Roberto Brenes Mesén

52 REPERTORIO AMERICANO otros alimentos que pueden ir tomando en las diferentes edades. En tarjetas catalogadas se lleva anotación de cuanto interesa respecto al niño. Hasta ahora se han distribuído unos siete millones de tarjetas de registro en todo el país. de esa suerte el conocimiento va infiltrándose, extendiéndose y limitándose el terrible y doloroso imperio de la ignorancia.
El estado se halla detrás de este prodigioso movimiento, porque el Estado vuel.
ve, como en los sonrientes y sabios días de Licurgo, a sentir su responsabilidad respecto de los niños. Cuando el Estado les abandona, otros grandes problemas sociales surgen más tarde.
Vuelve ahora el Estado a comprender que su negocio no es sólo gobernar ciudadanos, sino contribuir a hacer felices a los seres humanos, cuya existencia no tiene principio cuando éstos cumplen los veintiún años, sino cuando por primera vez se agitan, como una primera emoción de amor, en el seno de la madre.
Nueva York, marzo y abril de 1919. Ultimo adiós (Tomado del librito Hacia nuevos umbrales. Imp. Alsina. San José de Costa Rica, 1913. Antes que tú yo dejaré la tierra ya sin encantos para mí, bien mío.
Antes que tú, yo dejaré la tierra.
de ideal apariencia nos seducen como madre e hijos. No se ha abandonado el concepto de que los niños son la riqueza de las naciones. La riqueza absoluta en el más profundo y amplio sentido de la expresión.
Que son la riqueza material. quién, ahora, lo discutiría? Los niños son los hombres de pasado mañana; serán, por lo tanto, los creadores de toda riqueza futura, los conservadores de la riqueza presente que llegue a sus manos. serán los creadores de la ciencia, de las obras de arte, de los monumentos de todo orden con que contribuirán a construir otras fases de otras civilizaciones. Son la riqueza intelectual del mundo. herederos y creadores de la riqueza espiritual también.
La humanidad que había apartado sus ojos de los niños, apenas ha cesado la gue.
rra los ha vuelto hacia ellos. En Francia el gobierno es padrino obligado de cada niño que nace. Desde que se anuncia su próxima venida, se rodea de cuidados a la madre, se le ayuda financieramente con fondos del erario público. Si el trabajo fuera muy duro para ella, se le cambia por otro que no lo sea. Se le aconseja, se le protege y se hace todo, lo grande y la minucia, en beneficio del niño que llegará. Se le enseña a considerar a su hijo como algo de que debe enorgullecerse porque constituye su servicio a la nación. En los Estados Unidos se dice que las selvas y las minas y las ciudades son menos grandes que los niños, y que más importante que los estadistas y los banqueros son las mujeres que los engendran. Porque es en esta nación en donde anualmente mueren 300. 000 niños y quedan 150. 0000 enfermizos y defectuo.
SOS.
Con sólo salvar la mitad de los que mueren y mejorar los otros, al cabo de diez años la nación se habría enriquecido con tres millones de ciudadanos de nacimiento norteamericano. lo que de este país se dice es válido de cualquiera de los otros de Hispano América. Necesitamos salvar por lo mnenos la mitad de los niños que mueren antes de cumplir los tres años de edad.
Represéntese lo que cada niño puede producir en riqueza para la nación y se tendrá la apreciación del inmenso valor material que su salvación representa. luego, la otra riqueza, la más santa y la más pura, la maternidad gloriosa y feliz porque los hijos de su amor son sanos y fuertes.
Ha puesto en evidencia la guerra que el honor nacional es nuestro honor, que la riqueza patria es nuestra riqueza y que el ideal de la nación es nuestro ideal, sobre todo si ese ideal es noblemente humano y generoso. No importa que no alcancemos a ver al niño que con nuestra fuerza protegemos; no por eso dejará de ser mejor y más dichosa nuestra existencia.
El policial que vigila las calles de nues.
tras ciudades, poniendo su contento y su interés en ello, el maestro de escuela que vuelca el vaso de su juventud y pone la unción de su amor sobre el grupo de niños que se le confían, desempeñan funciones importantes y reciben una compensación del estado por el trabajo que realizan. Pero acaso todo esto sería posible, si lamadre no hubiese prestado su concurso, infitamente más valioso. Quién dió al niño la lengua, el más sabio, el más excelso, el más espiritual de los lazos de la raza y de la patria?
El estado empieza a abrir los ojos. Este problema que en la antigüedad afectó a legisladores y filósofos ahora lo encara el estado como una nueva luz. Al pagar pen.
siones a las madres el estadista en Europa siente ya que no es un favor, sino el des.
cargo de una responsabilidad que le incunbe. Comienzan a sentir los verdaderos estadistas que hay quizá un grave error en llevar los niños a instituciones de beneficencia privándoles del afecto y de los cuidados de la madre; que se les hace mayor bien rodeando a éste de atenciones, poniendo a salvo, naturalmente, aquellos casos de excepción que podrían presentarse. se ofrece a nuestra consideración la idea de que en breve la maternidad signi.
ficará una mayor comodidad y no una mayor estrechez, como hasta aquí, con lo cual se ha provocado un extraño estado social en el que se ha llegado al extravío de juzgar que un hogar sin niños puede ser un hogar perfecto y feliz. Todo por el temor de las dificultades que apareja cada una de las visitas de la cigüeña.
Apenas se está en el período inicial. Pero es de esperar que pronto en las naciones mejor preparadas de nuestro Continente la sociedad, representada por las autoridades, funde y mantenga, distribuídos por las diversas poblaciones, centros de consejo y de auxilio para las madres que lo necesiten.
Este año ha sido y contina siendo el Año de los Niños en los Estados Unidos. Porque se inició y es activa aún una general campaña de salvación de vidas de niños.
En una división del Consejo de Defensa Nacional y en el Departamento de Trabajo se han organizado oficinas de enfermeras, médicos, madres, padres y damas cuidado sas de los niños, dispuestos a prestar au xilio en todas las formas que se hallen a su alcance. Se ha abierto registro de niños, ricos o pobres, y se lleva anotación de su peso, de su estado de salud, del auxilio que requieren y se les observa frecuente y solícitamente.
Sólo de esa manera puede estimarse una de las más bellas formas de la riqueza na cional.
La obra, naturalmente, posee los más variados aspectos. Uno de ellos es la pro.
tección directa de la maternidad y de la primera infancia. Una segunda forma es el cuidado de los niños a cargo de las madres de otros, ya por su orfandad, ya por razones que justifiquen el procedimiento.
tercer aspecto es la compulsión de las leyes del trabajo de los niños y de las leyes escolares. Un cuarto medio es el recreo de los niños con la protección y la dirección de personas que les amen y les cuiden.
Todos los medios concurren a un mismo fin: a la observación atenta de los niños para seguir su desenvolvimiento, para precaver las enfermedades, para prestarles aquella solicitud que les proteja y les desarrolle fuertes y hermosos.
Este trabajo se realiza, de ordinario, en una sala de clase o en otro departamento adecuado en donde hay sillas, una o dos balanzas para pesar los niños y al frente una enfermera una nurse que atiende a las madres, les da explicaciones prácticas acerca de la esterilización de botellas, del tendido de las camas de los niños, de cómo se les envuelve, se les viste y se les baña, de cómo se les prepara la leche y los Estrechando mi frente entre tus manos querrás adivinar mi pensamiento, el postrer pensamiento de mi vida que habrá de embalsamar tus blancas manos.
Tus labios posarán sobre mis ojos, como una mariposa sobre pálidos pétalos de rosa y beberán la luz de mi existencia, la única luz que derramé en tu senda de azahares y de abrojos.
Mis manos, sin caricias, se callarán cuando las tuyas hablen con la única elocuencia de su presión y su mortal silencio. todo en mí, solemne, te habrá dicho que fui feliz y que parti, tranquilo, hacia los mundos inmortales en mi barca de acacias sobre el Nilo de las eternas, silenciosas aguas.
Roberto BRENES MESEN.
New York, 1912.
11 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica