150 REPERTORIO AMERICANO Amor a su pueblo, a la patria, a su tie.
rra herida, herida por la injusticia, donde ¡El campesino muere!
sin luz. SELECTA sin pan, sin agua limpia.
Muere para morir, pegado al suelo renegrido que es como la espuma de la muerte La Cerveza del Hogar BLECTA Amor a los niños y, sobre todo, a sus hijos.
Si: iel hijo. He ahí la materia cardinal el amor es la substancia de su temática!
Al hijo se da el poeta por entero en la vida y en el arte. El es su máxima pasión, su sonrisa y su agonía, el agua de su sed y el pan de su hambre. Cuando enferma el hijo, siente que se le ha hecho carbones el espíritu. y siempre ve en él una fuer za de alba perenne ante la cual es muy mí.
sera su propia arcilla animada. Por eso di ce a su mujer: EXQUISITA SUPERIOR mo suya, tiene que serlo también de sus hijos. Forzoso es él no concibe otra cosa que ese dolor desaparezca, aunque se quiebre la entraña y muera la propia sangre. tu voz. Esa voz no es la tuya de todos los días.
Es la que está detrás de tu garganta. tus manos. Esas manos no son las manos con que tú acaricias a tu hijo.
Son las manos que están detrás de tu cuerpo!
Pero tampoco estas espaldas son las mías.
Ni éstos son mis ojos.
Sin embargo, tú tienes que estrechar entre esos brazos a tu hijo y yo tengo que llevarlo sobre estos hombros. Dolor de sentirse miserable ante esa fuerza de alba perenne. de levadura de futuro! Al futuro, a la realidad ideal que él añora, empuja al hijo con voz que tie.
ne acentos bíblicos: Hijo mío: sé tú de los primeros en echar a guerrear las quemaduras de tu frente, en echar a guerrear tu pecho para que la tierra se levante; sé tú de los primeros en afilar la boca para derribar las espesuras intactus de las sombras; en socavar el corazón de las tinieblas, en romper las vértebras sacralizadas del horror y en golpear, con tus brazos, el duro silencio del monte; sé tú de los primeros en precipitar la sangre de Dios al laberinto de las tumbas, sé tú de los primeros en morir para que nazca el hombre!
Si rica es la temática, rica es también la arquitectura de imágenes y la expresión.
El mundo se entregó a su alma y él usa, armoniosamente, de sus dádivas. Plasma lo esencial con la savia de lo adyacente y perentorio. esa es su actitud permanente. Mientras otros poetas sólo cultivan par.
ticularismos, llegando éstos a asumir falsa función de esencia, en él las cosas sueltas, que viven por sí solas el árbol, el río, el fuego, la máquina son sólo instrumentos para la concreción del hecho poético, que obedece a una emoción de raíz univer.
sal. Esta verdad se hace ostensible en sus dos libros más afamados: Pulso y Onda y La Tierra Herida, que con tan entusiasta fervor la crítica continental acogiera. No hay un sólo poema de estos libros donde la idea de raíz universal no asome como médula del milagro poético; y donde no se sienta un aliento subterráneo o un hálito celeste. Pero si tal cosa asombra, mayor es el asombro que sentimos ante el universalismo de sus pocos poemas con temáti.
ca aparentemente particular. Su madre, por ejemplo, fué un ser libre y suelto; no tuvo el universalismo de la idea del bien ni de la fuerza gravitatoria. Mas cuando el poe.
ta canta su amor y su presencia, como lo hace Navarro Luna, con aliento de infini.
to y pasión de eternidad, su madre cobra categoría divina y deja de ser accidente para convertirse en esencia.
Señalemos, además, que la primacía de lo esencial no desmedra la maestría en el manejo de las cosas particulares. Las imá.
genes que con ellas crea abren un ancho cauce de bellezas que caen sobre el pecho del alma como voces del cielo. temblo.
rosos nos quedamos ante el regalo y ante el don singular que nos lo trajo. Don de hermanar la piedra al sollozo, la noche a la mano del hijo, el mástil a la lágrima.
De hermanarlos y de hacerlos latir con vida propia.
Por eso, por esa fraternización de cosas ideales y tangibles es que su poesía a algu.
nos asusta o da la impresión de un rescol.
do. en verdad, para no quemarnos en su celeste fuego, precisa acercarnos a ella con el alma desnuda, libre de alientos frívolos o de lastre de ligerezas. Hay que llegarle con la pureza del aire y grávido de surcos.
Sólo así es triunfal la captación y nos al.
za su mensaje. Aquel que se asomó a su ventanal con el aliento turbio de vanidades, ique se aleje! No podrá ponderar el prodigio: permanecerá ciego y sordo ante la armonía y no habrá en su interior hue.
co hondo donde pueda vibrar el canto. Que se aleje! No es para él aunque el poeta tal vez así lo quiso la procesión de sin gulares connubios entre ideas y palabras que parecen inunibles.
Connubio que de tan armonioso, pasma.
Quizás sólo Pablo Neruda, en América, nos lo ofrece de modo tan rico y continuado.
Comparemos, al azar. Neruda dice: El ser como el maíz se desgranaba en el inacabable granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos miserables, del uno al siete, al ocho, y no una muerte, sino muchas muertes Ilegaba a cada uno; cada día una muerte pequeña, polvo. gusano, lámpara que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas entraba en cada hombre como una corta lanza y era el hombre asediado del pan y del cuchillo el ganadero: el hijo de los puertos. o el capitán oscuro del arado, o el roedor de las calles espesas: todos desfallecían esperando su muerte. su corta muerte diaria; y su quebranto aciago de cada dia era como una copa negra que bebian temblando. Navarro Luna: Fué chispa disparada a un centro de negrura: harapo guerreador, cólera en puntas. Sobre el charco de muerte sangró por la luz atribulada.
La úlcera de los enconos que supura en la carne de los esclavos ofendidos cortó los hierros a las violencias azuzadas. los andrajos iracundos se levantaron de un lecho de lacerias para ya acabar de morir. No es acaso la misma expresión multicolor, la misma vertebración de cosas que parecían eternamente invertebrable? Si: es el connubio, por la magia de la poesía, de la luz y la sombra, del canto y el silencio.
Tales perfiles y voces dan a nuestro ¿Por qué pasión tan intensa y trágica?
Tal vez porque el poeta, sin saberlo, ha sido uno de los escogidos por la sombra que nos gobierna para contribuir a la trasmutación de realidades que el instante vi.
ve, para coadyuvar a quebrar los peñascos del dolor universal y abrir sendas de paz y de dicha. Obrero ingente de la maravi.
llosa obra, es lógico que llame al hij que es más que él mismo, y le pida que tome, junto a él, el pico y la pala. El ruego brota de lo íntimo, de la calidad nazarena de su alma, de la calidad que es todo dación, fuerza de bien e impetuoso arranque de sacrificio por la felicidad de los humildes.
El dolor de los demás es pena suya, y co Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica