REPERTORIO AMERICANO 119 Gilberto Chavez y la musicalidad del paisaje Por Francisco Javier HERNANDEZ (En Rep. Amer. PBAIXENCI amar con encendido amor a la tierra y al aire y a la luz y al crepúsculo, para entender la musicalidad de los paisajes que pinta Chávez. Tenue rumor de esquila son las rinconadas pueblerinas que pinta con sencillez campesina; murmurio lejano de voces que entonan el Alabado, son las nieblas que el pincel delicado que manejan sus manos, deja prendidas en los campanarios y en las espadañas. Actipan, su barrio; Michoacán, su solar nativo, ocupan en su majín lugar privilegiado. Pero Chávez compendia en sus lienzos un solo amor: el amor a la tierra, a la tierra de México.
Tiene entre su vasta colección de cuadros cinco maravillosas creaciones en las que parece inmortalizarse el sublime afán de los colores, por vibrar con música de alas. Concreción inefable de matices polifónicos, que irradian partículas de un niis.
terioso arrobamiento. Ante estos cuadros de Chávez, el espectador asiste al nacimien.
to de la luz, y envuelto en el madrigal de los tonos azules, se eleva hasta la epopeya lujuriosa del mediodía en los campos de México, para adentrarse después en un insondable mar de iridiscencias, en el que los violetas y amarantos elevan hasta la cima de las excelsitudes un canto ciclopeo a Zeus eterno. Después, la nota dominante es el gualda en la eucaristía del sol que declina, dejando extender su manto por laderas y campos dormidos. No hay tinie.
blas; sólo penumbra que ronda por colla.
dos y veredas sin rumbo. Gilberto Chávez, el asceta de Actipan, ha realizado en esta Pentafonía Pictórica suya, una de las más grandes obras musicales a escala coloristica.
México, 1952 Señas del autor: Calle Arenal No 11, Villa Obregón, Zona 20.
Gilberto Chávez Viajero: has llegado a la región más transparente del aire. Con este bello y significativo epígrafe, Alfonso Reyes abre las páginas de su Visión de Anáhuac, exquisito decir, maravillosa y viva expresión de lo que ha sido en el tiempo el escenario de un pueblo que vivió siempre al amparo del bastión que le forman sus gallardos volcanes con cimera de nieves antiguas, y contemplando la maravilla azul de la comba celeste, matizada por los ígneos fulgores del viejo padre sol. América es una locura del sol dijo también Santos Chocano, porque eso es, en verdad, el continente niño y la hermandad de patrias que lo forman.
Tierra de chinampa y de chirimía, ésta de Anáhuac; esoterismo de obsidiana.
Leyenda de riscos y nopales que florecen con altivez de águila y ofrenda de corazones palpitantes. Huertos que flotan y que detienen su marcha para ver pasar el tiempo entre las filas de huejotes enhiestos, imperturbables como guerreros tigres y ca.
caballeros águilas. Esta tierra prodigiosa, poesía en la que se funde el sortilegio de los lagos dormidos y el agreste panorama de los pedregales arcaicos paradoja de avatares cósmicos ha sido pródiga también en hombres que cantan con la lira o con el pincel las excelsitudes y las fragancias candorosas del predio. Producto del paisaje michoacano es Gilberto Chávez; del paisaje ha surgido, y a él se debe este pintor de églogas, que hace muchos años fijo su estancia en el tranquilo y otrora casi olvidado rincón de Actipan, en Mixcoac.
Gilberto Chávez, en efecto, surgió de la maravilla del paisaje nuestro; es su hijo legítimo. Por eso, con amor filial, sus amorosos dedos manejan el pincel que roba al aire su quejumbre de chirimía, al agua su nostalgia de alucinaciones recónditas, al circo de montañas su sed de abismos, al río su canción de milpa y al crepúsculo campirano los múrices del Angelus.
Chávez afina el secreto hechizo del agro fecundo, el que convierte en pan de los in dios la alborada radiosa; y oficia también, como viejo sacerdote sabeista, ante el ara de sus antepasados, envuelto en el polvo estelar de los soles del espacio y en los sahumerios del copal que se transforman en el lienzo de sus cuadros, en desvaída neblina de amaneceres tiernos. Es poeta y es músico; porque poesía y musicalidad hay en sus cuadros; son trasunto de la tier que canta con la misma ternura de la madre que ve crecer a sus hijos. En el matiz sedante de la hora que pinta, hay un eco rumoroso de voces conocidas y bien ama.
das: son los Othones y los Landívar, los Pagaza y los López Velarde.
Desde niño aprendi a contemplar los paisajes que pinta Gilberto Chávez; desde entonces saboreaba el deleitoso aroma de su huerto mínimo y el perfume de helio.
tropos que saluda al visitante que llega ante la reja de su casa de Actipan. Se diría, en efecto, que el artista vive desde siempre como en un Toboso, mirando acodado en su ventana el verde sempiterno de las madreselvas y las siemprevivas. Cuando contemplo nuevamente sus paisajes los mismos que vi en la infancia de mis años escolares recuerdo las tardes de octubre. 1953)
o de junio, cuando volvía de la escuela, si.
guiendo el rastro de las veredas, pisando surcos recién abiertos, paladeando el pan de natas con miel de abeja que llevaba en mi hato de colegial goloso y despreocupado.
Contemplar el paisaje, así no más, con los ojos del crítico frío y pedante que asiste a una exposición, no es sentir gustar el paisaje. La sinceridad de quien descubre su aliento el aliento de la bruna untuosa que envuelve el azul de la montaña, o el de la luz que reverbera en la cal de un jacal entre la milpa es la misma sinceridad del que vive dentro del paisaje y fren.
te a su estímulo constante. Es necesario La felicidad (En Rep. Amer. El señor se ha sacado cuarenta mil la felicidad, mientras la felicidad estaba a pesos en la Lotería de Navidad. oigo a su lado, desdeñada. La felicidad era como todos decir admirados. Qué felicidad! un niño inocente y cándido que estaba a La felicidad para esta gente está en los su lado gritando para que lo cogieran en pesos que se tienen. Valoran la felicidad sus brazos. esta gente no oía los gritos en cuarenta mil pesos. Qué poco valor le del niño.
dan y, sin embargo, tanto que la desean! La felicidad es candida, inocente, como La felicidad es el desideratum humano y los niños, y la gente se empeña en hacercuando llega el momento de justipreciar la astuta y perversa como los tahures. Pola la tasan bien bajo. La felicidad es el Pa nen la felicidad en un billete de la Lotería, raíso y esta gente se cree que el Paraíso tan incierto como el azar mismo, cuando se puede comprar como se compraría una la felicidad es para el hombre una cosa finca agrícola.
cierta, positiva, evidente. La felicidad está Se comprende, desde luego, que no sa aquí mismo, al alcance de mi mano, dentro ben lo que es la felicidad. si no saben lo de mí. La felicidad se me da gratis como que es la felicidad es evidente que no po. la luz y la lluvia que descienden de lo drán alcanzarla. Se pasan el año cogiendo alto.
billetes de la Lotería en la esperanza de La felicidad va por las calles, los calle.
tener un premio que sería la felicidad con jones y las plantas ofreciéndose a los hom.
que sueñan. Pero los billetes resultan falli.
bres para darles su alegría, su amor, su dos. Los premios no llegan. Mientras tan calor. Pero los hombres no le hacen caso; to, perdieron el tiempo y perdieron la fe. pasan junto a ella, desalados, corriendo tras licidad que el tiempo llevaba sobre sus alas un pedazo de papel en que tontamente pode águila poderosa y magnífica.
nen la felicidad.
Se pasaban el año soñando con los poLuis VILLARONGA.
cos pesos en que tasaban su sueño que es San Juan, Puerto Rico.
Apartado 1455. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica