194 REPERTORIO AMERICANO diligentes en lo que vuestros maestros os digan, porque ellos están profundamente interesados en que progreséis de un modo correcto, en la medida en que lo han logrado comprender. Someted a prueba todas las tareas que ellos os presenten con el fin, si es posible, de entenderlas y valorarlas según vosotros estéis capacitados para ellas. Descubrid paulatinamente la clase de trabajo que podéis ejecutar, por cuanto es el mayor de los problemas para el hombre el de saber cuál es la obra que debe realizar en este mundo. En verdad, la ética en el estudio, como en todas las cosas, es la consideración primera y la que debe sobreponerse a las demás. Un hombre inescrupuloso no pue.
de llegar a nada verdadero y sería mejor que a éste se le atase para que no actuara. Lo único que él hace es oscurecer con sus falsas palabras la luz del buen consejo. Doctrina vieja es ésta, pero también muy cierta y la encontraréis confirmada por todos los hombres pensantes que han vivido en la larga serie de generaciones de las cuales vosotros formáis la última.
Creo que sabéis, muchos de vosotros, que hace ahora setecientos años desde que las universidades fueron por vez primera establecidas en esta Europa nuestra. Abelardo y muchos otros se levantaron para exponer doctrinas que las gentes deseaban escuchar y hacia aquéllos venían los estudiantes de todas partes del mundo. No había entonces libros para perpetuar sus palabras, como ahora sucede. Era necesario oírlos directamente o no saber del todo lo que ellos querían explicar. Fué así como a su derredor se congregaron los que te nían algo que enseñar, organizándose gra2 poemas de Amparo CASAMALHU APA (En Rep. Amer. CANTO DEL OBRERO DESPIERTO CAMINANTE SOY.
Madre naturaleza: Voy por caminos anchos destruyendo ignorancias, por conquistar el pan, Trabajo con anhelo, estudio sin descanso; soy un obrero ansioso de conquistar su pan.
Un día y otro día, fui gastando la vida.
Mi cuerpo conoció el cansancio sin tregua, niis ojos escocieron; dió su fruto mi vientre con el grito supremo, y cuando la experiencia me nubla ya el semblante, ningún calor de vida siente mi corazón. mis hermanos digo que ha llegado el momento de olvidar viejos odios, por conquistar el pan.
dualmente, bajo el patrocinio de reyes y potentados celosos de la cultura de sus pueblos, para convertirse finalmente en una universidad.
Creo que sabéis también que todo esto cambió grandemente con la invención de la imprenta, que se verificó a la mitad del tiem po transcurrido entre nosotros y el origen de las universidades. Una persona ahora no tiene que viajar hasta el sitio en donde el profesor está exponiendo, porque en la mayoría de los casos ella puede conocer las doctrinas de te por medio de un libro, el cual puede leer una y otra vez así como estudiarlo. No sé de ingún medio como este para recopilar todos los hechos relacionados con una materia de un modo más completo, si a él amoldamos nue3tio estudio. No obstante, las universidades tienen y seguirán teniendo un valor indispensable en la sociedad, un altísimo valor. Yo nsidero que a ellas se les confían los más elevados intereses vitales del hombre.
Sin embargo, es una rara verdad la que anda en boca de observadores sagaces cuando dicen que el uso principal de una universidad en nuestra edad presente es el de que, después de haber terminado con las clases, nos prepara para coleccionar libros, una gran biblioteca de buenos libros que procederemos a estudiar y leer. Lo que hacen sobre todo las universidades, lo que encuentro que han hecho para mí, es el haberme enseñado a leer en varias lenguas y sobre varias ciencias, de suerte que yo pudiera penetrar en los libros que tratan de estos asuntos y ensayar con cualquiera de ellos en los que quisiese alcanzar maestría gradualmento, según lo encontrase adecuado para mí. Independiente de lo que podáis pensar acerca de esto, vuestro deber más claro e imperioso consiste en que seais asiduos en vuestras lecturas.
Aprended a ser buenos lectores, la cual es una tarea más difícil de lo que os imaginais. Aprended a leer con discernimiento; a leer todo lo que os interese y que esté de acuerdo con vues.
tras ocupaciones.
El más infeliz de todos los hombres es aquel que no sabe lo que va a hacer, que no se ha asignado un trabajo en este mundo y que no se esfuerza por realizarlo. Porque el trabajo es el gran remedio contra todas las enfermedades y miserias que acosan a la humanidad: trabajo honrado que intentáis verdaderamente ejecutar. Si no sabéis qué camino coger, un buen orientador, tal vez el mejor a vuestro alcance, es aquel libro que ha logrado despertar vuestra curiosidad. Es él entonces el que os suministrará las condiciones mejores y más fáciles para procurar vuestro adelanto. Análogo procedimiento usa el médico cuando distingue entre la salud física y los apetitos del paciente. Debéis aprender a discernir entre el apetito falso y el verdadero. Existe realmente un falso apetito, que conduce a fantasías con respecto a la dieta, a comer alimento condimentado que no se debe comer y que no se comería si no fuera porque es apetitoso y la mente se halla en una actitud indigna.
Todo hombre debe investigar y encontrar aque.
llo para lo cual tiene real y verdaderamente apetito, para lo que concuerda con su constitución y que los médicos le aconsejarían que comiese. Lo mismo sucede con los libros.
Os diré, como un principio de aplicación casi general a todos vosotros, que para el propósito de que venimos tratando es conveniente adentraros en la historia, inquirir lo que les ha sucedido anteriormente a vosotros a las faUn día y otro día, mi llanto va dejando rastro lleno de sal; para que el caminante que ama la tierra toda, no extravíe el andar, Que los hijos crecidos en la fábrica oscura, nos exigen a gritos la conquista del pan: con sus caritas pálidas, con su infancia perdida, con su falta de escuela, por conquistar el pan.
Madre naturaleza: dejé atrás los caminos de negra esclavitud, por conquistar el pan.
Un día y otro día, con las manos vacías; con el desierto a cuestas, con la sed en crescendo, con la amargura intacta!
Así debo seguir.
Un día y otro día, ciega y desamparada. sosteniéndome apenas la armonía de ayer, así debo seguir.
Mis manos van tendidas invitando a la unión, al estudio, a la lucha, por conquistar el pan.
Un clamor a lo lejos da la señal guerrera: es un dolor de siglos, la conquista del pan.
Ayer venía solo, hoy vamos por millares; nos hemos vuelto hermanos por conquistar el pan.
No importa que en la lucha caigamos sin remedio, con laurel en la frente por conquistar el pan.
Ya vendrán nuestros hijos, valientes, decididos, a contestar agravios por la lucha del pan.
Intentaré de nuevo el milagro perfecto de volcar mis dolores y mi perdido amor, en el crisol ardiente de la humana aflicción.
Ni yo tendré ya un nombre, ni lo tendrán mis penas; la orfandad de la tierra mía será también.
México, 23 de enero de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica