210 REPERTORIO AMERICANO en son una que se levanta con un erguimiento dades que se abrazan a la naturaleza fino, a modo de un desquite, porque tamque sobrepasa a todas las otras.
que se identifican con lo telúrico, que se bien alli hay miel, irrumpe la rosa en tolos hombres, la tensión espiritual y fisi definen con el color planetario y con la da su gracia, y la minima hierba abre ca se da lo mismo. Se hace en el que la sonoridad de la montaña y del río. Nin menudas florecillas que los pájaros roposee al máximo, como por un destino gún paso tan hondo como el paso del zan con su plumaje.
más fuerte o un azar más llameante. Es indio sobre la tierra, y ese era el enig. Había en el ser físico de Gabriela Misnatural que este linaje de seres choque y ma de la marcha arcana de Gabriela, que tral un vigor que sólo se atenuaba al pacasi escandalice a los seres pálidos, dis yo segui, curiosamente, cuando recorri sar por él una virtud amorosa que en minuidos, cuyos arcos vitales no con ella algunos de los alrededores de ella era permanente. La frente, se le ar elásticos ni vigorosos, y cuyos dardos Montevideo.
queaba sobre el rostro en una curva perni están encendidos, ni cubren temera Poned esa ambivalencia espiritual, lo fecta, limpia de luz a pesar de las temrias distancias. Hay quienes no se con grada con dos afirmaciones tan enérgi. pestades que por momentos la recorrían.
tradicen nunca, porque jamás se polari cas del carácter, ante la naturaleza chi. Por encima de la frente, un cabellera de zan en una actitud dialéctica manejada lena; colocadla ante el vértigo de la cor. abismo, semiondulada, vigilando, henpor enconados opuestos. Hay quienes no dillera, en la comba sombreada y ver le chida de misterio, la aguda luz de los brasfeman, no por dueños de fe mayor de los valles, en la dentada crispación de ojos, altos y nobles, bajo las alas de consino por más cobardía y timidez en el las costas oceánicas; levantad, sobre la dor de sus cejas. La nariz aquilina estallido humano de una fe polémica. No trinidad cósmica de ese paisaje, un cielo aproaba las extendidas mejillas de tosasi Gabriela en sus choques dramáticos puro de infinito ahondamiento, de urtado color, cual si siempre viajasé en como cuando se enfrenta a su Dios a ro azul metálico; rodead las montañas por busca de los aromas más sencillos y hugar por el suicida a quien amó hasta el las catedrales de las nubes, a veces fijas mildes de los campos. Los dientes unidelirio, por el suicida ansiado, que cx como árboles, a veces rozando veloces dos, dibujados a cincel, en el rojo borde tirpó en sí mismo la obra del Creador la nieve, la roca y las arboledas de las de las encías. La boca grande, delineada negándolo con su propia muerte. Ga alturas; haced descender desde los mon sin miedo, donde cupieron todas las exbriela blasfema, Job en mujer, cuando tes ríos de delirio, ríos de avance agóni presiones y donde vibran a fuego todas sufre la vida como tragedia, cuando po co que abren paso a sus aguas entre los las palabras de nuestro idioma, desde ne la pasión sobre la resignación. Está titanes de piedra que los mismos cau las aldeanas, a ras de la tierra, a las mis.
sobre ella la mirada de Dios, la siento dales arrancan de sus costados pétreosticas, a ras del cielo, desde las que se la sufre tal vez; es una luz y una orden erigid en el océano las olas de enormes hunden en la miel, hasta las que se suluminosa que le debe enlazar el destino prechos que acuestan una plata única en mergen en la sal de la sangre sobre la para someterla, pero ella no se niega a los arenales, o crepitan cristales repen. amargura de las heridas. El mentón, a sus sombras, y se aprieta a ellas como si tinos en los peñascos. y entonces con dos líneas y a dos planos. Entrando las amara por ser suyas y por haberse prenderéis el tono de los poemas de Ga desde el labio hasta el hueso, hacia abadesprendido de su dolor desgarrado. Así briela. Ella es a la vez el espejo lucido jo, y subiendo con energia en el guijahabla la sangre, así habla la sinceridad y acústico de esa prodigalidad geológica. rro de la voluntad, donde se extrema el así habla el ser intenso, así cree Bebe las nubes, imprime montañas en los rostro modo, como en un desafío a las poten talleres de la imaginación, los ríos pró veces inclinaba el cuello, como quien cias del misterio, y así también su fe es ceres le dibujan los nervios, la cordille escuchase las voces que vienen desde más grande que las fáciles santidades de ra la levanta hasta su nieve, y como ar abajo, donde se abisma le ceniza de la los que casi no viven por no atreverse cos de la tierra, sus curvas la proyectan muerte donde se levantan los jugos con el drama contradictorio, paradojal hasta el cielo; ve los rayos carbonizan de la vida. No es que la cabeza pesara y absurdo que es la vida, donde a veces do el dorso de las rocas o incendiando con peso de roca, sino que tenía la cosel caos titánico, pero de honda verdad selvas en los hombros de los cerros, reci. tumbre de la meditación, y tal vez un está asaltando el orden sublime que des be en las pupilas azoradas el golpe azul hábito de humildad. con el que desmenciende las alturas.
de las olas; ve desmoronarse el peñas tía un no ausente orgullo.
Una cosa Había en Gabriela una desigualdad de co desarraigado de sus cimientos; con de espíritu indecible se irradiaba de sus sangres que acaso provocó una desigual templa cárdenos o purpúreos ocasos gestos, una parsimonia ungida de prodad de impulsos.
Pero ambas sangres mientras la última sangre del sol se de fundidad, una ternura que no velaba la eran sangres de cordillera.
Una, pire. rrama por las neveras. hacia abajo energia, una sencillez que era como una naica, férrea, voluntariosa, tensa en lo invisible, hay una voluntad pluto. flor inclinada desde un poder que se placable en el designio, capaz de la aven nica que de pronto hace vibrar la piel de humilla, sólo por no herir, por no ostura hasta rodear el planeta o atravesar la tierra, como si un sufrimiento la estre tentar una grandeza negada a tantos selas selvas del Nuevo Mundo, árbol tras meciese. Gabriela es eso mismo tras res, para los cuales su corazón era una árbol, río tras río, montaña tras monta mutado en espíritu, es todo ese drama ciudad piadosa.
ña, la cruz en la mano, la espada al cin grabado en sus entrañas humanas. La El cuerpo era la digna columna de to, clavando como lanzas nombres his grandeza y el patetismo de tales signos aquella testa soberana. Alto, de abierto pánicos sobre los nombres indigenas. La forman su propia grandeza y su propio contorno, trazada en madera de cedro otra, como ella misma lo dijera, sangre patetismo. es así, porque su sensibi que no en duro granito, cubierto de larquechua, tostada por mil soles de Amé. lidad es abierta y porosa, y la impregna gos ropajes en donde la sobriedad del rica. vencida hacia afuera, pero inven ción de ese paisaje único, modela su ca color denotaba la seriedad y la honradez cible hacia adentro, donde el indio lle rácter y se precipita en su voz trasmi del gusto. Tenía el reposo del silencio va tras los siglos de la conquista el tá tiéndole a su canto esa asperidad de des. una majestad movida de bondades, como cito enigma de su propio ser, como un garramiento, que a veces, en la recondi si toda su estatura fuese el vaso de su tesoro que jamás será entregado. En tez femenina de su alma, como por ven corazón, y éste mismo lo hubiera labraese bronce vivo hierve un alma prima. cimiento y contraste, da la flor delicada do para caber el él con su intima y maria, sencilla tal vez, pero con profundi la miel y la ternura, el amor delicioso y dura generosidad, Movíase como a Su e im.
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