REPERTORIO AMERICANO 83 JOHN KEITH, velistas de América no han llegado a la eta pa decadente.
Esto me lleva a insinuar que siendo es.
ta novela la Los hombres del hombre una novela de intimidad no puede incluirse en las novelas para minorías. En la novela de nuestro tiempo no he descubierto yo esto: lo han dicho ya bastantes analizado.
res de la novela de hoy se da el fenóme.
no de la partición en dos campos, lo que no cabe negar existe en la poesía lírica y en el teatro.
SAN JOSE, COSTA RICA La novela de Pereda, de Galdós, la de Dickens, la de Zola, la de Maupassant, la leían lo mismo el intelectual que el hom.
bre corriente. Pero hoy no cabe decir que a Joyce, a Proust, a Kafka, los leen las masas. Como tampoco se leen por las masas Neruda, Elouard, y sí leen a Rubén Darío. No nos empeñemos en creer absurdos: el teatro de Sartre no es de masas: y sí lo es el de Benavente, que tal vez señala la línea divisoria.
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Sería oportuno analizar esta partición de campos en la que hay que incluir la novela, considerada ayer como un género popular.
Pero no es el instante. Por eso señalo apenas el hecho de que la novela de Eduardo Barrios, con su escueta anécdota, no entra en el grupo de las novelas intelectuales o para intelectuales. Se queda en un límite, rica en esencias, sin penetrar en el otro campo cuya existencia no debe asustarnos ni tampoco solicitar exclusividades que se escapan al arte para penetrar en el ámbito de la moda, de la obra para privilegiados, por lo menos discutible.
La evolución de la literatura novelistica es innegable. La técnica avanza: si ha llegado la diferenciación de campos, el minoritario y el de masas, atribuyámoslo a la técnica. Porque en la poesía lírica y en el teatro ha ocurrido, y no habría motivo para que con la novela se hiciera una excepción. objetivado. Tampoco el empleo del verbo polifurcar. Me agradan esos términos po pulares, de la masa chilena, como parron la vid silvestre, que sabe a castellano neto.
Construye la frase con una gentil sobrie.
dad, sin alarde de purismo, con prurito de exactitud que enamora.
Del castellano nos quejábamos un poco. Nos referíamos a esa maravilla de matiz que posee el francés, por ejemplo.
Pues bien; el castellano de Eduardo Barrios es un prodigio de matices. Recordamos a Gabriel Miró, a Pérez de Ayala, como escritores máximos de castellano en la primera mitad del xx. También a Ramón del Valle Inclán y, sobre todos, tal vez, a José Ortega y Gasset. No pienso que escri ban mejor que Eduardo Barrios. Esta prosa cristalina y sencilla la frase es de Torres Rioseco del chileno se me antoja insuperable. Valle Inclán se hincha un tanto. Barrios, jamás. Barrios posee riqueza de léxico, construye con singular prestancia, saborea el idioma. Esta manera de escribir de nuestro autor es difícilmente igualable. No denota esfuerza. existe el esfuerzo. esta diafanidad no se llega pormayor mérito, precisamente por lo milagroso de la prosa.
Eduardo Barrios está colocado como prosista más allá de las capillitas. Porque es un escritor que ha superado el modernismo, con exceso de quincalla, y ha buscado raíces idiomáticas, sin caer en esa lamentable frialdad del arcaísmo. La prosa de Barrios no se acoge al conceptismo de moda, ni cae en la facilidad deplorable. No es la prosa a la pata la llana, asidero de los que no saben escribir.
El idioma de Eduardo Barrios obedece a sus fines. Por eso no es lo mismo esta prosa de Los hombres del hombre que la otra igualmente modelo de Gran Seño.
y rajadiablos. Hubiera sido un contrase. tido del admirable escritor.
que sí.
No hace mucho dediqué una nota a las ilustraciones de Los hombres del hombre.
Me sedujeron por su emoción, por lo que latía en ellas. Son de Gracia Barrios, Ja hija del maestro. Qué bien se ha adentrado en lo que es esta novela la joven artista! Ha encontrado ese temblor decisivo, esa elegancia que respira este libro.
Yo dedico aquí un homenaje a Gracia Barrios, dibujante. le agradezco el envio del dibujo original de su padre que se re produce en este pequeño ensayo. Es de enorme calidad.
Hablaba yo de lo bien que escribe Eduar.
do Barrios en los primeros párrafos de este artículo. Quiero insistir en ello porque lo considero necesario. Ese desprecio por la mecánica de escribir es ridiculo, además de contraproducente. Si se quieren decir cosas hay que dominar el instruinen.
to para expresarlas. No admite la novela la dureza, la cacofonia, el continuo eufe.
mismo por no hallar la palabra justa. Tampoco admite la grosería, ese alarde por reproducir palabras escatológicas o franca.
mente pornográficas. Indican irrespeto pa ra con el lector antes que verismo.
No caerá Eduardo Barrios en tales absur dos jamás. Eduardo Barrios es un escritor digno, noble, con devoción por su oficiono rebajemos el oficio, la artesanía con afición al idioma, que nunca acabará de descubrirnos todos sus secretos. no es que se acoja Barrios a la cami.
sa de fuerza del exclusivamente preocupa do por la gramática. Es que ha ahondado en el idioma, ha encontrado esa elegancia del castellano sencillamente seductora.
Emplea palabras bellas. Como ese re.
cuesto que salta en las primeras páginas y que yo he marcado en el ejemplar que poseo con amplio cariño. Dice ese vocablo, se abriga en una onomatopeya pristina.
Tal vez no me plazca tanto objetivar. Ni El paisaje de Chile el de los campos y el urbano adquiere en Eduardo Barrios calidades decisivas. Porque en la descrip ción del paisaje no hay esa morosidad que cansa. Podrían citarse recogidos en dos, en tres líneas. Esa pincelada de Baroja lo dura que se quiera pero genial la tiene también Barrios con mayor decoro en el idioma. El mismo Torres Rioseco alude al perfume de la prosa de Barrios; y en verdad yo la creo perfumada. En bastantes ocasiones he vuelto a una página seducido por su aroma. Está bien eso que dijo Alone de Eduardo Barrios: Es de los pocos autores chilenos que comunican vibración emotiva al lenguaje.
No utiliza la frase larga, pomposa, cua jada de adjetivos. El adjetivo es el justo, el exacto.
No tengo reparo en dejar constancia de mi devoción por Eduardo Barrios, gran novelista de Chile. Insisto en lo que he escrito en diversas ocasiones. Coloco a Eduardo Barrios entre los novelistas más auténticos de la lengua española. Cuando los años pasen, cuando se analice a fondo la producción literaria de los primeros cincuenta años del siglo que nos ha tocado vivir, la obra de Eduardo Barrios se situa.
rá donde debe situarse: entre las prime.
ras, no sólo de la novela americana, ico también de la de esta lengua que le sirvió a Miguel de Cervantes para ofrecer su mensaje de honda belleza a la humanidad.
Si en El hermano asno logró ingerir poe.
sía en el conjunto poemático, con Los hombre del hombre consigue aún más. No se fuerza en ningún instante la narración, no se hace gala de escribir bien, y es ello el Panamá, diciembre de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica