REPERTORIO AMERICANO 311 La vida barcelonesa de Jaime Barrera Parra Por Mario SANTA CRUZ (Es un recorte. Envio del autor, en Bogotá. Agosto de 1950. Este artículo es casi un una improvisación, porque lo he tenido que hacer a la vista del amigo y compañero que me lo pidió, hace algunos días, para la revista Santanderes, que va ya en su segundo número y que, aunque impresa en Bogotá, acendra el perfume viril de aquellos departamentos de gente macha. que tienen de la Venezuela próxima el anhelo de vivir peligrosamente, como ordenaba el Maes.
tro de Sils María, y la sensualidad terrígena, que es de recondita esencia colombiana.
Jaime Barrera Parra me hizo sentir en Barcelona la dualidad que añoro en estas lineas. Le conocía en casa del Dr. Aurelio Mutis, que era en la Ciudad Condal, sede de la cortesía que alabó Cervantes, el refugio de la colonia juvenil colombiana. Allí nos junta bamos los domingos: Jaime y Saulo Barrera, Luis Ardila Gómez, Luis José Luque, Antonio Ordóñez Mutis y Fernando Daza, cuyo rostro agareno le hacía pasar por andaluz. Por lo amado de las damas, le llamábamos Tortolito.
y trabajaba en el café del almacén de El Siglo. La esperaba todas las tardes en la Rambla y marchábamos cogidos de la mano, por las viejas calles medioevales, hacia la penumbra de los malecones.
Jaime prefirió una francesa, así como escogia loretas, cuando íbamos de farra por la Calle del Conde del Asalto. Tal afición le condujo a enamorarse de Georgette Castagnier, burguesita cuyos padres tenían un puesto de libros de segunda mano, cerca de la Catedral de Barcelona, bajo el rótulo pomposo de Librería religiosa y clásica.
La francesita era una muchacha llena de prejuicios sociales, religiosos y políticos. Creció y se educó pensando, como sus padres, en el fracaso de la Tercera República y en el regreso de los Borbones. El idilio estuvo en un triz de convertirse en tragedia, porque Georgette capturó a Jaime una carta de su novia de Bucaramanga, y se dio cuenta entonces de lo poco que significaba para el colombiano.
Apuró un veneno, como una midinette desilusionada. Afortunadamente la intervención oportuna del médico de la familia, logró salvarla. Qué fué a hacer Barrera Parra a Barcelona?
Esa pregunta me la han formulado muchos amigos que conocen el cariño fraternal que me ligó al delicioso escritor, prematuramente desaparecido. ella respondo, sin mordacidad: fué a aprender jabonería. Casi todas las mañanas nos separábamos cabe la estatua del Dr. Robert: yo me dirigía hacia la Universidad, que estaba al frente, y él tomaba allí un tranvía, rumbo a desconocida fábrica.
Ignoro, si cuando regresó a Bucaramanga, intentó como un Lemaitre de antaño, pedirle a los jabones el jugo económico que no le daría nunca el periodismo, porque una vez que dejó a Barcelona, con su austero padre, don Antonio Barrera, no volví a saber nada de él directamente, sino que hube de conformarme con leer en periódicos y revistas colombianas algunas de sus lindas crónicas, en que a veces evocaba los churros, los claveles de las Ramblas o el olor penetrante de los mariscos de la playa del Astillero.
Jaime Barrera Parra Jaime vivió al principio en la Calle de Pelayo, a pocos pasos del hermoso edificio de La Vanguardia, que no sólo era el mejor diario de Cataluña sino uno de los más serios y respetados de España. Le recuerdo como si le estuviera viendo: alto, desgarbado, cetrino el rostro, con el cabello lacio y rebelde que emergía bajo el ala del sombrero. Me preocupaban sus brazos, tan luengos, que con la punta de los dedos de la mano, se podía tocar las rótulas. Le bautizamos con el cognomento de Zigoto, porque se parecía, como una gota de agua a otra, al cómico italiano que hacía las delicias del público cineasta europeo.
Intimamos desde el principio, gracias a la igualdad de nuestras aficiones literarias, inclinadas hacia los autores franceses: juntos leíamos a Anatole France, Paul Bourget, Marcel Proust, que comenzaba apenas a ser conocido, y sobre todo, a Renán. De los españoles preferíamos a Unamuno, Azorín, don Ramón del Valle Inclán y Pío Baroja, tan cáustico, amargado y rústico.
La suave ironía espuma y flor de su alma bondadosa la fué acendrando Jaime Barrera Parra, como la esponja la sal del mar, en las lecturas morosas del hidalgo portugués Eca de Queiros. Ambos estuvimos de acuerdo en que el humorismo de éste era mucho más espontáneo, cosquilleante y ecuménico, que el de don Anatolio Francisco Thibault, como traducía mi amigo el nombre familiar del autor de Los dioses tienen sed.
El amor vino a mezclarse pronto en nuestros coloquios espirituales; todo el que lee aventuras eróticas ajenas, acaba por tenerlas propias. Yo, llegado de París, deseaba algo distinto, y me incliné hacia una catalana bella, rolliza, maternal, que se llamaba Clotilde NAUFRAGIO Estos versos Soledad en el recuerdo; cauce verde en la playa de suaves sonoridades; arena perdida en la curva del viento; canción de agua lejana, buscando.
Ecos de voces quebradas en lejanía. En Rep. Amer. VOZ ETERNA Desnuda en el espacio, eco y palabra se pierden en la surgida soledad, en la tristeza de las horas muertas, falma perdida en tu nombre!
En tu nombre abandonado en lejano silencio.
Más allá, alineados, corren presurosos manzanos; por callejones sombríos, entre cantarina hojarasca, entre césped y maleza.
Lentamente, caen las mustias hojas enarbolando suspiros, en los plácidos senderos, junto a riachuelos blancos, ide tanto gritar. junto a calladas piedras isomnolientas de tiempo y quietud! lo lejos, el césped florido en verdor, susurra su canto de amor eterno, junto a indígenas itabos, que desafiantes lanzan sus flores y hojas a vientos y a espacio.
Nada importa ya. en la blanca estela del mar, eterno de voces, la soledad es quietud en el paisaje de naufragio. Corazón perdido. en la estela de sombras y recuerdo.
Sube dulce voz de cantos eternos y divinos, icomo el alma del Creador!
Quietud que llena ambiente, plegaria divina, desplegada al tiempo y al espacio.
Ruth Ligia BRICEÑO CARRILLO Agosto de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica