REPERTORIO AMERICANO 111 bre, pues mintió. un hermano suyo ha bía muerto y ella lo ignoraba hasta hoy.
Para su mal, media hora antes habíase interrumpido el tránsito en el centro de la ciudad, y la policía, por precaución, habia cercado también la Compañía de Teléfonos. La mujer no pudo salir; lloro, protes. tó, amenazó; entonces, sin poder desahogarse, trepó al cuarto de controles, en el último piso, desde donde miró la ciudad calmosa, extraña e indiferente; la odió, deslindando que podría hacer para vengarse de la crueldad de los hombres que im pedían su reunión con el amado muerto, quito varios contactos, si bien con la dororosa convicción de que no había medio de paralizar las lineas telefónicas del país, más aún, ni siquiera las de la capital. Tan sólo unos cuantos no podrían telefonear por obra suya: para esto, y no más, servia la muerte de un hombre. El técnico de la compañía dió con el desperfecto y anunció lo criminal de la maniobra. Un nuevo batallón del ejército cercó el edificio. La mujer, al borde del desmayo, volvió a trepar y volvió a quitar los contactos. El temor a ser descubierta y cogida en un momento en que toda la ciudad padecía el influjo de la ira popular y de una san grienta represión por el Gobierno, el que la indagaran por sus cómplices (que io existían. pensar en todo ello la hacía olvidar la muerte de el único hombre ejemplar que había conocido en el mundo. Señor, que a nadie extrañe esta conducta: probado es que en cuanto sufre un in.
dividuo, anhela que toda la sociedad le sea partícipe, y cuando no es escuchado se le vuelve un eterno detractor.
una india que sollozaba, que lloraba diría instinto social. En el Perú hemos olvidado se que cantando, sus negros cabellos desgre. la primera causa y los pretextos valen en nados y toda ella de bronce y de paz, si sí mismos: rebelarse por rebelarse, odiar guióle a su hombre con fidelidad extraña por odiar, reír por reir, pues nos son urpara blancos y mestizos. Teñidas de san gentes una serie de emociones. Que hayan gre, sus propias polleras se anudaron ti sido muertos y golpeados muchos policias, bias sobre los despojos de carne y de hue que innumerables efigies suyas hayan re.
sos. El gusano frenó por segunda vez, mier sultado polvo y ceniza, no es lo primortras los pasajeros admiraban la suavidad dial; ocurrió porque de cuando en cuancon que la mujer había llegado hasta la do un hombre debe formar parte de una muerte, y tanto lo hicieron, que un grupo muchedumbre irresponsable y absurda en de estudiantes, que volvía de sus vacacio. sus movimientos. Albergue la certeza cie nes, tomó la defensa de los indios, prime que nadie de los amotinados cree en una ro influidos por la majestad del suicidio y auténtica revolución que haga insufrible, luego indignados por la ironia de prose monstruoso e injusto el régimen que iisguir el viaje como si nada hubiese ocurri ted preside. La prueba está que en Lima do.
fué vitoreado el señor en el Cuzco, el ¿A qué atribuir tal inmolación? Se tuvo señor en Arequipa, el señor y en el tino de averiguar si algún indígena co Trujillo el señor Quién de ellos es re.
noció alguna vez al profesor hasta hoy volucionario? Ninguno. Tampoco el que el único sospechoso y ahora todavía más, blo ignora que de lo que en el Perí se puesto que la culpable de la interrupción trata es de cambiar un amigo por el amigo telefónica en Lima resultó ser una emdel vecino. Por qué, pues, temer nada, pleada, la novia de que, para serlo, señor?
debía contar con más de treinta años, ser a fin de disipar dudas y de que el feucha y romántica. Ayer se nos respon. Gobierno explote su triunfo por la prensa dió de Huancayo que todos los indios per y la radio, he aquí algunos pormenores tenecían a una sola comunidad, y que mu que destruyen el hábil tejido de embustes chos hablaban hasta hoy de como si que viene circulando hasta hoy.
todavía fuese el niño Juancho o cual Una agencia funeraria atendió una llaquiera de los diminutivos neoquechuas: mada telefónica el viernes por la tarde.
niño Juanico, Juani, Juanacho, niño Fan El empleado apuntó que, por mandato del o niño Fancito; como sea, el ilustre Juan profesor Juan José Díaz Fernández de la José Fernández de la estuvo alguna vez se alquilaba una carroza del tipo metido en un pueblo de la sierra, durante junto con treinta automóviles, para las su infancia, y allí le robó el cariño de pa. del sábado; fué señalado el domicilio dre a un indio fiel que, al saber su muer en la calle Concha y debería la agencia te (por boca de un hijo suyo, obrero, que encargarse incluso del aviso en los diusabía leer los periódicos. al carecer de rios. Se indagó por los datos del cadáver, medios para trasladarse aquí y al penetrar mas, de súbito, y como si el señor no pulle esa diferencia entre él y el mundo, sui diese añadir una palabra por juzgarlo incidóse; fué el único peligro para el Estado, digno, la voz dejó de escucharse. El empues su mujer murió de amor y de soledad, pleado se prometió inercia mientras no conmientras que los demás fueron atacados firmaran la llamada, pero, en la noche, alpor la policía que temió hicieran causa co guien cogió el papel y fué a colocar el avimún con las víctimas, desoyendo nuestra so como si todo marchara bien; luego, busHistoria del Perú, que nos relata cómo los co la agencia la dirección pues la casa indios le temen a la fuerza pública. Esta mortuoria estaba tres cuadras más allá, vez, como muchas, fueron tomados de sor donde vivía una familia Rosales. acon.
presa cuando iban a hundir los ojos y a. dicionaron el féretro y despidiéronse hasta volver calladamente a sus pueblos.
el día siguiente, durante el cual, como es Con estos datos aconsejamos ayer que sabido, no cumplieron su misión por ser el Poder Ejecutivo se comportase con la bloqueado el jirón Ica. Pues bien. El sáserenidad de quien repele golpes del azar bado por la mañana, los amigos del proy no productos de la voluntad humana. fesor quedaron consternados de la noNingún enemigo de usted ha previsto la ticia aparecida en los diarios, mas, ante agitación que ahora padecemos, y tanto la fatalidad, no cabía sino tributarle ul es así, que nadie capitaliza aún la protes homenaje de un gran entierro y olvidar ta anónima; usted, señor, no fué el blanco lo ridículamente fatuo que había sido al elegido contra el que debiera explotarse tomarse por un sociólogo y al escribir riel descontento popular, ni es ésta una sissibles ensayos. La novia y la hermana, en temática guerra de nervios que hace du cambio, que se ignoraban mutuamente, no dar a inconsecuentes amigos suyos. Son leyeron el aviso. La hermana fué informahechos casuales que han servido de preda con rodeos por su marido, mas cuando texto para que la sociedad pierda su exadivinó la verdad precipitose a un taxi y ceso de energías, y es la comprobación de exigió al chofer que fuera a las volandas Cómo al revés del aserto de muchos a la calle Concha y que le pagaría el triple políticos de izquierda la vida de un indi de lo usual. Su pobre hermano muerto viduo suele causar tantos o más distur desde ayer y ella sin saberlo! El taxi, en bios que la comunidad. Otros dirán que efecto, se echó con imprudencia a devorar no importa el pretexto, sino más bien su decenas de cuadras: he aquí la razón del aprovechamiento contra el Poder, lo que accidente en que murieran ambos. La nosería muestra del odio que usted ha vem via, por su lado, que era telefonista, creyó brado por doquiera. Nuestro sano juicio en la mañana escuchar una alusión a la rechaza tal interpretación y afirma que el muerte del profesor Sonrió incrédula, Perú ignora que muchos de sus males, por camino del almuerzo. Volvió a su turno a ejemplo, desaparecerían con una medida las siete y escuchó nuevamente una plátiestrictamente económica, y que, toda vez ca por el fono que tenía colgado al pecho.
que su pueblo halla oportunidad de vocear No cabían dudas; pidió un diario, y, ahopor sus calles, lo hace por un ingenuo gando un grito, imploró que la dejaran 11 Con el alumbrado ocurrió algo similar.
Muchos electricistas pensaron simultánea mente (por obra del azar. que la noche del domingo iba a ser dantesca; abrirían se los fuegos de una batalla campal y mu.
chos sólo aguardaban el oscurecimiento que favorecería los planes de los rebeldes.
Los electricistas trataban de saber cuáles de sus amigos serían los de la revuelta, mas, de pronto, como parecía que nada iba a ocurrir nunca, varios se dijeron. si nosotros, antes de recibir alguna orden e ignorando que tal orden existe, apagaramos las luces? Cada uno dominaba un sector y desconfiaba del vecino. las nueve se oscureció un barrio y paulatinamente los demás, primero por burla al temor de los limeños y al fin por vanidad de poseer sus esperanzas.
Con el profesor todo ocurrió menos tragicamente. Poseía la virtud de aparecer siempre cuerdo y sensato, aunque sus ac.
tos pudieran tildarse de remilgados, de superfluos o de francamente estúpidos. punta de gravedad, de ceremonias, de ana retórica admirable para sus pobres vecinos, erigióse en el ideal de cuantos sitios visi.
tara (puesto que evadía cuidadosamente lu gares que pudiesen empañarle. Modelo de niños y adultos, vanagloriábanse todos de su amistad y de sus títulos, cosa a la que también él se hubo acostumbrado.
Muerto el primogénito de la familia Rosales, a la cual conocía bien, el profesor se dispuso a acompañar los restos hasta el cementerio. Como en la casa le reverenciaran aún más que al padre, fué, pues, natural, que la mañana del viernes llama.
se él y no otro a la agencia funeraria. Pi.
dió entonces una carroza, pero no había Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica