REPERTORIO AMERICANO 169 Libre y Cautiva. por Stella Sierra (Editorial Stylo. México. 47. Estudio crítico por Ricardo LATCHMAN (En Rep. Amer. acento ¡Qué sereno deleite me das, luna de Marzo, con tu albo seno abierto a la unanimidad de las estrellas!
Qué secreto delirio. Una a una. llagada de la espina me despiertose han dormido sin anclas mis querellas!
Stella Sierra Panamá. 1950.
Conocíamos ya la obra depurada y en continuo trance de perfección de Stella Sierra, la gran poetisa panameña, pero en su reciente volumen, Libre y Cautiva, alcanza una medida desacostumbrada en la lírica femenina de América. Antes, en Sinfonía Jubilosa (1943)
y en Canciones de Mar y Luna (1944) descubrió su estremecida intimidad, su caudaloso y tierno, que un fino sentido musical y un extraño dominio del idioma colocan entre las más deliciosas muestras de madurez espiritual en la literatura de su patria.
Ahora en Libre y Cautiva se coloca en un plano distinto: el poeta ha llegado a ese instante de liberación interior, propicio a la expresión de una manera más concreta, en que el descubrimiento psicológico y la exploración del universo constituyen su finalidad desinteresada. Es lo que otros han llamado la poesía pura, algo difícil de concebir en una apreciación dialéctica, pero que los señores saturados de sensibilidad entienden como si se tratara de un idioma especial, dirigido para su propio solaz. Es también lo que La Tour du Pin envolvía en la fórmula: Entrar en poesía como el monje entra en religión.
Los caminos recorridos por las poetisas americanas se han cubierto de esos musgos acumulados por la rutina la repetición. Hay algunas voces de excepción, después del milagro lírico de la Storni, de la Agustini, de la Mistral, de la Ibarbourou y de una media docena más. Pero vienen a continuación las imitadoras, vacías y ambiciosas, incontables y cansadoras como un coro de guacamayas ornadas con las plumas de la retórica tropical.
En Stella Sierra se ha llegado por sendas distintas a un estado de gracia y trascendencia que servirá de ejemplo. Primero, se destaca la contención de su verbo, el castigado ejercicio de la lengua, el trabajo lento y suave de la lima, invisible para el profano, pero sensible para el que sabe hallar ese eco de los escogidos, aquí siempre fácil de suscitar. En seguida, la manera tan desprovista de artificio con que Stella Sierra nos ubica en su mundo meditativo, tan femenino y penetrado de las resonancias externas. Cabe decir entonces que el poeta ha interrogado a la naturaleza y al paisaje tan tiernos y ricos de su suelo, pero sin abandonar su gravedad pudorosa, su desvelado acento de perseguidora de sueños, de nostalgias, de ritmos intimistas.
El metro de sus versos es variado, flúido; tanto el romance, el romancillo y el soneto, como los poemas de aliento, de mayor médula filosófica, aligeran la lectura, la matizan y demuestran la complejidad del estro de Stella Sierra. Aquí conviene destacar también el punto de acertada convivencia de dos acentos, uno tenso, de cautiverio y de asomarse hacia el rescate, y el otro, de gozosa libertad y de jubiloso abandono de los sentidos que hay en la escritora panameña. El trópico quizá le ha dado una visión de las cosas que se pueden percibir en esa maravilla de color y de movimiento que es el poema Júbilo y tiñe de sano sensualismo el Poema del Mar en tres Movimientos. No es un simple juego de vocablos ni una inmersión loca en las ondas. La sinfonía siempre se colma de gravidez conceptual, de imperiosa invocación al sentido cósmico del universo. Entre los poemas marítimos de la lengua puede agregarse a los de Tomás Morales, a los mejores de Darío, a unos cuantos de Pérez de Ayala en El sendero innumerable y a los consagrados al ponto salobre por Alberti.
Aquí Stella Sierra abandona el dulzor monotono de las metáforas marineras y sus estancias adquieren una vitalidad desconocida, una Siempre hay tensa en Stella Sierra una nota de infinitud que descubre asonancias y consonancias imprevistas. Sabe imprimir a Los Sonetos del árbol, dedicados a José Bergamín.
un cautivador nimbo de gracia que es la impronta de su privilegiada maestría. El soneto.
tan maltrecho no sólo por los que abusan de su perfilada materia, sino por algunos detractores estultos como un majadero crítico nacional de poesía, muy pronto a inventar falsos valores, sale de manos de Stella Sierra ennoblecido como en los mejoress modelos del idioma. En El Arbol Desnudo, por ejemplo, remata la fiesta de imágenes con estas singulares estrofas. Arbol de sombras, fiesta de cocuyos!
Sin miel tu fruto, morirá el gusano. Vivirán en estrellas tus capullos!
En El Arbol Reverdecido y en El Arbol Muerto completa la triada, con idéntica modalidad en que se combina lo clásico de la forma y el destello moderno, inaudito en su atrevido sesgo y en su capital captura de la metáfora. El árbol reverdecido es un movible laberinto por el cual sube verdecido el sueño hacia la nube y el árbol muerto es la estatua del dolor donde la poetisa sorprende una alta voz de silencio.
Podríamos multiplicar los ejemplos tomados de Libre y Cautiva que demostrarían siempre un fondo sentimental, no desencantado, demasiado luminoso para ser pesimista, pero también afincado en una experiencia vital que es un elevado signo de rebeldía personalísima.
Esto es, audacia del ritmo, libertad noble, dentro de la clausura de moldes estudiados, tradicionales, con acento muy americano, muy panameño en su contacto constante con un medio frutal y semiparadisíaco, pero también saturado de modalidades que sobrenadan en las estancias transparentes y ya en pleno logro de su madurez poética.
Con Stella Sierra hallamos una voz distinta que resuena desde el cautiverio de su pequeña patria y desea volar hacia un mundo más ancho que presiente su instinto iluminado por grandes y secretas influencias. No reitera ese vago o estremecido erotismo alimentado por mucha convencionalidad temática, sino un sensualismo vegetal que emana sanidad espiritual y depurado sentido telúrico. Sin caer en la poesía anecdótica, descriptiva, Stella Sierra en sus diversos libros y muy especialmente en Libre y Cautiva, nos expresa como pocos escritores panameños, la fuerza vital de su suelo cuando describe, junto a él, un árbol, su suave y sinfónico mar, el júbilo pánico de sus costas y la maravilla de sus campiñas. Se diría a la poetisa enraizada y atraída por una secreta e inmanente fuerza que colorea sus cantos y coloca, por encima de lo pintoresco y accesorio, la fusión noble y grave entre la tierra y la vida. No es corriente, en la actualidad, enriqueza nueva que desentraña a través de un lenguaje tenso y firme. Hay una novedad elegante en sus imágenes y un fresco, gracioso y parpadeante anhelo de originalidad que no se frustra con ninguna vacilación. Recordemos, por un momento, el leit motiv de Alberti en Marinero en tierra. Quién cabalgara el caballo de espuma azul de la mar!
De un salto quién cabalgara la mar!
Viento, arráncame la ropa!
Tirala, viento, a la mar! veamos como Stella Sierra se sumerge en el piélago sonoro sin caer en la tentación de imitar, segura de su fuerza de nadadora y conducida por el obsesionante hechizo que antes empujó a Tomás Morales a cantar pindaricamente al océano en su Oda al Atlántico: Plenitud de tu nombre, mar. Tu ritmo, ir y venir, llegar, saltar la cima de tu propio elemento: deshojar con tu fuerza la flor de sal y vértice de espuma de tu risa de fósforo: sacudirte como una crin inmensa brava, rota, doblarte en equilibrio de serpiente. Tragarte el cielo en tu plumón de agua!
Stella Sierra tiene también la obsesión lunar, típicamente panameña, evidenciada antes en Ricardo Miró, el máximo poeta nacional, y seguida después en diversas muestras de su literatura. Veamos un indicio de su delicada evocación en Luna de Marzo: Luna de Marzo, nudo del vacío clara, fugaz, para la pronta aurora. da a mis sentidos la celeste hora; a mi alma tu nácar de rocío.
un mi cautiva sangre dale el frio de tu impalpable esfera cegadora.
Integra sea tu gracia redentora para mi cielo y fuego en desuario. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica