REPERTORIO AMERICANO 155 La muerte de Luis Bello Por ENRIQUE DIEZ CANEDO De El Sol, Madrid, 28, noviembre, 1955Muere Luis Bello pluma en mano, como vivió. Pocos dias de enfermedad, aunque fuesen muchos de dolencia; pero un largo padecimiento inactivo no entraba en su manera de ser, y hasta la última hora trabajó en la viña, que sólo habia de producirle, en su postrer rendimiento, un vino amargo Hasta las heces lo apuró sin una sola queja: Preferia pensar en cosechas futuras, que serian para el como las pasadas, de pura honra y escaso provecho. Herido en la carne de su carne, habló de su herida con serenidad enternecedora. Ni un instante deserto de la lucha, y en ella ha caido. sus amigos de siempre les queda como recuerdo de los últimos dios en que le vieron por la calle el de una sonrisa triste, el de un afecto seguro y parco en palabras. Su des pedida fué un hasta luego. como el habitual. aun supo mitigarles la repentina alarma con la ficción de una mejoria imposible. Escribiendo años atrás de Luis Bello, decia uno de sus amigos: Cuando se habla de Bello ahora se nombra junto el a San Francisco de Asis o a don Quijote. Yo temo que en la comparación influya un tanto la figura magra, la admirable bondad de este hombre: pero las comparaciones no me gustan. De comparar, yo preferiria que tuviésemos muchos hombres a quienes comparar un día con Luis Bello Esto era en años no remotos, antes de la República. Después, los enemigos de Bellopero tuvo Bello enemigos. le hicieron blanco de denuestos y burlas, y como seria el, que, con todo en contra, salió de la prueba limpio y sin daño. Sin daño no, que bien supieron hallar sus adversarios coyuntura para herirle. లవర Luis Bello (Hacia 1997)
Vida de periodista. Grandes diarios de Madrid le contaron entre sus mantenedores.
Supo ayudar, él, que nunca fué poderoso, a los jóvenes que se le acercaban. Toda su aspiración, desde las hojas de la actualidad volandera, iba a lo permanente; nunca fué más feliz que componiendo un libro o comentando el ajeno, que acariciaba al recibirlo, enamorado de la materia, antes de asomarse a la sustancia de sus páginas.
Acaso nunca fué más feliz que cuando tuvo una imprenta, ni cuando tuvo una casa, testimonio de solidaridad con su obra de visitador de escuelas, donativo del entusiasmo fervoroso. Pero la imprenta y la casa fueron para él, primero, una preocupación (porque ¿quién saca de una pluma la nómina, o quien hace frente sólo con articulos, a las obligaciones de un propietario. primero, digo, una preocupación; después, un recuerdo.
En la imprenta, sin embargo, combinando los tipos, estudiando la forma del libro por nacer, como se piensa en el porvenir del hijo anunciado, Bello era feliz, y lo era al proyectar un número de aquella Revista de libros que vivió dos temporadas azarosas. Nadie diria cuánto lo fueron al ver hoy sus fasciculos puleros, como de publicación que tiene asegurada por mucho tiempo la vida.
Bello se leían como siempre los suyos, ricos de ideas y enaltecidos por la tersura del lengunje y la claridad de exposición que le habían convertido, desde tiempo atrás, en uno de los maestros del periodismo. Yo no creo que esta expresión, aplicada a él, le agradara. Su magisterio era puramente ejemplar, y el dictado suele rendirse ante todo a quien poderoso e influyente. Pero alguna vez han de adoptar las palabras su genuino significado.
Cuando la visita de escuelas fué adelantan do, y los artículos empezaron a reunirse en tomos, se siguió la campaña con nuevo interés. No era ya el trabajo del periodista que ha dado con un tema simpático y lo desarroIla más o menos concisamente. Era labor de apostolado El Viaje por las escuelas de España. que consta de cuatro tomos, que podrian acrecentarse recogiendo labor ya publicada, parece tomar su titulo de aquellos libros del siglo xvi (viajes de Villinnueva, de Ponz, en busca de noticias históricas y artisticas. y de ahi puede colegirse cuál es la tradición de que arranca. El siglo xvm español es todo lo contrario de un siglo Castizo. aunque Goya lo encienda al final con los fuegos de sus escenas populares, llevadas también entonces al teatro por Ramón de la Cruz. Es el siglo europeizante, enciclopedista; el que quiere reintegrar a España en el concierto roto por su buena pujanza en los siglos anteriores, sacarla del aislamiento, explotar sus riquezas, alumbrar sus fuentes de prosperidad interior Los ministros de Carlos III son los antepasados de aquel gran aragones que en los años primeros de este siglo clamaba: Escuela y despensa! Al grito de Joaquin Costa, el gigante paralitico, respondió Luis Bello, limitando todavía el campo, para no desperdigar su esfuerzo, tomando para si una de aquellas aspiraciones, aun no cabalmente realizada: la escuela. al lado de la imprecación de Costa, que clamaba como un profeta de Israel, escuchaba Bello la suave palabra, atendia al concreto ademán indicador de otro hombre que con menor estruendo hizo obra más fecta: Giner de los Rios. Ni el local ni el material son la escuela, y a pesar de ello, a mi me basta entrar en un local para saber si al pueblo le interesa la instrucción de sus hijos, si los quiere y si respeta y estima al perLuis Bello tuvo un instante de máxima notoriedad: el de su campaña por la escuela española, sustentada en estas columnas de El Sol. Al principio, los artículos de Luis