REPERTORIO AMERICANO 229 Texto, anuncio, campaña, pensamiento, peligrosas aristas trabajadas surgen de su metal en ardimiento.
ALFREDO en claroscuro Este poema está dedicado a Leonardo Ruiz Pineda, el combatiente que vivía.
Alfredo es el nombre con que inmortaliza su epopeya de pueblo clandestino.
Los otros son, igualmente, nombres de la lucha clandestina de mi pueblo.
San José, Costa Rica. 1954.
Pesos de fiel constancia le sostienen y entrenados clamores numerables derriban filas y en el tiempo vienen. Ah! los rostros de gesto combatiente, las arriesgadas manos inmutables, las mismas del pasado y del presente.
Ay! por ellas de límite velado.
Ay! del juego celeste de las niñas, el alto papagayo destrozado. Leonardo Ruiz Pineda, el de la fina valentía y gozosa audacia.
Rómulo Gallegos.
Las letras del espejo de frecuencias, llamadoras de voces y campiñas, ay de ellasl, su luz, las transparencias.
Traigo la luz, enciendo la campana que en mágico epicentro lo confina sin levantar la torre, y la mañana Con Irma la jornada es calendario; rito oficiado en cálida costumbre, deber risueño, fiel devocionario.
miro cubrir la noche donde pisa él, que en acero y rosa se adivina y en profundos oscuros va de prisa.
y ese viento en el suelo que trasciende la ciénaga profunda de la espina, hiriéndolo en la luz con que defiende aquel color de aurora perseguida que en fanales impálidos se extiende.
Defendida la patria de su vida por dígitos que envuelven en cristales el tacto de su nombre entre la herida.
Permanencia velada en dulcelumbre, es decir, altaguardia en los dintornos, la Estrella mia en fija certidumbre.
Quiebro cántaros ácidos de espina y arenales del aire en canto riego para tocar la huella clandestina, en su anillo de dedos impasibles.
hacia la mano abriendo los retornos, Claudio! entre lisos riesgos invisibles.
donde dura señal intransparente revélame el matiz cerrado y ciego que guarda a su diamante residente.
En el medio de yermos temporales, el pecho es el sollozo de la tierra, desnudo el corazón en los glaciales.
Ah! la piedra gratada de los nombres, legendaria memoria en su granito con firma de mujeres y de hombres.
Por aire comprimido, en demudado paso de roca por camino inverso y en límite hacia abajo levantado, En fila conduciendo el himno puro.
Con sangre en la sonrisa que lo encierra.
en piedra tierno y en el agua duro.
El tiempo de Cristóbal ahí escrito.
Un riesgo demudado en los perfiles, un campo de batalla con su grito.
por todo lo que en piedra se contiene y en ignoto espesor se palpa terso, me acerco al corazón de donde viene, en el alba ondular de la divisa, desgarrado por cascos y tropeles el campo cardinal donde la irisa.
Presurosas viajeras confesiones le conducen por páginas civiles cuando vienen y van a sus regiones.
alto latido izado con urgencia de voz seguida y conductora hazaña, su vida en desplegada resistencia.
Ciegos látigos abren su mirada y aridecen la piel de sus laureles remembranzas de un agua flagelada.
Previsto el cielo, el aire y el sonido, y en franca exactitud de ingeniería previsto el muro recto del sentido.
Cruzo espacios envueltos en umbrías, aro huellas de luces y en extraña ronda larga por hondas travesías, Milicianos en coro le responden y columnas de dórica jornada alzan brisas por dentro en que lo esconden.
Nada rompe las líneas de armonía.
Una redonda curva vigilante se mueve por su antena noche y día.
En la noche la palma de su mano va diciendo la huella directora por donde anda la acción en altozano.
por ecos sostenidos en clamores, por móviles de rígida armadura que bajan como en humo de espesores, Clamo el éxtasis puro de su amante patriótico dolor de pensamiento que mira fijamente hacia adelante.
llego hasta él, le miro en alba pura, le escucho en el mensaje y en el llanto y guardo en mi palabra su figura.
Le conocen de frente los espejos cifrados; su mensaje en voz sonora, las ondas silenciosas y en reflejos.
Clamo color, señal, padecimiento, piel, ojera, completa quemadura, morada, corazón y monumento.
El en tierra cubierta y ascendente, él en divina arenga por el canto, el mismo combativo y combatiente.
Rompe cintas de hierro refinado en cada individual correspondencia para llegar al nombre irrevelado.
Amanece con lámparas abiertas y la calle tranquila de la ausencia es apenas un aire entre las puertas.
En la mesa las formas presurosas se demoran en síntesis calladas.
Se tocan soledades amorosas.
Clamo este amargo pan de mordedura, este golpe lanzado del silencio, el viento temporal de la aventura.
De paso por la sombra transitoria, al frente de caminos esperados que acercan su alejada trayectoria.
El por ángeles, frisos y alabados contornos que le guardan, y en memoria de lumbre por nocturnos desvelados.
Clamo el faro de rosas amarillas, el límite solar en que aquerencio la tierra que concita sus orillas.
Con aras de rodillas en la espera cerrada de sus manos, poderosa la hueste innumerable y verdadera.
Aquí su libertad al fin concedo.
El sube el horizonte clandestino.
Bautizalo la luz: se llama Alfredo!
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28 30 Little Rusell Street, New Ruskin House, London, England.
Con pólvora en la insignia de la rosa y un relámpago duro a la sordina golpeándole la prisa cautelosa.
El pueblo le acompaña en su destino.
Escrito en la Clandestinidad venezolana, año 49 de la resistencia, Con parado estupor en la retina Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica