104 REPERTORIO AMERICANO Ricardo Rojas, maestro de Argentina Colaboración de Dora Isella RUSSELL El mataquito. decíale Absalón Rojas a Ricardo, el más moreno y aindiado de sus hijos y el mayor de ocho hermanos, que contaba diez años al morir su padre ese prohombre que empeñosamente fundara cien escuelas en la provincia de Santiago del Estero. Su joven viuda, como en una estampa antigua, repartía entre los niños alimento y enseñanzas, mientras les cosía las camisas; infancia pobre en bienes, pero rica en inquietudes y sueños. Ricardo Rojas no olvidó nunca el sacrificio y la abnegación de su madre su madre, de la misma estirpe moral que la de Sar.
miento, y poco después de la muerte de aquélla, en 1950, evocaba con ternura y reverencia su entereza en los años difíciles: Arbolitos de mi tierra crespos de vainas doradas a cuya plácida sombra pasó cantando mi infancia.
Pon Repenton Arusiano koncues de Meadedaja al 1767 dice bien, pues a los trece años el verso ya le ardía en los labios. Fué su camarada, su compañero de ruta. en la adolescencia, como ascua sobre el pecho. Había nacido en Tucumán, pero en Santiago del Estero transcurrió su infancia; hizo allí sus primeros estudios, y cursó el Colegio Nacional. Empero, vibrante, nervioso, muy pronto abandonó el sosiego pro.
vinciano, atraído por las posibilidades que la gran ciudad ofrecía a su espíritu desbordante. Llegó a Buenos Aires al despuntar nuestro siglo. En uno de sus libros aludirá así a sus primeras andanzas por ese ancho escenario en el que ambicionaba pa.
pel de protagonista: Yo era un adolescente sin fortuna, que vagaba soñando con la gloria por los limbos de esta ciudad recién llegado de aquel pueblo mío donde dejé la tumba de mi padre cuando Pellegrini me llevó a la redacción de El País.
iniciándose así mi vida de publicista en Buenos Aires. Ya está, pues, en el comienzo de su destino. No tardó en demostrar su capacidad, su arrogancia, la riqueza de sus dones intelectuales. Aquel pueblerino mostró bien pronto de cuánto era capaz.
Universitario brillante, profesor de la Fa.
cultad de Filosofía y Letras, tribuno, historiador y poeta, en Ricardo Rojas se da una de esas personalidades señeras con que puede enorgullecerse una nación al hacer recuento de sus grandes valores.
En Los Presagios poema autobiográfico en donde resume vida y obra el Maestro argentino refiere así el comienzo de su historia: quea; sólidos, sin grietas; y con asombro y respeto compruebo que a Rojas son aplicables sus propias palabras, tomadas de su carta prólogo al libro de Angel Guido, Redescubrimiento de América en el Arte: Si la duración de una continuada fecundidad comprueba la virtud eminente del trabajo que fué siempre rasgo genial de los verdaderos maestros, observo que la afinidad de los temas descubre la coherencia de un ideal filosófico a la vez que la fuerza de una personalidad inconfundible.
Aplicables a él, sí, porque su sostenida vocación y su sostenida conducta respaldan la continuada fecundidad. en su obra vastísima se verifica esa afinidad de los temas de que habla.
Hombre de pensamiento y hombre de acción, literato y político, Rojas se ha de: jado llevar, camino adelante, por una sola y misma inmensa ambición; la grandeza espiritual y moral de su patria. En sus viajes a Europa, como si la perspectiva le facilitara la comprensión de su tierra lejana, no perdió de vista los problemas nacionales. Varón de libertades, en las horas revueltas de su país, ha sufrido persecución y destierro; Ushuaia y Martín García no le son lugares desconocidos. Pero su robustez ideológica, sin transacciones, le ha hecho preferir siempre la lucha y el sacrificio, a la claudicación. si Cervantes escribió su Quijote en la prisión, Rojas es.
cribiría durante su confinamiento en Tie.
rra del Fuego, cuando la dictadura de Uriburu, un libro admirable sobre la poesía cervantina.
Ricardo Rojas representa por sí mismo, uno de los más vastos y fecundos capítulos de las letras argentinas. No ha dado a su labor creadora un sentido inmediato, circunstancial, constreñido a los límites de una desnuda literatura. La encauzó como instrumento para la obtención de un ideal de vida y de pensamiento; confundiendo, o fundiendo, lo literario con lo histórico, en el grado en que la historia se constituye en cosa viva, porque la hace el hombre. es el hombre lo que le interesa. Al hombre de su tierra no porque sea el de la suya, sino porque es hombre de su conti nente quiere inculcarle el sentido de una misión americana. la prédica en su voz tiene grandeza de evangelio.
Su prosa elocuente, inspirada, sonora, nos recuerda la de los grandes maestros de la antigüedad, la de los augures y la de los profetas, por el impulso trascendente de su mensaje y el tono encendido y mesiánico de sus doctrinas. Se nos aparece como el predestinado, el que trae para su generación, desde edades pretéritas, un mensaje que ha de sobrevivirle; el que da a su época la admonición y el vaticinio.
La historia argentina es su pasión fundamental. El es su exégeta y su enamorado, su investigador y su adalid. San Martín y Sarmiento; Belgrano, Güemes, Guido Spa.
no, Ameghino, arquetipos de esa argentini.
dad que predica y de la cual es él mismo cruzado y ejemplo, se yerguen como columnas perennes por encima de su cabeza. su insuperada Historia de la Literatura Argentina, que interesa por igual a las dos orillas rioplatenses, es como fron.
tón que remata el edificio.
En sus palabras encuentro, de nuevo, las mejores, para definir cuanto ha escrj.
to: Es la obra de un hombre apasionzub por el destino de su raza. Es la obra de un poeta inquietado por el misterio de las cosas. Es, acaso, la obra de un místico que confiesa su fe en las ideas y en el obscuro influjo del alma sobre las formas de la vida.
Rojas ha enseñado con el ejemplo, cuál es el camino de la dignidad nacional Arqui.
tecto del estilo, ha tendido a lo arquitectónico en la conducta. Desde su juventud postuló la necesidad de una firme conciencia argentina, generadora del clima cívico indispensable para el desenvolvimiento armonioso del individuo y de la existencia.
Convencido de la urgencia impostergable de crear un espíritu colectivo capaz de cumplir ese mandato que constituye la sangre de una raza, por el cual un pueblo se afirma en la órbita ascendente de su evolución, Rojas constituye el pasado, en.
tra en la tiniebla de los orígenes, analiza los factores históricos, las resultantes culturales; revisa a la vez los cimientos y el edificio de una nación. Es incansable, inmenso, desmedido. Lo que abarca el cerebro de este hombre es asombro y estímulo; su vigor mental alecciona y enfervoriza. La religión, la filosofía y el arte; la poesía, el teatro y la historia, son campos que atraviesa con familiar donosura, pues pisa tierra propia. De qué linaje proviene este varón admirable, en una hora como la nuestra, de especializados de aliento corto? Los que andamos ahora entre los 20 y los 30 años, llegamos todavía a conocer a los úl.
timos testigos de aquella generación del 900, que dió hombres que parecen colindar a veces con lo sobrenatural, por su capacidad ciclópea para enfrentar su destino. Ricardo Rojas es uno de esos semidioConcluye en la pág. 110 Yo soy aquel poeta solitario que al despuntar el sol en mi jornada llegué cantando del solar nativo con dejo montañés y aire de triunfo.
La Victoria del Hombre fué el mensaje frente al sórdido mar, oh patria mía, en la mitad de un siglo, entre dos mundos.
Está lejano ese amanecer en que Ricardo Rojas llegara a Buenos Aires, desde su solar nativo. con su dejo montañés y su aire de triunfo. Medio siglo ha corrido desde entonces, pero los años le han aportado sabiduría y estatura, y una obra inamovible que es como solio de su nombradía.
Más de una treintena de libros me flan Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica