REPERTORIO AMDRICANOS 189 cuales proyectarse. Esto lo comprendieron los grandes músicos antiguos que viajaron por toda Europa y últimamente los modernos que pudieron llegar hasta América. Haendell, Mozart, Mendelsohn, Chopin, Wagner y cantos otros recorrieron casi toda Europa.
En Francia existe desde hace mucho tiempo lo que se llama el Premio de Roma pa.
ra los artistas, que consiste en una beca de a años para el mejor estudiante y que se obtiene por concurso entre los artistas franceses y es pagado por el Gobierno, el cual sostiene en Roma la Villa Médicis con ese ob jeto. Francia considera que el artista tiene mucho que aprender del arte italiano y compensa de ese modo los esfuerzos miserias pasados por la mayor parte de los artistas, para lograr ese premio y coopera de ese modo a fomentar el genio.
No puede ser que la República sea inferior a la Monarquía en cuanto a lo que a arte se refiere, pues todos aquellos monarcas del pasado ayudaron a los artistas y los alentaron a producir. Para la coronación de éstos siempre se encargaban óperas o sinfonías que se estrenaban con ese motivo y todos estos nobles tenían orquestas que subvencionaban.
El Louvre y el Castillo de Versalles están llenos de obras de arte pintadas por grandes artistas subvencionados por los monarcas para que pintaran sus batallas, es cierto que era para inmortalizarse ellos, pero también contribuían a inmortalizar el artista.
En resumen yo creo que si: 10 Se estudia un plan de mejoramiento de la cultura en Latinoamérica mejorando la enseñanza, sobre todo la secundaria, celebrando para ello congresos o reuniones de pedagogos de todos los países hispanoamericanos con objeto de reformar y unificar los métodos de enseñanza actuales. Si además los planes que formulen se adoptan por todos los países de la América Latina.
20 Si se estimula la producción artística instituyendo concursos para seleccionar anualmente a los mejores y se les envía con sus obras a formar parte de un certamen o concurso latinoamericano anual en el cual se otorgue un premio para la mejor obra, se adelantaría mucho en nuestra cultura, por lo menos artística. El ganador de estos concursos sería conocido por lo menos en América en tera, y se le daría ocasión de perfeccionarse visitando los diferentes centros adecuados y tal vez por este medio u otro que se propongan con iguales fines podríamos mejorar nuestra cultura y comenzar a sembrar para que dentro de 20 años las afirmaciones de Papini no tengan razón de ser.
Yo creo que todo esto es fácil de hacer porque no es necesario para ello grandes erogaciones que es lo que dificulta la mayoría de los proyectos. Si los Gobiernos prestan su ayuda y cooperación cuando se trata de olimpíadas de carácter puramente físico, no se negarán a hacerlo cuando se trate de concursos del intelecto.
Naturalmente no pretendo dar la solución de este problema de vital importancia, ni sería posible hacerlo en una exposición corta e indocumentada. He querido solamente, como el escritor portorriqueño, despertar el interés y el amor propio entre nuestras clases intelectuales y pedagogos para que ellos estudien este problema a fondo y traten de resolverlo. Si tal consigo quedaría plenamente satisfecho por haber contribuído con mi grano de arena a la grandeza de nuestra América Latina digna de mejor suerte.
Dr. Gustavo ODIO de GRANDA.
La Habana, febrero 18 de 1950.
aves, se determinan los momentos propicios para las siembras, se despierta el celo de los animales, la aptitud concepcional de las hembras, el amor de las flores y la palpitación de las mareas. Hay ritmos desconocidos o poco conocidos para las epidemias, para la Historia, para las cosechas, para el amor y para la muerte. Hay estirpes de longevos que mueren todos a la misma edad avanzada; y familias de elegidos que mueren en edad jóvenes. todos nos parece que el año, como nuestra vida, tiene infancia, adolescencia, madurez, decadencia y muerte. Los ritmos anuales se calan en nuestras vidas como el papel musical en la pianola.
Siempre he sentido admiración ante la seguridad sonámbula con que los niños cambian sus juegos en cada temporada. Cuando cada una de éstas se acerca, un despego, un cansancio, por el juego que debe jubilarse, anuncia la hora rítinica de otro que consuene con la época del año, en una misteriosa ecuación de vida. Esos muchachos que inician los juegos infantiles de cada temporada, muestran el mismo sentido finísimo del ritmo de las estaciones que las aves emigrantes. También los adultos parecen albergar la vivencia intima de que el año vive y aun de que el año tiene sexo. El verano nos parece masculino; tiene er érgica actividad, plenitud sexual, colmo de frutos y afán de luchar; representa el auge de lo viril sobre la Naturaleza vencida: comemos y dormimos menos y trabajamos más. El invierno, en cambio, es femenino, triunfa el ho.
gar, la comunidad; se rinde culto a la maternidad, al misterio del nacer: todo duerme en invierno, sumido en germinaciones profundas y silenciosas. La Primavera y el otoño son equidistantes sexuales: significan la adolescencia y la decadencia de nuestra vida las sentimos como equinoccios de lo humano, como zonas templadas de nuestro ser. La Primavera es Renacimiento; el Otoño es Romanticismo. El clásico renacentista canta la primavera, los prados y los arroyuelos que ríen, por la misma razón que usó peluca, por amor a la juventud y horror a lo viejo. Ese interno retoñar de jubilos, como si paladeáramos nuestra propia sangre nueva; esa sabor azul, de luces jóvenes de canciones disueltas, que nos da la primavera, dándonos anhelaciones en rebrotes y ensueños que florezcan, en juventud de ideas canción de sangre, hasta parecernos que ésta se nos hizo savia y nuestro cuerpo tallo, y nuestra conciencia, flor, explica el último sentido vegetal de nuestra vida. Por eso la mujer, que es un sér que florece cuenta su vida por primaveras. El romántico, en cambio, llora enternecido en el otoño y el invierno; por la misma razón que se conmueve ante las ruinas, exalta la vejez y prefiere, entre los verbos la elegía. El otoño tiene una resignada dulzura reflexiva. Se siente el desmayo del que pierde esperanzas y entusiasmos, que son la sangre del alma. Un dulce pesimismo nos hace estoicos y comprensivos, y nos hace pensar en la muerte. Sentimos cenizas en el alma, que dan un acorde con las cenizas de la Naturaleza en otoño. la pátina de las cosas, quietas y líricas como en un museo, la sentimos en el alma como palidez, como la cochura que v2 tiñendo los más íntimos marfiles. No es casualidad que al principio del otoño se haya instituído la conmemoración de los Difuntos, precisamente cuando el alma y la Naturaleza empiezan a hacerse cementerio.
Ritmos (En Rep. Amer. Todo, en el mundo, parece secretamente articulado en ritmos. No ha sido Spengler el primero que ha observado esos períodos de cincuenta y de setenta años en que parecen escribirse los ritmos de la Historia. Los hebreos celebraban el gran Jubileo cada cincuenta años (en realidad, al término de las siete semanas de años. y el pequeño Jubileo, a los siete.
Este era un número de abolengo en todos los pueblos antiguos. Para los pitagóricos, los períodos de siete días, meses o años, imprimían un cambio en los seres vivos. La apokathas.
fasis de los alejandrinos era un período de purificación del mundo de setecientos años.
Antes que los Siete sabios de Grecia, hubo los Siete sabios de Egipto, que, con el dios Thotn, formaban el Tribunal de la Sabiduría. El siete era Minerva, para los órficos, porque es el único número de la Década que no es engendrado ni engendra. En el Rig Veda se citan los Siete Objetos Preciosos de la Sabiduría, como se reconocen las Siete Joyas Bíblicas.
Entre los caldeos, era el número de la vida. porque eran siete los planetas que influyen en ella y siete los demonios, o parsis de su magia. es conocido el carácter de sagrado que tenía este número para los hebreos. Recuérdense las siete vacas y las siete espigas del sueño del Faraón. Para la toma de Jericó ordena Josué que siete sacerdotes avancen delante del Arca, con las siete trompetas del Jubileo; siete eran las columnas del templo de la Sabiduría; siete sellos los del Libro del Apocalipsis: ante el Trono hay siete espíritus; 2n medio otros siete. Este era el número de brazos del candelabro rodeado de siete estrellas.
etc. Además, el mes hebreo era lunar, de cua tro lunaciones de siete días.
Pues bien; modernamente, Moebius ha observado un ritmo setenal en la vida artística y sexual de Goethe; y, más tarde, Hellpach halla análogo ritmo en la vida de Roberto Mayer, de Helmholtz y de Mendel, comprobando Swoboda este mismo ritmo en las genealogías de muchos hombres ilustres y vulgares; es lo que él llama siete años de barbecho. que recuerdan la vieja creencia de nuestros campesinos de que cada siete años cambian las cosechas. Por su parte, el doctor Fliess, de Viena, seguido luego por Weininger, Pfenning, Rudder y otros, ha observado ritmos vitales en el hombre a base de compases de 23 28 días, como unidades biológicas para lo masculino y lo femenino, respectivamente. Es curioso que el período de 28 días, señalado como unidades biológicas de la mujer, es a la vez, un ritmo fisiológico en ella y un ciclo lunar completo.
Por otra parte, cada especie botánica tie.
ne sus ritmos vitales; casi todas, con la primavera, dan flores; con el verano, frutos, y con el invierno hojas muertas. Con las fases de la Luna y con el giro de las estaciones, oscilan las enfermedades en curso, emigran las Pedro CABA.
Valencia, España. 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica