Joaquín García Monge

298 REPERTORIO AMERICANO ya maltratado por tanto embate, profundiza en la mente, y saca para faro perpetuo, la siguiente luz: Ya sé que la vida ni es mala ni es buena; ni niego ni afirmo: me dejo llevar.
Si viene la muerte, que venga serena: la barca está lista y abierta la mar.
Capturemos la intacta plenitud del momento, del instante que pasa y no vuelve a pasar, y en lo móvil penumbra de la tarde, bordemos la metáfora esquiva, nada más, nada más.
En esta otra estrofa, de sus Nocturnos, insiste la idea de un fin próximo: Versos buenos o malos. el anhelo cambiante de las horas propicias a deliquios de amor. qué me importa la vida si he vivido el instante y he cogido la vida cual se coge una flor!
Se posa en mi alma la sombra, crespón funeral hay en mi, mentira fué aquello de antaño, la vida hoy se viste de gris.
Siente, como tantos, la invasión de la vulgaridad, pero sabe mantenerse digno en ella, levantada la frente y recio el caminar: Angustia, angustia que nubla los ojos y desvía los pasos, dicha así: Fui señor. qué me importa lo demás! Tuve el gesto señorial de mi raza, de mi raza perdida en los años oscuros, y en los años que presto al dolor de la vida.
Angustia de ir lejos y en cada paraje morir de ansiedad; y en toda la magia de todo el paisaje sentirnos de viaje, los pasos hundidos en la eternidad.
De tantas imágenes felices, esta es una. Mis pecados, mis vicios? Fui señor, vaya el resto para el curvo lacayo; fui señor sin medida, ante tantos señores de oropel, y por esto yo perdí la partida. Ah el tiempo homicida que nunca, que nunca perdona ni olvida. la esposa ida, la describe así: Ya eres mármol, y tierra y reposo; ya mi abril el octubre ha rondado, y es ya sombra el jardín luminoso. así, podríamos ir tejiendo red delicada de hilos finísimos de rueca divina. Que toda su producción es canto inefable de voz interior. Voz que es efluvio constante de anhelo de luz cenital, que escancía destellos preciosos en las almas amigas que anhe.
lan como el poeta, belleza y amor.
San José, Costa Rica. Octubre de 1951.
Su don profético lo hallamos por doquier, y aquí aparece de nuevo en esta forma: Esta carta. Ortiz Vargas de Mayo de 1951.
Señor don Joaquín García Monge Repertorio Americano San José de Costa Rica. En El Tiempo de Bogotá)
Querido Maestro García Monge: La muerte de Alfredo Ortiz Vargas, acae.
cida hace pocos días en una ciudad estadu.
nidense, en circustancias deplorablemente trágicas, implica una cuantiosa pérdida irreparable para las letras colombianas, que lo contaban, justa y orgullosamente, en el número de sus más insignes cultivadores contemporáneos. Como buen bogotano raizal, Ortiz Vargas tenía en grado superlativo el sentido del ingenio, de la hidal.
guía, de la espiritualidad. Como poeta, figuró destacadamente en el grupo de Los Nuevos, el más caracterizado y trascenden.
te de todos los que en muchos años a la redonda han aparecido en el país. En los Estados Unidos, donde había fijado su residencia desde hacía largo tiempo, regento cátedras universitarias con sobra de competencia y llevó a cabo una generosa y eficaz labor de acercamiento intelectual.
Hoy hace ocho dias le mandé once ejemplares de mi último libro de versos, Crepúsculos Lluviosos, como humilde con tribución mía para el fondo de la imprenta de Repertorio Americano. Dicho libro se vende aquí a razón de 50 dólares el ejemplar. También, querido maestro, ten.
go una antigua cuenta que saldar con Repertorio por concepto de suscripciones. Lo haré muy en breve.
Tengo un estudio bastante largo y que hace parte de la serie que he venido publicando desde el año de 1940, bajo el té.
tulo general de Perfiles Angloamerica.
nos en la Revista Iberoamericana de la ciudad de México, y que me encantaría publicar en Repertorio si usted lo juzga digno de su publicación allí. Es un es.
tudio inédito. Dígame usted, querido maestro, si quiere que se lo mande. Es sobre Theodore Dreiser, el gran novelista muerto hace unos años. Quisiera si, si fuese posible, que se publicase en una entrega, ya que dicho estudio constitu ye un todo homogéneo y perdería sentido en lecturas parciales. Pero si no es posible publicarlo en una entrega, estoy seguro que se podría hacer en dos. En fin, usted dirá.
Aquí me tienen usted y Repertorio para servirles en lo que pueda, y sin más por el momento, quedo de usted, Affmo. amigo ORTIZ VARGAS táculo de la civilización norteamericana.
Menos valioso, según algunos críticos, que otros libros de Ortiz Vargas, nos parece, sin embargo, que ese es el que mejor define su personalidad lírica. la mayoría de los intelectuales de otros países los apa.
bulla, casi literalmente, el maremagnum neoyorkino: o les seca la inspiración o los torna en filosofastros de pacotilla. Ortiz Vargas reaccionó con un decoro excepcional y fructífero como pocos. Otro libro suyo de grandes méritos es el titulado Crepúsculos Lluviosos, cuyo pie de imprenta reza: Bogotá, 1948, aunque fuera puesto en circulación, casi discretamente, al año siguiente. Hay en él muchas páginas de factura impecable, y seguramente destinadas a perdurar. Porque sin la obsesión de los perfeccionistas, Ortiz Vargas era un esteta en el más comprometedor sentido del término. Pero no de los encastillados, como vírgenes necias, en su torre de marfil: gustaba de las amistades, de la camaradería, y ocasionalmente, de la bohemia jacarandosa. De la vida plena, pero con cierto ritmo y con cierta proporción. las novísimas generaciones intelectua.
les y sociales literarias del país, no les dirá ni podría decirles mucho la noticia de la muerte de Alfredo Ortiz Vargas. Ignoran ellas, y subestiman, tantas cosas. Pero esa muerte es deplorable por innúmeras causas, entre otras la valía intelectual y hu.
mana del ilustre poeta.
Ortiz Vargas era un lírico espontáneo, fácil, de un insólito poder comunicativo. Se dió a conocer con Lejana, un libro en el cual recogió el fruto de sus emociones primigenias. Fruto, sazonado y jugoso, como que sentó, definitivamente, su prestigio como poeta de exuberante imaginación, de inspiración auténtica y de dominador de todos los recursos del arte. Posteriormen.
te, en Boston, dió a la publicidad Las Torres de Manhattan, serie de poemas a los cuales, en términos ampliamente genéri.
cos, podría dárseles el título de breviario de emociones de un espíritu excepcionalmente fino enfrentado al patético especAgosto de 1951 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica