REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Tomo XLVII San José, Costa Rica 1951 Martes 15 de Mayo NO Año XXXI No. 1126 Una gran novela americana. Los Hombres del Hombre Por Enrique RUIZ VERNACCI (Envío del autor, en la ciudad de Panamá)
ti Acaba de publicar Eduardo Barrios, uno de los primeros novelistas de la América que habla español, una nueva y hermosa novela. Se titula Los Hombres del Hombre Llega poco después, unos meses después, de Gran Señor y rajadiablos. Dediqué a este libro una nota en los comienzos de este año, próximo a terminar.
Lo primero que he de recalcar al iniciar este intento de análisis de la nueva obra de Eduardo Barrios para mí un novelista excepcional en esta América que sí tiene ya novelistas, es la curva de composición den.
tro del conjunto de creaciones ofrecido por el admirado escritor. El Niño que enlo.
queció de amor, novela fuerte y honrada, estudio de rara intimidad, siguió Un perdido, dentro del tipo denominado realismo.
Claro que estoy de acuerdo en lo expresado por cierto original ensayista: el realismo resulta cosa puramente externa, aparencial, cortical y anecdótica. En una creación la realidad es íntima, de voluntad. Yo pienso y sigo al citado ensayista, que esas figuras de los realistas suelen ser mani.
quíes vestidos. que se mueven por cuerda y que llevan en el pecho un fonógrafo que repite las frases que su Maese Pedro recogió por calles y plazas y apuntó en su cartera. Aseguran que de ese modo construia sus novelas Emilio Zola. las pági nas agudas de Un perdido siguieron las de El hermano asno, que volvían a aquella manera ultrasensible de El niño que enloqueció de amor. Siempre he imaginado que El hermano asno no se ha colocado en el sitio debido entre las novelas de América: es excepcional.
Aquella escena reproducida por Arturo Torres Rioseco en Novelistas contemporá.
neos de América, del perro enfermo, puede situarse, por su emoción, por su perfección, entre las mejores de la novela contem poránea.
Pues bien: a los capítulos, de un epopéyico sabor chileno, de Gran Señor y rajadiablos, que superan el naturalismo ya encerrado en arcón bajo siete llaves, suceden estos otros de Los hombres del hombre, disección, autodisección, de un personaje, lograda con una conciencia de cirujano lite.
rario positivamente evtraordinaria. habrá que añadir, aunque luego se insista en ello, que la manera de escribir de Eduardo Barrios olvidemos aquello de estilo. pues se presta a confusiones y distingos por lo de estilista y estilismo, vocablos llenos de lo peor de la literatura ha alcanzado una perfección, una claridad, una exactitud, que considero cima para el cultivador de las letras.
gran amo glo xvi, la de los inicios del xvii se dis.
tinguió por la forma autobiográfica, igual.
mente. El pícaro narra sus aventuras, no porque careciera de cronista para relatar sus hazañas, sino porque el autor quiere ofrecernos, a través de la confesión del protagonista, una visión irónica de su mun.
do, de su época. Pero este espejo de Ba.
rrios añoranza de Stendhal no se pasea por el mundo apenas: busca y encuentra los recovecos de un alma. El espejo del pí: caro deformaba la realidad su realidadse convertía en esperpento. Nunca ocurrirá esto en la novela de Barrios.
La anécdota de Los hombres del hombre se reduce a las dudas del protagonista y narrador respecto a la legitimidad de su hijo, de su Cabecita despeinada. Beatriz, la madre, conserva una austera dignidad, a pesar de su amistad con aquel Charles Moore, el estrambótico inglés, que nombra he.
rederos de su cuantiosa fortuna al narrador, a su esposa, al hijo de este matrimoEduardo Barrios nio.
La novela constituye el estudio de esa Dibujo de Gracia Barrios duda lacerante transcrita en las páginas de un diario de la duda. Las páginas del diario constituyen paisaEn el fondo, si es difícil precisar lo que es je de la cordillera y de la ciudad chilenas, nua novela, no lo es menos tratar de desedifican estados de alma, sirven de marco cribir cómo es una novela, cuál es su esal diálogo. El diálogo se desarrolla entre los tructura, cuáles son las comunes caracte.
personajes de carne y hueso: el propio au.
rísticas del género, que permitan, ya que tor del diario, ella Beatriz. el niño, la no definirlo, por lo menos intentar descri: Jacinta, Chela Garín; y se consigue tam.
birlo, sin pretender llegar a su esencia. Se bién, hermosamente entre Los hombres del hombre los distintos yos que guardarnos ha escrito por algún crítico que, dada la va.
riedad de formar novelísticas sería imposi.
cada uno dentro de esa unidad que somos.
ble encararse con un tipo de novela del que Ya Miguel de Unamuno en el estupendo extraer una serie de características valede. prólogo a Tres Novelas ejemplares y un proras para la descripción de la especie. logo nos había indicado la cantidad de gen Quizá por eso Barrios prescinde en Los te que vive en cada ser: por supuesto, Una hombres del hombre de esa impasibilidad, muno, con aquel yoísmo suyo tan formida de esa objetividad, que buscaron los llama ble, habla de sí mismo. llega a escribir: dos naturalistas. Estamos ante una novela Todo hombre humano es que hay hom.
que cabría calificar como neonaturalista bres no humanos, explico yo lleva dentro Esto es, una novela objetiva que no aspira de sí las siete virtudes y sus siete opuestos a ser impasible fotografía cual la de Proust vicios capitales: es orgulloso y humilde. y que, sin embargo, casi lo resulta. glotón y sobrio, avaro y liberal, perezoso y Se utiliza por Barrios la narración en diligente, iracundo y sufrido. saca de si primera persona. Se alejan los artificios. mismo lo mismo al tirano, que al esclavo, Hay en todo ello una verosimilitud artísti. al criminal que al santo, a Caín que a Abel ca. Al alejarse de los artificios nuestro au. Esto es lo que hace Eduardo Barrios. Re.
tor no adopta, en su narración en primera coge su protagonista los nombres con que persona, el aire romántico, pasional, en pu fué bautizado: Juan, Rafael, Fernando, Jor ro grito. No hay un grito en las trescientas ge, Francisco, Luis, Mauricio. Siete nom.
diecisiete páginas. Mas, eso sí, expresa sus bres: son siete las virtudes, son siete los afectos, su pasión, porque desea dar al lec vicios, académicamente, en la doctrina cris tor una visión lateral, personalísima, deli tiana. Pero es posible que el mundo de ca.
beradamente subjetiva de su mundo. da uno sea más numeroso. Porque existen La novela picaresca española la del si matices, múltiples matices, voces que ha Los hombres del hombre tienen su hilo de anécdota. Un hilo sutil. Pero no estorba esta anécdota, diestrísimamente llevada, al examen de lo que sucede en el alma del protagonista, que va más allá de la anéc.
dota o constituye ese otro misterio inquie.
tante que sujeta la atención del lector. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica