REPERTORIO AMERICANO 301 PARTICULAS DE RELACION La ciudad y el campo (Viene de la pág. 295)
Muy interesantes nos parecen los hechos constatados en cuanto a las partículas de relación. Estos vocablos no han recibido de la Didáctica toda la atención que mere.
cen: el maestro de redacción se cuida es meradamente de la significación y uso de sustantivos, calificativos y verbos; trata extensamente las concordancias, géneros y números; pero de las partículas de rela.
ción se olvida generalmente, dando por sentado que el alumno conoce su significación y sabe usarlas. Pues bien, el estudio que hemos realizado nos demuestra que estos vocablos merecen mayor atención; que no siempre el niño conoce su signifi cado, y que, a causa de un indebido empleo de preposiciones y conjunciones, resulta con frecuencia un lenguaje lleno de expresiones ambiguas o confusas. Ya Piaget ha demostrado como las ideas de relación y las palabras que las transportan ofrecen en la infancia sus especiales dificultades; y conviene también recordar que tales vocablos aparecen tardíamente en el desarro.
llo idiomático. Por lo general las ideas de causalidad y otras relaciones se expresan por los niños con bastante indecisión o confusión. Véase. y de lo salado del mar no se puede tomar agua porque tiene mucha sal. El perro es un mamífero por: que de chiquito mama. Mi papá me quie.
re mucho pero yo lo debo de respetar. El 15 de septiembre se celebra como un día grande porque significa que el 15 de septiembre de 1821 quedó libre esta ciudad. La madre es muy cariñosa con nosotros porque cuando estamos enfermos ella nos cuida (El consecuente por el antece dente, lo cual se repite con gran frecuen.
cia. y los alumnos que no lo quieren es que no le tienen cariño. Obsérvese que en casi todos estos casos los niños dan como razón o causa de un hecho, el hecho mismo, así dice el último que los alumnos que no le quieren es que no le tienen ca.
riño, es decir: los alumnos que no lo quie.
ren es porque no lo quieren; la razón de no quererlo es precisamente el hecho de no quererlo.
Es muy frecuente también la omisión de las partículas de relación, sobre todo de las conjunciones, aun cuando el contexto revele que se tuvo en mente la idea de la relación correspondiente a la omisión lingüís.
tica. Por eso abundan las frases y vocablos simplemente juxtapuestos. Ejemplos. Se alimenta (la vaca) de zacate, de sal, nos da su leche, carne, cuernos, huesos, pie. nos ayuda a cazar los animales del monte, por lo menos el conejo, el tacua.
cín. Los campos están verdes, alegres, da gusto verlos. Hay lindas flores, jardi nes, los árboles están verdes. Hay árboles que dan su sombra, dan frutas, hay flores. Hay palomas, vuelan, se mira alegre e!
campo con el canto de las palomitas.
La conjunción supletoria es desconocida para los niños cuyos trabajos estudiamos; constantemente aparece en toda ocasión: Fuimos a la playa y hicimos montones de arena. Vamos a la finca en verano y invierno. La conjunción sólo la encontramos ocho veces.
también he soñado a veces con la vuelta a ese estado virginal como medio de esca.
par a los dolores de la civilización. como amigo del soñador ginebrino, he podido hasta creer que, de buena gana me zambulliría yo de cabeza en ese mundo fantásti.
co que él creó, para vivir en la plenitud de la naturaleza, sin autoridades, sin leyes, sin alumbrado, y hasta sin camisa.
Sueños vanos de un hombre que sabe que si esa edad de oro existió, ya no puede repetirse porque la ley suprema de la naturaleza es: una vez y nada más. Estos sueños son propios de aquellos hombres cuyo sino es llevar a cuestas una tragedia que no tiene remedio: la tragedia de saber que el retorno a la inocencia es imposible. que lo único que podemos hacer es: aislarnos un poco de los hombres (que son nues.
tros enemigos) y de la ciudad (que es dolor) y de la sociedad (que es mentira) y encerrarnos en un coto, real o convencional, donde podamos darle un poco de aire respirable a nuestro yo. Ni en la civilización ni en la ciudad podemos vivir nuestra vida propia. Para hacer un poco tolerable la vida en común, necesitamos ponernos una máscara de hipocresía. Sólo en un día de campo nos quitamos la máscara y ponemos nuestra alma al desnudo, in puris naturalibus, tal cual es, sobre la yerba, la arena o a la orilla de un río. Pero, en cuanto estamos de vuelta, la voz de la ciudad nos dice: Poneos ya la máscara, muchachos, que estáis entre hermanos. la voz de la civilización también nos dice: No olvidéis las gafas verdes de Panglós cuando entréis en este Gran Hospital de Maniáticos, de artítricos, de arterio escle.
róticos, de asmáticos, de sifilíticos, de reumáticos, de tísicos, de hambrientos, de de sesperados, de malvados y de locos de atar. No oís sus gritos? Algunos llaman a Dios, pero todos están dados al Diablo.
El campo no será quizás la liberación total, pero será siempre un símbolo de ella. hará bastante y hará mucho si, después de todo, puede restarle un poco de dolor innecesario a la vida.
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