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REPERTORIO AMERICANO 93 Momentos de cordura o de reflexión (Es un recorte de El Tiempo de Bogotá. 12 111 51. EL GREMIO ANTONIO URBANO רונה TELEFONO 2157 APARTADO 480 Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica Las alternativas de la política y de los negocios hacen creer por el momento a los observadores, como dicen Idos corres.
ponsales, que los peligros de la guerra cis minuyen, aunque no sensiblemente para los observadores, como dicen los corresy para los ejércitos de las Naciones Uni.
das, empeñados estos últimos, en luchar por la paz y la democracia con todos los elementos de que dispone una civilización inclemente.
Mientras conversan en París los repre sentantes de cuatro poderosas naciones, el mundo está en expectativa y se imagina que la guerra, sin haber cesado, ha perdi do mucho de sus crudos aspectos y crue.
les realidades. Pero la guerra sigue, y sus consecuencias de hambre, muerte, escasez y miseria en todas sus formas se hacen sentir no sólo en el escenario de la lucha, sino en otras partes de un mundo triste.
mente descaminado. Lo que sucede es que la opinión general de las gentes, fuera de los estados mayores y de las grandes em presas dadas a la producción y venta de armamentos, es contraria a la perturbación inevitable de la tranquilidad que consigo traen las noticias de la guerra. Se piensa por ello que hay perspectivas de paz y las hay, en efecto, porque los Estados en competencia han sondeado la opinión en todas partes y se han convencido no sólo de que el mundo no quiere la guerra, sino de que, de haberla, será el fin de muchas conquistas morales y materiales.
Siempre se ha dicho que para una que rella se necesita la concurrencia, por lo menos, de dos voluntades. Pero eso no es cierto. Los Estados Unidos no querían la guerra en 1941; a lo menos parecía no quererla el senado, árbitro definitivo en ese país. Pero fué suficiente que la deseara el Japón, para que la república americana se precipitara en el oscuro conflicto.
Existía por el mismo tiempo un tratado de paz y amistad entre Alemania y Rusia Moscú temía la llegada de un choque armado con su aliado y no pudo evitarlo, porque Alemania necesitaba de la guerra para prolongar su existencia comprometida en la más estúpida y temeraria de las em presas. En este momento ninguno de los dos grupos en que se divide el mundo des contento de sí mismo quiere la guerra; el uno, porque sabe que en la prueba puede desaparecer el sistema político a que está vinculada su existencia, y el otro, porque se da cuenta perfecta de la extensión del daño que puede traer consigo para la ci: vilización un duelo armado de tan imponente magnitud. Estas dos consideraciones son de tan gran pesadumbre que han logrado, a pesar de imprudencias recientes, contener o apaciguar los amagos de belige rancia por unos días.
El temor a las consecuencias tiene furtdamentos en la experiencia y en el raciccinio. Supóngase que mañana se rompieran las hostilidades. En horas la Europa Central estaría invadida por los soviets.
Algunos estrategas de gabinete dicen que en cinco semanas los rusos estarían en Burdeos y en Lisboa. Es un mal deseo im.
perativamente convertido en pensamiento.
La verdad es que, a pesar de todo, la Europa Central, hoy como en 1940, no puede contrarrestar la agresión de ejércitos pode rosos. Resisirá, sin duda. Pero con Alemania armada que no quiere la guerra y busca la ocasión de vengar ultrajes, todavía frescos en la memoria; con Italia dividida; con Francia remisa y vacilante en los rumbos de su política, será dificil oponerle al empuje moscovita su carrera hacia el mar.
Cuando las bandadas de aeroplanos par.
tidos de América lleguen a detener a los soviets, tendrán que ejercer su moléfico poder sobre las ciudades amigas. Sobre Pa rís, sobre lo que resta de Berlin, sobre Milán, Bruselas y Copenhague, estallarán las bombas atómicas. Será preciso arrasar medio continentes antes de llegar a Moscú, que sin duda será aniquilada en pocos días Quedarán de lado y lado los ejércitos de tierra, contra los cuales la temible acción de las bombas atómicas es menos eficaz de lo que la imaginación atormentada de periodistas y técnicas les ha presentado a las posibles víctimas del conflicto.
Los dos grandes enemigos, separados por el mar y por los escombros de diez o más naciones, pondrán toda su capacidad des tructora en una lucha desesperada, de años acaso, al cabo de los cuales, si se firma la paz, será sobre los escombros de ciudades, de pensamientos, de aspiraciones, de espe.
ranzas, en que se asilaba una civilización fugitiva de sí misma.
Los cerebros directivos de la política mundial no son extraños a esta clase de razonamientos, y de un lado y otro, a pe.
sar de las preparaciones y de las amena.
zas, una oculta prudencia templa los es píritus y aconseja la cordura. Una pode.
rosa corriente de opinión nace en los Estados Unidos contra el envío de tropas al remolino oscuro de las aspiraciones y con trastes de la vieja Europa y el sentido común de las organizaciones responsables ha impuesto por unos días la necesidad de consultas y de mirar al futuro friamente y sin precipitación. Por el momento, la paz tiene más probabilidades de imponerse que en ninguna época después de la toma de Seul por los coreanos del Norte. Las Naciones Unidas han logrado llevar al con flicto la saludable influencia de sus altos destinos y de su significación histórica.
En este momento no parece posible que la vivacidad combativa de Mac Arthur logre imponerse contra las necesidades de la paz y de la cordura.
Si la lucha, como se asegura de un lado y otro, no obedece a ambiciones de domi nio territorial, sino solamente al anhelo de conservar ciertas formas de gobierno, es claro que la fuerza brutal no es el ins.
trumento de que las naciones han de valerse para resolver una lucha de ideas. Sin contar con que al fin de la lucha habrá cambiado de tal manera el horizonte ideológico que, cualquiera que sea el vencedor, empezará con el fin de la guerra una era de pensamiento acaso enteramente distinta de las corrientes que hoy se dividen el campo. Basta comparar el mundo po lítico y administrativo de 1910 con el del momento presente, para captar la idea de los cambios que sobrevendrían politica y moralmente en un mundo en que el Occi.
dente hubiera adquirido la responsabilidad moral de organizar a todo el Oriente, o viceversa. La sola contemplación de una cualquiera de esas situaciones hace correr un estremecimiento por el organismo consciente del hombre y de los Estados. Esta es una de las garantías de la paz, SANIN CANO HISPANIC INSTITUTE IN THE UNITED STATES Casa Hispánica, Columbia University 435 West 117th St. New York 27, THE GOLDEN LAND an Anthology of Latin American Folklore in Literatura Selected, edited and translated by Harriet de ONIS This anthology covers the literature of Spanish America and Brazil from the discovery of America to the present day. It is divided into the following sections, each with an introduction: 1, The Discoverers of the New Land. II, The Sons of the New Land. III, The Creators of the Nations. IV, Rediscovering the American tradition. V, Brazil.
396 pages Special price: 3. 00 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica