214 REPERTORIO AMERICANO Por los caminos. En Rep. Amer. nieto la había fatigado mucho; casi desma. naba una decisión inmediata: él iba a to.
yada lo puso en el suelo dejándolo correr marla.
libremente. Mama. Ave María Purísima. Gracias te doy, Se detuvo un segundo, quizás contenido mi Dios, por haberme permitido juerzas pa por esos pequeños escrúpulos de la concien.
llegar hasta aquí. exclamó regocijada y cia que a veces paran nuestros malos insgrata.
tintos, y se sintió capaz de vomitar el vene. Haberá llegao Masimino?
no que le oprimía el pecho y lo hacía vivir Mientras sobaba cariñosamente sus ado en un infierno. Pero los ojos de Dorila lo loridos huesos y buscaba con los ojos e! lu perseguían. y lo dominaron.
gar donde iba a recoger agua para las nece. Mama. nos volvimos a rejuntar. Usté sidades del hogar; se limpiaba la frente con sabe mejor que nadie, como es la vida.
el rebozo y sorbía viento por las narices, Ninguno tiene la culpa. No es espachala.
el niño se fué andando torpemente hacia la pero. ésta y yo queremos vivir solos.
puerta del rancho y la empujó; tornó a mi. Ya sabe, a nadie le falta Dios, y. no es esrar a su abuela desplegando una sonrisa, y pachala, pero.
entró. Al verlo la anciana, casi grito pre. Comprendía de sobra, la pobre anciana.
ocupada: Nada replicó. dió la vuelta. y salió. Onde va, mihijito. No se me vaya solo La luz de la tarde cegaba sus ojos arrasa.
porque no sabemos si adentro hay una ce dos de lágrimas. En el pecho no le cabía el quia. Si sé que, se hoga. Se fué tras él y corazón y los sollozos ahogaban su gargan.
entró a la casucha. No bien hubo traspa. ta. Echó a andar. La misma cuesta cubierta sado la puerta cuando se detuvo electriza de pedruscos, ásperos y filosos donde sus da. Sus ojos se abrieron atónitos y su boca, plantas dejaron la emoción alegre cuando con una mueca de espanto, desfiguró su venía, volvió a sentir ahora la desesperarostro. Fué como si su cerebro hubiese sido ción honda de dolor y desesperanza que se golpeado bruscamente y hubiera perdido la le había adentrado y la llenaba de reflexiorazón, no permitiéndole darse cuenta exac nes mortales. Caminaba. caminaba. ca.
ta de lo que veía. Era increíble. Jamás pu mi. na. ba. Una piedrecilla blanca, muy do imaginárselo. blanca, donde un rayito de sol de ocaso se su boca, la conciencia le mandó una quebraba en reflejos, recogió una lágrima expresión de muerte: que había caído de los ojos marchitos de la Oh. vieja, cuando musitaba entre sollozos: No pudo moverse, no pudo apartar la vis Pobre muchachitico de mi alma. me lo ta; su cuerpo había perdido el movimiento tienen aguatusao. y no hacía otra cosa que sudar frío y tem.
blar. Sobre la cuja revolcada y cubierta de Costa Rica, 1951.
chuicas asquerosos, estaban el sopenco de su hijo y la prostituta de Dorila. Un abrazo pecaminoso ataba sus cuerpos y la des.
nudez acusaba su procacidad.
De un salto se apeó de la cama el muAgencia del Repertorio Americano chacho y se fué a ocultar en un rincón os.
en Guatemala, curo. La mujer se incorporó apenas, para encararse con la anciana. En sus ojos haLIBRERIA MINERVA bía destellos de odio; querían estrangular 5º Avenida Sur NO 29 y matar. Qué busca usté aquí, vieja de los de monios?
La anciana, abatida, bajo la mirada al suelo sin responder. En la garganta se le habían pegado las penas y la vergüenza, como un bodoque de algodón absorbente y le inmovilizaban la lengua; del estómago le Una suscrición al Rep. Americano subía un amargor que le deshacía los traga.
la consigue Ud. en Chile, con deros; sentía el cuerpo como mordido de serpiente, adormecido y temblante.
GEORGE NASCIMENTO y Cía.
La pécora se aprovechó. No le dijo su hijo que nos habíamos arrejuntao otra vez. No le dijo que yo que Santiago, Casilla No 2298.
ría vivir sola con él, sin que nadie nos es.
torbara ni nos jorobara el alma. No. nada me dijo. musitó la vieja. Nada me dijo. Ma. si. mi. no. pero.
En El Salvador, con el no tenga cuidao. por eso.
Prof. ML. VICENTE GAVIDIA Dió media vuelta dispuesta a salir de aquel infierno en donde los demonios se habían dado cita para terminar con su vida. Maximino, con la frente baja y sin salir del rincón, reflexionaba. Otra vez sentía en el corazón aquello que le jodia medial.
STECHERT HAFNER, Inc. Dicta sea. La loba tornó a mirarlo al oír la blasfeBooks and Periodicals mia. Temió por instantes que se le fuera a 31 East 10th Str. New York 3, correr; que la anciana aún tuviera ascen. Con esta Agencia puede Ud.
diente en él. Mino sintió la mirada, que lo conseguir una suscrición al cogían por la voluntad y lo hacían perder la flaqueza experimentada al verse frente Repertorio Americano a su madre. La mirada imperativa le orde.
Semidesnudo, regordete y pequeñín. un hombrecito de tres años cruzó la carretera.
En el conjunto resaltaron sus ojos negros, y de ellos cayó una sonrisa ingenua.
Rompió con ella la monotonía de la cinta gris del camino rumbo a lo lejos, y de jó escapar un grito de júbilo, tan incoherente, como se antojaba la suma del paisaje, su figura y la expresión indígena que lo tradujo.
El atardecer, en estas tierras, tinto en rojos de sangre, dió fondo a la escena y el viento al pasar, dejó caer un poco de la tierra robada a los campos resecos.
El hombre pequeñito quedó ahí, en mitad del camino, ajeno a su desnudez y a la belleza que le rodeaba. Clavó sus ojos oscuros en el carro y profirió un nuevo grito extraño, antes de correr a perderse en el otro lado del campo.
La visión fué casi instantánea. Rapidísima, pero impresionante. Aun pudo sor.
prender la mirada escrutadora unos ojos negros mirando al camino, apenas visibles entre la maleza.
Al continuar la marcha, se tenía la sensación de hallar a cada instante al rollizo nudista, de escuchar sus gritos incoherentes y de sentir, profundamente adherida, la inquietud de sus ojos. una rara impresión de México, del país en su fase rural, y de sus voces de angustia cortando a tajos grandes los caminos.
Al regreso, por el mismo sitio, un coche estaba volcado fuera de la cuneta. y al.
guien pudo referir que metros atrás, un carro de carga había matado a un niño indígena. a un pobre chamaco de esos que salen a los caminos y son causa de tantas desgracias.
El hombre que manejaba el coche volcado quiso evitar el accidente, pero el del camión.
Rumbo adelante. aún se oían los grititos del hombrecito, muy similares a las voces del agua que canta en los manantiales.
Carmen VILCHIS BAZ México, 1951.
Octavio Jiménez ABOGADO NOTARIO ma.
Oficina: 25 varas al Oeste de la Tesorería de la Junta de Protección Social TELEFONO 2034 APARTADO 338 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica