296 REPERTORIO AMERICANO de un modo ambiguo; pero la sentía. sus poemas son testimonios de tal sentimiento. La compañera desaparecida hacía poco, parecía llamarlo a un mundo mejor, en el que los embates traidores de los hombres son imposibles; pero tenía que dar su fruto, y en el amor de su segunda compañera, ahora la amantisima joven Jessie, de México, halló la flor donde depositar su polen de bondad y belleza. Ya la flor se convirtió en fruta en forma de infantita de pocos meses, que tenía que oír, sin saber qué era, los disparos malditos de un loco que acabaron con la angustia del vate dilecto. Concluida su misión, la vida lo reclamaba para empezar de nuevo con otros rumbos ignorados por nosotros, pobres orgullosos tontos. Dejó de convivir con los suyos para pasar a rodearlos de vida plena y estar con los idos y con los rezagados. Su presencia se hace más querida por la tragedia que lo tronchó. Con el libro abierto se presentó a los de allá. Qué informe mejor podía presentarles?
El recogió con amor a tantos obreros de la mente de todo el continente en estudios divulgadores que fueron simiente al aire caída acá y allá para remover surcos fríos y apáticos con el ejemplo de tanta donación. Que no era como tantos intelectualoides apostrofados, recientemente por el extremeño Pedro Caba, el infatigable productor de libros saturados de interés ac.
tual que a penas leen lo suyo, y dicen conocer lo de los demás, por el índice o por tal o cual fragmento cogido al azar. Se afanaba por hacerse de lo de los otros, y una vez hecho el conocimiento integral, darlo a los demás, y a sus alumnos de la Universidad de Kansas City, y a sus lectores latinos y sajones, que para todos escribió, con prisa, porque ya temía que el arribo a la estación de término se hacía inminente.
Un estudio razonado de toda su producción abarcaría un libro de innumerables folios, y una sapiencia que no poseemos, y que procuramos suplir con la sinceridad inspirada por sus cantos de dolor, y la emoción de spertada por la suya, que vibra perennemente, en las páginas de sus libros.
BBR NC Alfredo Ortiz Vargas (1950)
Poeta colombiano, hombre de bien, con todos afectuoso, de gratos recuerdos. Durante seis años, Profesor Asistente de Lenguas Extranjeras (Español y Portugués)
y Literatura en la Universidad de Kansas City. El 29 de agosto de 1951 lo sacrificó un sujeto extraño. Murió a los 53 años, de los que pasó 20 en los EE. UU. Dejó varios libros estimables.
Con gusto le hacemos al amigo y colaborador que fué del Rep. Amer. este homenaje debido.
De la Inútil Canción, aprendemos: Me arrojaron viejo, mis viejos abuelos a esta prolongada tortura del mundo.
Quizá fui el pecado de sus desconsuelos y sus desconsuelos me hicieron profundo.
En la lira de Alfredo ORTIZ VARGAS Colaboración de Lorenzo VIVES Quizá en años fieros su fiera entereza se dobló en los lechos de las cortesanas, y de un maridaje de ardor y tristeza surgieron confusas mis nuevas mañanas.
Sí, dentro de ella, que es de carne y sangre, para oírla mejor, ya que es todo suti! murmurio y trenar de voces recónditas que lo saben todo, lo de ahora y lo de después, que esto es el poeta, pero el que lo es por imposición divina, y no por vocación sólo. él, el emocionado vate del valle y del pico andino, y de la mar inquieta, ahora era esto: un profeta. Sus ojos y sus oídos internos se habían abierto a todas las gamas de la vibración del espíritu universal, y, extrañado, recibía, sin darse cuenta, los mensajes de un mundo inasequible para tantos, para los cuerdos que no saben de santas locuras, que bien lo dice él.
Quizá las virtudes de hurañas devotas moldearon mi psique con sal de histerismo; Abuelos creyentes, blasfemos y locos mis versos aroman en vuestra locura; por ellos se filtran un poco y mil pocos de miel de querencias y miel de amargura.
Quiza. una mañana del tiempo lejano las quillas hendieron los mares inciertos.
Hoy ven vuestros ojos la faz del Arcano: abuelos, decidme. se mueren los muertos?
Fuente interior abierta a los golpes del dolor es la poesía que no admite vallas, ni reglas, ni mogigaterías. Es torrente húmedo de vaho extraño que avasalla por su sinceridad. Presencia de sentimientos que matan y vivifican, dichos sin saber có.
mo y a ritmo con el tono de la pena que los origina. Poetas?
Si no habéis sufrido por vosotros mismos o por los demás, no lo seréis. Pensaréis, insensatos, serlo, ofreciendo tales o cuales pericias del lenguaje, pero frías, sin alma, sin vanidad. más sufrimientos, mejores ofrendas espirituales. Reseguid la lista de los grandes artistas y veréis que todos estaban maridados con la pena que consume.
He aquí la confesión sincera de su gran angustia por vivir.
Sed de existencialismo con base en un esencialismo puro, tan distinto, del pobre nauseabundo existencialismo negativo. Afán de ser, de persistir, de permanecer con la conciencia primitiva y continuada. Nunca la admisión de una absorción de la parte por el Todo. Y, ahí ofrece sin reparos ni eufemismos hipócritas, y sin vestir sayos inadecuados, su ser interior, atormentado por la duda, que crea la acción.
En otra parte del mismo trabajo, nos dice: Crepúsculos Lluviosos es el libro poético del colombiano Ortiz Vargas. De toda su cosecha, saboreamos dulcemente, agradablemente, los últimos frutos, que son de dolor. Los otros, son los de la cosecha temprana que presentan aquellos defectos que señalamos en los incipientes cantores: falta de emoción. Basta con su ofrenda sinceramente lírica que constituye la mejor parte del libro para que consideremos al poeta como de lo más grande que conocemos. Todas sus pinceladas son precisas y necesarias al cuadro total. Sus pensamientos justos y elevados.
Sus figuras discretas y oportunísimas, y, lo repetimos, es su don de profeta lo que nos lo hace admirar más, por cuanto ello nos informa de su vocación innata.
Poeta, quién sabe qué antiguo destino torció de tu nave el rumbo marino.
Mañana lo mismo que todos los días: lirismo, lirismo y melancolias.
La muerte lo rodeaba, hacía tiempo, y él notaba su presencia Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica