francia Alain Fournier con su inconmensurable Le Grand Maulnes, prodigio también de rara ca lidad y de anómala aparición.
El argumento fundamental de nuestra sin cera objeción a Vidas Mínimas no va, por cierto, contra el ya acrisolado estilo de González Vera, sino contra la circunstancia, precisamente, y contra el desplazamiento postizo que el autor vive dentro de su obra. El está artificialmente en el conventillo. Siente una profunda simpatía por el pescadero borracho y por el misterioso avaro de cachivaches; pero, como decimos en España, él ve los toros desde la barrera. hay un imperceptible nolli me tangere en su actitud. Por mucho que se afane en rescatar la sordidez de sus propias meditaciones, el aburrimiento no es sino la fiel expresión de su inadecuada presencia allí.
Por contraste, y en buena hora, la misma posición refleja dos de los fundamentales aspectos de su personalidad: el pulimiento espontáneo, químicamente puro, de su espíritu, y la diatriba justísima contra la intolerable des igualdad social que estigmatiza a su pueblo.
Hay, además, en Vidas Miminas, sabiamente intercaladas en el leit motif del tedio, relatos dinámicos, interpolaciones oportunísimas, secretos maravillosos que todos intuímos y que sólo el gran escritor es capaz de descubrir.
Sirva de ostensible ejemplo esa versión erótica de la cueca (6. Con qué breves trazos, con cuánta concisión resume el verdadero intríngulis, sin acomodos ni contemplaciones, de la solicitación libidinosa correspondida. Apuntan en Vidas Mínimas, entre las innumerables erratas de las primeras ediciones, algunos descuidos. serán intencionados. que no aparecen en la obra posterior. las altas jerarquías es dable exigir más y más. Este señalamiento de pequeñas libertades (abundantes en un Baroja) no cabe en Alhué o en los relatos de Babel.
hué la mejor muestra de su categoría. Por su purísima sencillez, cabría comparar estas Estampas con la preciosa autobiografía de la in fancia de Albert Schweitzer (8. Ambas comienzan casi exactamente igual. Ambas des arrollan la misma inteligente demostración, sin erudiciones psicológicas, de nuestra común amnesia sobre los primeros años. Nos consta que González Vera no conoce tales memorias in fantiles de Schweitzer. Las hemos traído aquí a colación, como anticipo de ulteriores notas, con el propósito de indicar cierto parentesco espiritual, trascendido en el estilo, del filántropo y del escritor. Los dos llegan, desde muy lejanos mundos y por muy diferentes caminos, al humor por la bondad. Uno, por mística renunciación; otro, por revolucionario altruís.
mo.
Entronca Alhué, por otro conducto, con Un pueblecito de Azorín. Dejamos para más adelante el juicio crítico comparativo, tentador e ineludible, entre Martínez Ruiz y González Vera, para ceñirnos a las concomitancias y divergencias entre el pueblecito castellano y la aldea chilena. En el de Azorín, la idea central gravita en torno al tiempo que se va, a la trasmutación y metamorfosis de los hombres por culpa del progreso. En la de González Ve.
ra la idea básica es la del anquilosamiento social, la vegetación humana, la ruina y, otra vez como en Vidas Minimas, el tedio. Pero jahora laborado con qué primorosa perfección!
Ortega definió el estilo de Azorín como primores de lo vulgar. Al de González Vera calzaría mejor el de primores de lo cotidiano que no es, por cierto, lo mismo.
después de prolongada infancia, convertíanse en hombres y un día cualquiera ya eran viejos.
Los viejos, ya lo eran veinte años atrás, y aunque fuese evolucionando el color de sus barbas, seguían tomando el sol y presenciando el naci.
miento de otros y otros.
Los tipos iqué tipos! animan sin cesar una escena de permanentes contrastes que sirven al escritor para bucear el drama allí donde no pasa nada. Ese don Nazario, gigante narigudo. serio, perezoso, monosilábico. está definido con los tres adjetivos. No necesita más. Cuan do interviene, con su muda presencia, en la para él envidiable verborrea de dos peones que juegan con su breve vocabulario, la desgarbada figura entra siempre en escena como un antiguo conocido, llevando la elocuencia en sus manos de larguísimos dedos.
Confundido entre anodinos personajes está el padre. Su talla se eleva sobre el triste medio sin necesidad de ditirambos ni compromisos. El enigma de su presencia en Alhué aureola aún más el carácter. la confesión del escritor, que se siente pigmeo en su presencia, completa el perfil y lo justifica. La manera de percatarse de él llega, también, con la lógica del único camino posible: Mi padre dice comenzó a existir de improviso. Un día le vi junto a la casa montado en hermoso caballo. Nunca supe si era buen jinete; pero en ese instante, su actitud impresionaba. Sentíase alegre, seguro de sí mismo. Parecía un caballero de estampa. Durante muchos años debí parecerle algo así como un arbusto. Me miraba de modo particularísimo y no me nombraba jamás.
No parece, en ningún momento, deliberada la intención simbólica en el trazo de los personajes. Aliste, el sepulturero, que era más viejo que muchos. es una escultura. Fiel a su oficio, destila filosofía con lógica evidente. Qué barba más notable tiene usted. SOlían decirle los afuerinos. Si. Así es respondía. Si Dios le da a uno pelos, no es seguramente para raspárselos. apostilla el autor: Este diálogo, igual siempre, venía repitiéndose desde la guerra del Perú. Aliste no es el sepulturero de Gorki, aunque también bebe. Lo separa del morbo un primitivismo natural, mucho más sincero, que cristaliza en su tierna amistad con el vapuleado e incomprendido asno del Municipio. Qué exquisitos diálogos los de Aliste, Alhué recoge y mantiene la trayectoria definida del autor y nos pinta el tedio del pueblecito en un breve capítulo, Perspectiva. En Alhué nadie tenía idea del porvenir. Los días no traían angustias, pero tampoco eran portadores de mensajes alegres. Llegaban y se extinguían sin ningún suceso. los meses, por su índole más abstracta y arbitraria, se hubiese creído que transcurrían de noche. Frecuentemente, cuando un sujeto necesi taba escribir alguna carta, podía oírse esta pre gunta. Todavía estamos en tal año. La existencia era tediosa. Los muchachos, En el tono memorialistico que sella casi toda la obra de González Vera es, sin duda, Al(5) Babel, Nº 28, pp. 34 44. 6) Ed. Cosmos, pp. 36 37. 7) e. la palabra brillo. se repite en el espacio de dos líneas. 36, ed. Cosmos. Souvenirs de mon enfance. París, 1922. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica