REPERTORIO AMERICANO 27 cibidos con los cascos de las bestias que tiraban el tranvía, pero más con el conflicto de emociones producidas por el recuerdo de su hijo muerto en la guerra.
Permaneció con la mirada tensa, pero con los ojos hablaba. Algo le preguntó Felipa, pero no contestó. Sin que ninguna de ellas advirtiera, el anciano del jaquet la venía observando en secreto; contemplaba ella hacia una especie de vacío espiritual sólo divisado por ella en el horizonte. Los de.
más proyectaban sus ojos hacia igual dirección, pero en vano. Era la suya una mirada desprovista de emoción, de ape.
tencia, placer, aburrimiento, desesperación.
El anciano del jaquet conversaba para no atraer sobre sí sus ojos. En puridad lo que hacía era vigilarla, como si la vie.
se con un arma peligrosa en la mano. En tre Felipa y el alma de su amiga mediaba una incompatibilidad. La amiga de Felipa parecía pesar la consecuencias de una secreta decisión. Otras veces lo que allí asomaba era ansiedad estúpida. Qué haré para pagar ei pasaje? se preguntó. Esta duda no se la confió a Felipa. todo el pueblo le ayuda con dinero.
Pero siempre quiere saber qué hace una y de qué vive el marido comentó Felipa. Quién? preguntó sobresaltada como descubierta en sus pensamientos El viejo. Ese viejo. no dices que el hijo era extranjero y murió en la guerra. Sí. Es nuestro enemigo. Enemigo de los paraguayos. Pero ayuda con dinero a la gente del pueblo, terminó y acto seguido inconsciente ante la dificultad de su amiga, se incorporó para luego descender del tranvía. La otra permaneció tiesa como un alambre. Se separaron y al abandonar Felipa el asiento la amartelada decidió pagar el pasaje con el dinero del esposo y resolver asi su dificultad. De nuevo, anunciado por la corne.
ta, reanudó la marcha el tranvia.
El viejo, no obstante, observó que al despedirse de Felipa, ésta hízola caer algo y era un billete que él se había inclinado para recogerlo y devolverlo a su dueña. Pe.
ro al examinarlo resolvió sustituirlo por otro de mayor sumi haciéndole creer que era el mismo.
No consiguió hacerlo iníortunadamente pues la mujer recibió al señor con una mirada agresiva y desafiante. Arrogante en su provocación y confiada en su rencor contenido, surgió empero, una segunda di ficultad. Esta se debió a quie criando para afirmarse en su propósito de abonar su pasaje, buscó el billete de su esposo, no lo encontró tampoco. Lo había perdido. Este nuevo conflicto de emociones acabó por de bilitarla. No tenía dinero para viajar ni como regresar hasta la curva de San Mi guel en cuyos aledaños vivía con Cosme, su marido, dedicada a prender una vela al Santo encargado de cuidar el alma del muerto en la guerra.
Odio y duda, luego desesperación la invadió, pero también una devoción religiosa con el recuerdo del hijo. Todo esto lo adivinaba el anciano señor desde el asiento. al tropezar mutuamente con la mirada, ella reconoció que él era el padre de un hijo muerto en la guerra, por más que fuese soldado enemigo y otro sentimiento la hipnotizaba, inundándole sus ojos ordinariamente inexpresivos con un penoso complejo de ternura y celos. Ahora sentía De nuevo tras el anuncio de la corneta respeto por el dolor ajeno, inclusive por el reanudó su marcha el tranvía. El calor era del enemigo. Este hombre era un argenti húmedo, tormentoso. En la lucha consigo no y había perdido un hijo en la Guerra misma se pasó la mano por la cara con Grande y en las filas contrarias. El dolor ansiedad. Una angustia le quemaba por era igual, uno cada uno y los dos eran dentro y por fuera la temperatura le abra.
padres. Cerró sus ojos. No alcanzaba a zaba la piel. Tendría 50 años y represen.
comprender que un vencedor tuviese que taba más; era delgada, fina de caderas, des sufrir como un vencido. Que una guerra provista de músculos y el color ceniciento.
castigara a gentes de ambos bandos y que Hace calor comentó la nueva vecina la victoria traía a ninguno la entera ale. ubicándose a su lado. Pero ella no le escu.
gría. Miedo y tentación con una especie de chó porque pensaba en la incompatibili.
excitación y coraje llenaban y vaciaban sus dad de la dignidad y el dinero. Para ser ojos. Revoloteó la mirada y adivinó lo que decente se requiere dinero, pensó. Ahora unificaba el alma de los paraguayos, el des. mismo podría planear un robo, pero con amor por la alegría en la cara. Unicamen. tal pecado su hijo no se salvaría del pur.
te este anciano y padre de un hijo falle gatorio y ella prefería el sufrimiento terrescido en la guerra atraía la atención, pues tre antes que vivir abrazado por las llato que siempre estaba en uso de la pala. mas. Su sonrisa era expresiva; no comu.
bra. Sin duda, pensó, la gente de aquí pa. nicativa. De su cuerpo lo movible eran sus ra olvidar callada y la de allá, para no manos. Se desplazaban continuamente y a recordar, hablaba. Hablaba siempre.
quien la observaba como lo hacía el ancia. Oiga, le dijo una vecina que en no del belfo caído, atraían por que dejaba ese instante se incorporaba para descender caer las cosas como un niño. Naturalmente del tranvía. Giró la mirada y sin tiempo que en ello la voluntad estaba ajena; era para pedir nuevas explicaciones, descubrió la tensión constante recibida del ambiente un dedo que le señalaba un billete arro.
creado por la guerra. sin embargo sus llado y arrojado al suelo. Recogió el papel ojos miraban adentro de los demás con una recobrando el ánimo entero, suspiró llena ansiedad propia de aquellos que por natude alivio, pero cuando minutos más tarde raleza viven decepcionados. Comía poco, lo revisó para comprobar que era el suyo, dormía menos, suspiraba mucho y estaba descubrió una tercera decepción: no era sometida hasta el servilismo a su marido.
ni la suma ni el billete que había extraDe noche pedía la salvación del hijo muerto viado. Posiblemente alguien lo había deja.
por defender la patria. Abajo en el silencio do caer y ella debería devolverlo.
de su corazón se alzaba como un altar su amor para el muerto. De este fuego vivía su alma. Lo más significativo era que las puesteras la respetaban, envidiaban que Cuadernos Americanos un hijo caído en la guerra produjera tanto dolor. Ninguno les parecía más santificado Apartado Postal 965 y ninguna de ellas, por eso mismo, inspi.
México, México raba tanta consideración. El propio esposo Estos libros interesantes: la admiraba, se entendían con signos y mi.
radas. Le emocionaba que otras puesteras Antonio Castro Leal: Juan Ruiz cuchicheaban con alabanzas y si un parro.
de Alarcón Dóls. 00 quiano demandaba chipa. ellas permitían Juan Larrea: Rendición de Espíque ella vendiese un artículo primero que ritu y II, cada uno 00 ninguna. Entra tanto permanecía sumisa y Eduardo Villaseñor: Ensayos erecta como una persona muda; vivía en Interamericanos 00 un silencio de muerte y gustaba dar rienda Emilio Drados: Jardín Cerrado 00 suelta a obscuros pensamientos.
Rodolfo Usigli: Corona de Sombra Negras nubes de tormenta corrieron en 00 ese momento llevadas por un viento refres Sara de Ibáñez. Pastoral 50 cante e impregnado de un fardo con per Gustavo Valcárcel: La Prisión, 50 Gustavo Valcárcel: La agonía fumes del campo. Algunos pasajeros inten.
taron sacar la cabeza del tranvía para con.
del Perú 50 Miguel Alvarez Acosta: Muro templar el cielo.
blanco en Roca Negra. Novela. Que vida, que vida! comentaba una Premio El Nacional 00 pasajera. Es como para desesperar a cual Miguel Alvarez Acosta: Nave quiera. Trabaja, pasa las noches sin dormir, de Rosas Antiguas (Poemas) 00 se preocupa y luego no encuentra como Fernando Benítez: China a la vender, porque la gente o no tiene dinero vista 00 o no le interesa comprar. Si, nada se com José Tiquet: Sangre de lejania. 20 pra, entonces nada se produce y todo anda Margarita Paz Paredes: Dimenmal. Pero ¿podremos salir así de apuros?
sión del Silencio.
No me parece 20 no pienso eso porque soy German Pardo García: Acto poétiemprendedora. retó a la concurrencia со 50 con una mirada.
German Pardo García: Iba a continuar su discurso cuando se Llama al Espacio 50 paró en seco el tranvía.
Felipe Cossio del Pomar: Aretino, Era el final y empezó a expulsar todo azote de Principes. Biografía 60 género de pasajeros: Mujeres del pueblo Luis Suárez: Otro Mundo (Viacon su chipa. limones, naranjas, verdu je por Checoeslovaquia, Rura, frutas tropicales; también niños, hom manía y Polonia. 60 bres y alguna gente de buena clase social y en medio de todos el viejo del jaquet, Solicítelos a Cuadernos America dirigiéndose a la puestero. ésta hablaba, nos (México, oa Rep. diciéndole al mayoral: Americano (San José, Costa Ri. Esto no es mío, lo encontré allí. voy ca. a pagarle mi pasaje con chipa. porque no tengo otra cosa. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica