Violence

REPERTORIO AMERICANO 41 Satyagraha o El Camino de la Paz Por el Dr. Juan MARIN (En Rep. Amer. Resulta extraño y hasta disonante escribir sobre el camino de la paz en estos momentos en que el Asia sangra y arde en guerra. Pero, la oportunidad nos la brinda un bello y profundo libro que con este título acaba de publicar Diwakar, Ministro de Información del Gobierno de la República India y uno de los discípulos más cercanos del Mahatma desaparecido. Miles de hombres practicaron resistencia pasiva y no violencia bajo la guía espiritual de Gandhi durante los 25 años que duró la lucha de India por su independen cia, pero muy pocos son, indudablemente, los que entienden o estén capacitados para en tender el verdadero significado de Satya.
graha. Es ésta una fuerza moral irresistible en que la doctrina de ahimsa o no violen cia va íntimamente aparejada con el senti miento de amor y de verdad o mejor dicho amor verdad llevados a su más extremo li mite. Siendo una fuerza moral, no puede ser aplicada a fines inmorales o injustos; del mismo modo, no podrá nunca ser empleada con tra persona alguna sino contra los motivos que inspiran a esa persona a actuar de mala mane1a. Gandhi creía que el mal no se identificaba jamás con la persona misma sino que era un elemento separado que tomaba posesión de una persona impulsándola a actuar torcidamente: la fuerza de satyagraha tenía entonces que em.
plearse en el sentido de separar, de liberar a la persona de aquella fuerza demoníaca que lo conducía por el mal camino. Una de las ma neras más eficaces de conseguir este objetivo era la de desviar hacia uno mism todo el su frimiento físico que pudiera haberse aplicado al delincuente o al culpable. De este modo, Cristo resulta y así lo estimaba Gandhi el ejem plar más perfecto de satyagrahi. el Destino habría de señalar más tarde al propio Gandhiji el mismo camino y el mismo glorioso privi.
legio. El amor jamás quema a otro: se que ma a sí mismo. decía el Mahatma a sus dis cípulos y agregaba: El que quiera seguirme ha de ser limpio en su vida, puro de corazón y no violento en pensamiento, palabra y acción. Ha de buscar y seguir la verdad en toda circunstancia. No ha de conocer el odio ni la ira y ha de estar preparado a sufrir, alegremen te, hasta la muerte misma, si ello fuera necesa rio. Hermosas y proféticas palabras de un es píritu que acaso entreveía ya la sombra de la muerte proyectarse sobre sus infatigables pasos. Satyagraha nace de la fuerza verdad. tiene sus raíces en ese imponderable valor moral de la verdad en sí misma. Gandhi lo revis.
tió, además, con la túnica blanca del amor.
Aparentemente, es una cosa fácil de seguir. Pe.
ro, la vida de Gandhi en su medio de lucha y combate por la liberación de la patria, de.
como tantos otros reformadores religiosos, a establecer el Reino de Dios aquí en la tierra, aplicando el inmenso poder de la Verdad Fuerza y del Amor Fuerza al hombre individual mente y a la sociedad humana en el campo político, económico y social. No hay constancia escrita de que Gandhi intentara aplicar la dinámica de Satyagraha al campo de las que rellas internacionales, pero, es seguro que, in timamente, estaba convencido del invencible poder de esta técnica y doctrina de no violencia amor.
En el terreno filosófico, Gandhi creía en la bondad innata del hombre; creía también en la existencia del Mal (lo que él llamaba evil. como cosa extraña a la naturaleza humana pero capaz de apoderarse de ella. Había, según él, que tratar de mejorar y perfeccionar al hombres despertando todo lo bueno que hay en su alma y había, al mismo tiempo, que oponerse sin tregua ni dobleces, a la acción del Mal en donde quiera que se manifestase. De estas premisas nacen sus tres grandes líneas de acción política: redención humana, lucha contra el error o lo que él llamaba las fuerzas reaccionarias. y ambición incontenible de paz universal. La violencia no puede engendrad sino violencia en mayor grado y cargada de ma.
yores ingredientes de odio. Todo lo que me.
diante violencia se conquista o adquiere está condenado a perderse por otra violencia. Gandhi consideraba con horror la idea de que algo sólido en el terreno filosófico o ético pudiera construirse por la violencia. Qué hubiera pensado el Mahatma o qué hubiera sentido Cristo Nazareno frente a quienes hablan hoy de guerras preventivas. Según expresó el propio Ei senhower, es difícil entender como se puede hacer guerra para evitar la guerra. Hay en ello no sólo una aberración moral espantosa sino un contrasentido lógico evidente. Según Gandhiji el empleo de violencia es siempre fruto del miedo y el verdadero coraje, el valor espiritual, radica en conquistar y vencer al ene.
migo al Mal que posee al enemigo. por el poder del amor y la no violencia. Más aún: por el poder del auto sufrimiento. Según el apóstol hindú, no hay Mal tan malo y que se nos perdone el pleonasmo que sea capaz de resistir al espectáculo del sufrimiento pasivo de la víctima. Esto es el triunfo del espíritu sobre la materia de que hablan todos los viejos libros y Escrituras: esto es Satya giaha o El Camino de la Paz.
ood is truth mor El Gandhi aun mostró que Satyagraha requiere un heroísmo sublime para no traicionarla y no pocos sino muchos son los casos en que Gandhi tuvo que amonestar seriamente a sus discípulos apartarse de ellos, cuando el movimiento tendía a deslizarse por los caminos de la violencia, del odio o de la venganza, así fuera en mininia escala. Pues, la resistencia pasiva misma puede contener gérmenes de odio y deseos de aplastar y destruir al enemigo, mientras que Satyagraha sólo es dictada por el sentimien to pristino de amor. Amor al eventual eneinigo, más que a sí mismo. Lo que se espera del enemigo es que cambie su actitud, su punto de vista, pero no que sufra daño alguno en su persona o en su espíritu. esto es lo que hace tan difícil ser un buen Satyagrahi. Gandbiji, siendo un místico, no estaba sin embargo inspirado por motivos ultraterrenos cuando se guía y predicaba este camino. No. El aspiraba, dado a la historia de América un ritmo tan poderoso que el hemisferio habría podido saltar. Qué sucedió, pues, en Guayaquil? Po.
siblemente nada más que lo que tenía que suceder. Bolivar era una fuerza descomunal, proyectada siempre hacia adelante. Era un hombre sin límites en lo humano. Su vida fué un desplazamiento poderoso y continuo hacia la altura. Los planes que forjaba su mente gigan tesca parecían sólo posibles para un mundo de gigantes, en el presente, o para un mundo normal en un futuro lejano. San Martín, ea cambio, era una voluntad disciplinada. No era, como el otro, un iluminado. No era un visionario que trazaba caminos al infinito. Peto era el hombre capaz de transitar por esos caminos. Era, también, el hombre capaz de ver los obstáculos sembrados en ellos. Bolívar y San Martín fueron, en Guayaquil, los dos pintos convergentes de la realidad americana.
Sr entrevista fué la fusión de dos ingredientes sublimes en el crisol de medio mundo. El resultado de esa entrevista fué el comienzo de la Sur América que hoy conocemos. yo me inclino a creer que ese resultado fué pesado, medido y deseado por ambos. Por Bolívar y por San Martín, Que, mientras sobre el recinto revoloteaba el genio de Bolívar, la férrea disciplina de San Martín tejía reflexiones. que, si luego de la entrevista se marcó el más grande de los renunciamientos sanmartinianos, lo natural es respetarlo. Honrarlo. Admitirlo como producto de dos grandes corazones y de dos poderosas mentalidades. Sin ahondar. Sin preguntar. Sin deducir. Así, simplemente.
Pero dejemos, por ahora, a ese San Martin de los grandes renunciamientos. Dejémoslo, pa.
ra acercarnos a otro San Martín igualmente grandioso. Al San Martín del destierro. aquel que tuvo tanto derecho como Bolívar pa ra decir: He arado en el mar. No fué eso lo que dijo, pero pronunció palabras pareci.
das: He tomado tedio a los hombres. Si.
Ese fué el pago de tanta lucha y de tanto sacrificio. Un tedio hecho de amargura. De incom prensión. De pequeñas ilusiones que no se realizaron nunca. Porque este gran hombre tenía ilusiones pequeñas, Ilusiones sencillas. Ilusiones que consistían en vivir en una hacienda, en una chacra, lejos del bullicio, en comunión se Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica