182 REPERTORIO AMERICANO La juventud es mágica y andante.
La Provincia está en ella, y a su aliento florecen los vigores esenciales. Voy hacia ti, Provincia, porque has hecho mi juventud a imagen de la Sierra: con el granizo pájaros entierra y con el sol se condecora el pecho.
En la Provincia está la adolescencia.
Con los años se vuelve tan inmensa que en ella nos miramos como tierra hospedada en la uña de un gigante.
Ya tiene calabozos con problemas, ventanas para abrir sólo tinieblas, y se encuentra tan lejos de los barcos que el correo lo traen las neblinas.
Qué nostalgia de río y alacena.
Nuestros mapas se entregan a piratas, la colección de grillos es vendida; diez hadas, con sus nardos elocuentes mueren, quemadas vivas, una tarde.
Para colmo de males va Deifilia mirándonos de un modo inexplicable y soñamos de día con sus trenzas.
y acudimos a misa con el miedo de sorprender en llamas su corpiño.
Observa lo pajizo de mi techo, repara la color. soy tan de tierra, que al no llover la mano se me cierra lo mismo que garganta de barbecho.
Mi juventud, un árbol junto al río, un pino azul, un gavilán de caza, la música heredó de tus rumores.
No hay dolor comparable al de los lirios.
Hago con el recuerdo un caserío, y vivo anocheciendo mis amores como si fuera el kiosco de tu plaza. En la Provincia está la primer novia.
Ella una tarde nos miró tan hondo que desde entonces nuestros ojos llevan la nostalgia perpetua de los lagos.
La Provincia es el alma de los hombres maduros: con el otoño el hombre se incorpora definitivamente en el paisaje.
La madurez convoca los reposos fecundos y ama los testimonios del origen.
Niña del viento, poma del verano, casi de nube en las haldas monteses, que nos dejó la verdad del rocío y se casó con un hijo del bosque.
En la Provincia hay una luz profunda.
En toda juventud va la Provincia.
Los jóvenes más puros son de tierra y provincianas son las almas que han sembrado los libros y las mentes. De dónde nos llegó Manuel Acuña y su canción de tréboles amantes. Quién dió a Ramón harinas eficaces y a Salvador la voz ultramontana. De dónde son los Héroes, el corazón enhiesto de sus llamas?
Son del silencio mágico del día, vienen de las aldeas soñolientas, del viejo mar, de las azules minas.
Tú los hiciste, Madre perdurable, Madre nuestra que estás sobre todas las rosas.
Tú los hiciste con lluvia y amores, con remotos abuelos y doncellas de pino, y a la Patria los diste, a la Ciudad, al mundo, transparente y humilde como el río que acaricia tus senos de montaña, En la Provincia abrimos universos de oro, formas de sorprendentes lejanías y catedrales de llantos azules en cuyas naves flotan los olvidos del mundo.
Entre las grietas, sobre los himnarios.
se acurrucan los siglos. Formas sanguinolentas tiemblan en la penumbra de los nichos. Aquello es la corona trágica del sueño, la plenitud solemne y la victoria de unas piedras oscuras, sobre las cuales ha pasado el tiempo lavando los misterios con furor silencioso.
Si en la Provincia racemos, en la Provincia morimos.
Salen los hombres, salen al dinero, arriban a las grandes energías del humo viven en el cemento y se coronan de agresivas guirnaldas. Pero un día recuerdan los natales crepúsculos, el lecho tibio, las viejas campanas; Lecuerdan nombres, difuntos, orquídeas, diminutas presencias del olvido, y entonces, como el ave que presiente la noche, estos altivos hombres de la ciudad regresan a dormir en tus brazos, oh Provincia, porque el otoño trae el regreso al origen, la reconciliación con uno mismo, y morir en la tierra que nacimos es dulce: su amoroso misterio comparten los rocíos y su ternura envuelven las savias maternales.
La juventud es diáfana cual brisa de diciembre festivo, cuando el pueblo se viste de luciérnaga y hay una animación de cien bujías esperando las doce.
La juventud es noble como el campo que afanan los gañanes polvorientos, como los pechos rústicos y el alma de las cosas sencillas (La 2a y última parte, en la entrega siguiente. El poema de Alfredo Cardona Peña sobre el tema de la provincia, enviado hace dos meses al concurso de Saltillo, es el mejor trabajo que se envió a dicho certamen. Merecía todos los premios, sin faltar uno solo, flor natural y todos los demás. Su gran belleza en todos sentidos, ne obliga, de todo corazón, a opi.
nar 28 Carlos Pellicer Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica