REPERTORIO AMERICANO 101 pio de un carácter gracioso y vil, de truha nes odiosos de cuyos vilipendios no se escapan ni aun los encanecidos?
Hay ciertos aspectos de familia, común en aquellos tiempos y vigentes hoy en no.
pocas partes, contra los cuales El Pensador menudea la censura. Tómese por ejemplo, el afán constante de bien intencionados pero ignorantes padres que, por razones de abolengo o estrata social, consideran acto de bajeza o denigratorio el que sus hijos aprendan un oficio decente y honrado, aun cuando demuestren muy a las claras carencia de vocación o inteligencia para cosas mayores. qué puede pensarse de un pa.
dre o una madre que imponga su tiránica voluntad cuando su hija trata de seleccionar merecido esposo, como si en estas cosas cabe dictársele al corazón cómo debe sentir; y si la hija rehusa justamente. Zas!
se le compele entrar en religión sacrificando su libertad por caprichos y sórdidos in tereses? 21. Refléjese también, ya que estamos cerca, sobre la institución de la pri mogenitura o mayorazgo. Esta corruptela.
dícenos Lizardi, no tiene más apoyo ni más justicia que la imitación de las preocupa ciones antiguas. es una preferencia injus tamente concedida al primogénito para que él solo herede los bienes que por iguales partes, pertenecen a sus hermanos, como que tienen igual derecho. 22.
los pícaros y delincuentes, pero algunas veces otros más pícaros y más poderosos se valen de ellas para oprimir a los inn.
centes. engañando la integridad de los jue.
ces más vigilantes. 23. Qué de una so ciedad que descaradamente consiente y tolera una infinidad de mendigos profesicnd.
les, permitiendo que éstos eludan la ley básica y universal del trabajo? Son tales escorias, viles ladrones de los legítimos pobres, porque pueden trabajar y ser útiles.
Este defraudar el socorro de los realmente necesitados, debe compeler a todo individuo sensato a considerar que la caridad debe ser bien ordenada: debe darse limosna, pe.
ro saber antes a quién, cómo, cuándo, para qué, dónde y en qué se distribuye para los que la reciben; no todos los que piden ne.
cesitan pedir; no todos los que dicen que están en la última miseria, lo están en efecto, ni a todos a los que se les da limosna la necesitan. 24. Todos aquellos que he mos conocido este mundo por dentro y por fuera que diría Quevedo, no podemos juzgar estas frases candentes de Lizardi arbitrarias e injustas: salían de las reconditeces íntimas de su inteligencia y su conciencia. los novelistas, cuentistas y críticos de la novela y el cuento en Hispanoamérica Trabajo en la preparación de la sección cuento, novela y crítica de ambos para la bibliografía comentada que prepara la Bi blioteca del Congreso y publica la Univer: sidad de Harvard, titulada Latin American Handbook. Esta sección incluye también cuadros de costumbres. Agradeceré a los autores hispanoamericanos que me envien a mi dirección en Vilá Mayo 1400, Santur ce, Puerto Rico, un ejemplar de los libros incluidos en esa sección para examen y critica. He comenzado con el año 1949. Concha MELENDEZ Directora de Investigaciones y Catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Uni: versidad de Puerto Rico Copiosos, multiformes y extraños son los tipos y situaciones que desfilan, en succsión al parecer interminable, ante todo ler.
tor de la obra de Lizardi. Revelan, unos y otras, tras concienzudo y penetrante escrutino, las justas fiscalizaciones de El Pensador. Qué se ha hecho aquella loable práctica de recibir aprendices por escritura ba jo la cual el maestro se comprometía a e.
señar su oficio en un tiempo determinado?
Aprenden aquellos sí, pero es el arte de desempeñar bien los mandados y ejercer demás oficios de un criado. Los escribanos, en su gran parte, no pasan de corrompidos e hipócritas, pícaros e intrigantes. Boticarios hay, tan desconsiderados como abusivos con sus drogas y remedios en tiempo de necesidad y carestía. gracias a la irdolencia del protomedicato que los tolera!
Las corridas de toros, cosa repugnante a la Naturaleza, como a la ilustración del sglo en que vivimos. qué se nos expone sobre las casas de juego? Guaridas dorde se invierte la moneda del pan de cada día para convertirse en lágrimas y sinsabores familiares, porque los que apoyan el juego y lo defienden y se sostienen de él, son otras tantas esponjas de la población que chupan la substancia de los pobres. Vense los serenos obrando como alcahuetes consumados de ladrones; médicos inservibles y hospitales peores donde practicantes y enfermeros resultan ser unos pícaros, in solentes y faltos de caridad; cárceles des provisats de todo conocimiento de las leyes penales. Es cierto, añade El Pensador, que las cárceles son destinadas para asegurar Hay un aspecto en la crítica, en la cen sura general de El Pensador que necesita saber interpretarse con ecuanimidad para no caer en actitudes pecaminosas y vitandas. Referímonos a sus ideas respecto a los bailes y el uso de bebidas intoxicantes, cos tumbres, con restringencias, universales. La mesura, el decente y buen comportamiento en todo, son indispensables requisitos en el proceso de acción e interacción sociales.
El abuso y la ordinariez es otra cosa. Sobre lo primero, dícenos Lizardi: Bailar no es malo, lo malo es el modo con que se baila, y el objeto porque se baila. Tocante a lo segundo, advierte: Uno de los perjuicios que la embriaguez acarrea al que la tiene, es exponerlo a la irrisión de cualquiera. más del estrago que causa en la salud, y en el espíritu, perturba la ra.
zón en el hombre y la hace objeto denigrantemente ridículo a cuantos observan sus descompasadas acciones, sus balbucientes palabras y sus desconcertados discursos. 25.
En su Testamento y despedida 27, burlas burlando, si se quiere, es donde El Pensador Mexicano presenta su no creo en ma.
terias religiosas, pero prefaciadas con: De.
claro ser cristiano católico, apostólico y 0mano, y como tal creo y confieso todo cuanto cree y confiesa nuestfa santa madre iglesia, en cuya fe y creencia protesto quie ro vivir y morir; pero esta protesta de fe se debe entender. Aquí empiezan los peros y los items, contra: los duendes, brujos, hechiceros, vampiros, brucolacos y de más gentuza de esta clase. el abuso de creer a tal santo autorizado para alcanzar tal gracia particular. la resurrección del envoltorio mortal: Dejo mi cuerpo a la tierra, mientras las mejores substancias se exhalan en gases, y pasean por toda la na.
turaleza, mezclándose con diferentes substancias ya vegetales, y animales, y haciendo a su vez parte de una fragante rosa, o de la hoja de hediondilla, parte de un filósofo o de una vieja regañona, etc. la muy poca religión, a pesar de los innumerables iglesias y conventos; jueces y tribunales, y mucha falta en la administración de justicia; una policía asombrosa que lega. cuando no la necesita; la indiferencia con que los congresos han visto la felicidad y libertad de los indios; las inútiles velodas a los enfermos, que sirven para divertir holgazanes. Hagamos un punto final: la indisciplina de Lizardi debe ser bien conocida en nuestros países. La suya, no fué pa.
ra el México del entonces; su obra, El Periquillo Sarniento, y las restantes, se intencionan para nuestra América, donde existen, hoy día, los Periquillos, los Catri.
nes y las Quijotitas.
La actitud feijooniana y enciclopédica, queremos decir, lo más demoledor de la crítica de Lizardi, encuéntrase en su razo.
nado sentir y pensar contra las supersticio.
nes que prevalecían en su México del entonces, y prevalecen hoy día, no sólo entre las masas ignaras de nuestra América, sino entre el agregado que llamamos lo me.
jorcito. por razones económicas. Mas, vol.
viendo a El Pensador, dícenos. qué hay sobre tal o cual astro, o fenómeno celestial que influye en nuestras vidas de este u otro modo? Patrañas y cuentos de viejas. eso de guardar lutos, velorios, etc. como si no existieran sobre ello ciertos abusos en relación con los funerales, pésames y entierros? 26.
Luis AVILES, Ph.
New Mexico Highlands University Las Vegas, New Mexico.
21. El Periquillo, 2, pp. 94 96.
23. Véase El Periquillo, 1, pp. 314, 334, 338, 353, 461, 472.
26. Ibid. caps. VI y XIII.
24. Ibid, 2, 175.
22. Ibid, pp. 90 91.
27. Véase, Spell, Jefferson Op. cit. pp.
243 259.
25. Ibid, cap. XIV. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica