BourgeoisieRussian Revolution

66 REPERTORIO AMERICANO lados frescos representando a los curiales y magistrados que roban los expedientes, mientras una Justicia diminuta, borracha está puesta en un rincón. Qué chiste!
Por fin la decoración de la iglesia del Jesús. Yo le propuse el tema. Qué orgulloso estoy de haber participado a su labor. Le dije. Tiene usted que pintar el Apocalipsis y lo leímos los dos. También aquello tenía chiste. Le propuse que pintara en la pared de la fachada, que es un muro magnífico, el Paraí60 con todos los animales. Figuraos a Orozco pintando fieras, cucarachas, gigantes, serpientes, y una pareja. Una sola! Sin tumulto, ni gritos ni revolución. No más que un pecado!
Un solo pecado. Adiós, Orozco, adiós, adiós! Hasta pronto y en el Paraíso. No el de ángeles y santos, ni el Olimpo con Apolo y las Musas. El de los hombres con alma como tú y yo, sintiéndose unidos, aquí y allá.
Chalet de la Tour.
Cologny. Geneve.
15 octubre. 1949.
PBHIXEN Suprema Corte de Justicia de la Nación, México.
Sala de pasos perdidos bre. Nos hizo mucho bien, fué una cura. Tenía chiste! Ya pasó. Todo tenía su chiste para Orozco.
En una temporada última en Nueva York, pintaba composiciones monstruosas de pedazos de persona humana en desorden. Decía. Ya no hay hombres, no más que trozos de humanidad, pegados de cualquier modo. Así somos hoy, un rompe cabezas.
Orozco cambiaba de estilo cada cuatro o cinco años. Después de un tiempo de vacilación producía algo que no gustaba a la gente, ni a él tampoco. Por fin, de un salto, con aquel estilo, realizaba una de sus grandes creaciones. Las etapas son: Los frescos de la Preparatoria, El Prometeo de Pomona, Guadalajara, Darmouth, New School, Corte de Justicia y la Iglesia del Jesús.
Los frescos de la Preparatoria, su obra de juventud. Cuatro grandes plafones, lo mejor que se ha pintado en un siglo; hay que arrancarlos de allí, cosa fácil, y ponerlos en la Cripta del Monumento a la Revolución: La Trinchera, el adiós a los símbolos caídos, la Madre. siempre creando, el Amor universal y eterno.
iQué mezquinos quedan los esfuerzos decorativos modernos de Europa al lado de aquello!
El fresco de Pomona, el Gran Prometeo, yo se lo encargué y explicaré su historia en otra parte. Representa el momento culminante de otra etapa. Es perfecto en su estilo. Magnífico, monumental, sublime! Fué pintado en dos meses. Cien metros cuadrados! Le pagamos 400 dólares. Pobre Clemente. Qué bueno fué! Pero, hasta aquel dinero tuve que procurarlo yo, pidiendo limosna a los estudiantes.
Orozco era entonces desconocido en Estados Unidos.
Tercera etapa, Guadalajara! En realidad son dos o tres. Pintó allí tanto! En la Cúpula de la Universidad quiso hacer una síntesis de lo que puede producir el hombre sin valerbe de alegorías clásicas. Ciencia sin personificarla con una dama que sostenga una lámpara, Industria sin otra señora con una rueda dentada, Medicina sin la tradicional mujer con la redoma. Tal modernización era audaz. Peligrosa de fracasar. No insistió.
En el Paraninfo de la Universidad y en la escalera del Palacio del Gobierno, otra etapa!
También en Guadalajara el Hospicio con bus inmensas paredes y bóvedas, llenas de frescos: todavía otra etapa.
De Darmouth y la New School no puedo hablar; son esfuerzos de titán que está explorando. Pero, por fin, otra etapa, otro escilo, con los frescos de la Suprema Corte! Yo llegué a México cuando acababa de terminarlos. Me dijeron: Vienes a tiempo; Orozco ha pintado unos plafones que han creado un mitote terrible. Dicen que quieren destruirlos. Fuí a verlos, y al día siguiente hice publicar en Excelsior, un artículo que empezaba así: Estáis locos, señores mexicanos, por no comprender el milagro que acaba aquí de realizarse. Se ha producido una gran obra de arte! Es más milagro que si un yerbatero en la Plaza Mayor devolviera la vista a los ciegos, o hiciera andar derecho a los lisiados. La obra de arte es rarísima, siempre lo fué; se pabarán siglos antes que pueda aparecer aquí otro Orozco y producir obras como la que él ha pintado. Imaginad! En la sala de pasos perdidos del Palacio de la Corte se ve en el fondo un tigre saltando para proteger la bandera mexicana que cubre el suelo, debajo del cual están los tesoros nacionales, petróleo, metales, aguas. En los José Clemente Orozco y su humanismo Por José MANCISIDOR (En El Nacional de México, 12 de Septiembre de 1949. La primera ocasión en que me detuve frente a una obra de Orozco, fué en Orizaba, cuando en el equipo de La Vanguardia luchaba a nuestro lado en contra de los enemigos de la Primera Jefatura de la Revolución. El, con su capacidad para captar en su retina ciclópea las imágenes vivientes, lo ha dicho ya en su autobiografía. Pintaba, entonces, rabiosas caricaturas anticlericales. Lo que su pincel revelará luego, lo tiene ya a la vista: Tropas iban por la vía férrea al matadero. Los trenes eran volados. Se fusilaba en el atrio de la parroquia a infelices peones zapatistas que caían prisioneros de los carrancistas. Se acostumbraba la gente a la matanza, al egoísmo más despiadado, al hartazgo de los sentidos, a la animalidad pura y sin tapujos. Las poblaciones pequeñas eran asaltadas y se cometía toda clase de excesos. Los trenes que venían de los campos de batalla vaciaban en la estación de Orizaba su cargamento de heridos de tropas cansadas, agotadas, hechas pedazos, sudorosas, deshilachadas.
Más tarde descargará el tremendo peso que lo agobia. Aquellas escenas saldrán de su alma para eternizarse en los muros de la biblioteca de Jiquilpan, en los del Palacio de Gobierno de Guadalajara, en los de la Escuela Nacional Preparatoria y en dibujos y acuarelas de fuerza incontrastable.
Había nacido el muralismo. La lucha venía de antes. Los conceptos revolucionarios se aclaraban. La influencia de la Revolución ru6a estaba presente. Pero era necesario el triunfo de la Revolución mexicana, el clima espiritual que ella había creado a la sombra de las conquistas materiales en favor de los obreros y los campesinos mexicanos, para que entrara esa corriente de aire limpio, puro, que nacía er el alborear de una nueva existencia y de una necesidad histórica que ninguno se atrevia ya a negar. Se hacía más claro el obrerismo.
Obregón llegaba al poder y con ello se abría otra etapa en la historia de nuestro pueblo. El arte al servicio de los trabajadores. rezaba la nueva consigna política. Abajo los artepuristas y los neutrales! En el arte como en la vida, la neutralidad no existe.
Se disputaba. Se enconaba la pelea. Acechaban su oportunidad los estridentistas, esa corriente pequeñoburguesa que había de liquidar, con su espíritu iconoclasta a los consagrados.
La pintura apuntaba al corazón de la burguesía. Alfaro Siqueiros había leído Manifiesto. Diego Rivera retornaba también de Europa. Pero ahora la mirada de estos hombres se hincaba en el dolor, en el hambre, en la miseria de su pueblo. Ya no más París. Azuela había sacado a la superficie, en Los de Abajo, a los Demetrio Macías. Estos eran una parte de la realidad. No lo eran toda. Martin Luis Guzmán traía, en sus alforjas de peregrino villista, a Francisco Villa y a Rodolfo Fierros. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica