John Dewey

REPERTORIO AMERICANO 83 SELECTA La Cerveza del Hogar ELECTA EXQUISITA SUPERIOR lo mantuvieron lúcido hasta el último momento. Lúcido, y sin deprimente actitud de los enfermos. Su señorío lo acompaño siempre y la estrella brillante que iluminó su vida, jamás, ni en abismos y tinieblas, se apagó del todo.
Fué un hombre que sintió el peso y responsabilidad del genio, aceptando la amarga dimensión de su destino, réplica en muchos de sus días, del sufrido por el bíblico Job, a quien evocaba, además, en la música del último apellido que le plugo apropiarse.
Cuando la fria madrugada de enero de 1942 Porfirio Barba Jacob entró por fin, al ignoto estuario que tanto había rehuído. Decid cuando yo muera, y el cuerpo entró a mezclarse entre tierra Fué ese verano mi iniciación a estudía esté lejano. un raro calosfrío sacumexicana que tanto amaba, dirimido el dios más prolijos durante el año acadedió a América que siente y piensa.
duelo entre Luzbel y el Angel cien ve mico, al cual ingresé como candidata ai Había la muerte ganado una de sus ces desplazado, nosotros repetíamos su doctorado. Pero los recursos que eme:batallas singulares! marchas forza. lección imperecederamente sencilla Vi gen de esas semanas primeras son tan das, día a día, fué sitiando aquel valero vir es esforzarse.
pletóricos de enseñanzas, que plasmaren, so corazón hasta dejarlo solo, como caAños después llevaron manos ilustres sin que yo lo supiera, gran parte de ni pitán heroico que sigue luchando sin las cenizas de Barba Jacob hasta su tieactitud de maestra. Observábamos entre que nadie lo ayude.
rra natal, en cuya tumba algún arbusto los catedráticos tal congruencia entre el AI abrirse la tumba del poeta la poe antioqueño habrá crecido con abono sim decir y el hacer, tanta conciencia de la sia americana recibió una de las mejores bólico de tierra de nuestro Valle, que por relatividad de su saber, tanta modestia herencias que le hayan hecho. No muy designio de poetas mexicanos acompañó para confesar el límite de sus conoci cuantiosa, pero con bienes que perdura último viaje re quien fuera impenitente mientos, que habríamos sido nosotros rán a otras eras. cuando abatido su andariego.
muy impermeables si no hubiésem México. 1955 aprendido sus mudas elocuentísindas lecciones.
Al inaugurar la exposición del bi centenario la convivencia estudiantil. Todas de la Universidad de Columbia las cuestiones que angustiaban al mundo, todos los llamados de las vocaciones Por Amanda LABARCA infinitas nos asaltaban en los momentos (En Rep. Amer. de gravedad. Pero teníamos veinte años y saboreábamos como si nadie los hubicLa Universidad de Columbia celebra No así en las clases de John Dewey. ra saboreado antes los goces del amor, en éste sus doscientos años de vida. En Atraidos por su fama, éramos cientos sus de la amistad, de los deportes, de las todas las latitudes miles de sus ex alun alumnos. Alto, huesudo, desgarbado, de artes. En el atardecer apacible, sentados nos la recordamos con emoción y grati movimientos aritmicos, mantenía en su sobre el césped de los jardines o en los Tud. Mucho nos enseñaron sus catedrá. nariz unos grandes lentes que no conse peldaños de las escaleras, una griega, un ticos, y más, mucho más, el modo de vi. guían nunca la horizontal perfecta. Lle chino y yo comparábamos nuestros apurda el aprendizaje que compartimos al gaba a la clase un poco como sonámbu tes y discutíamos hasta desenmarañaramparo de los brazos hospitalarios de lo. Extendía sus papeles y comenzaba a los. En menos de una semana comparsu Alma Mater.
hablar, lentamente, con frases que iban tíamos ya el pan y la sal. Juntos asistíaAcababa yo, muchacha de 20 años, de deshilvanando su pensamiento como si mos a los conciertos al aire libre, y nos desembarcar en Nueva York por prinie sólo en ese instante se hubiera acercade asomábamos a seminarios conferenra vez. El inglés que había aprendido al problema en discusión. Sus palabras cias, cuando no éramos atraídos por la aqui era vacilante y escaso. nadie le parecian tantear el terreno de la idea es.
piscina o la cancha de juego. Cómo no extrañó mi acento cuando fui a matri quiva, avanzaba cauteloso; no, admirar a esos cuatro japonesitos que ularme, una, entre las decenas de miles eso exactamente lo que traducía la ver jugaban tennis a las doce del día cuando de los alumnos de su escuela de verano.
dad; volvia atrás; comenzaba de nuevo; la canícula neo yorkina mataba de inseEn los bancos nos sentábamos indistinse le iluminaba el rostro: ahí estaba la lación a otros menos resistentes? La jo: tamente rubios y morenos, negros y blan respuesta precisa.
ven mulata cargada siempre de libros cos, amarillos y cobrizos, unos al viento Teníamos la sensación de tener el pri y con aire de querer pasar inadvertida su cabellera, otros tocados de turbantos vilegio de asistir al proceso mismo de su no era la misma a la que aplaudinios o de fez. Atormentábamos la lengua de pensamiento. Nos asombraban la auda frenéticamente en el último conciertu; Shakespeare con los más peregrinos ti cia y la profundidad de sus conceptos y el compañero de filosofía, Tom, ano era tubeos. Muchos, entre ellos yo, sufria nos atraia su suprema sencillez. Cuando el que nos atendía de mozo en el restaumoś casi hasta el borde de las lágrimas al regreso de la jornada le abordábamos. rant? Juanita, la aventajada joven que porque el profesor hablaba oscuramen nos escuchaba casi con reverencia, co nos ayudaba en el descifrar de nuestros te y no éramos capaces de oirle, ente. mo si el alumno y no el maestro fueran notas, no era la que limpiaba los cuartos derle y tomar notas a la vez.
en ese instante la esperanza del mundo. del dormitorio?
no er1 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica