Terrorism

54 REPERTORIO AMERICANO Dr. García Carrillo 29. de Hostos, Critica, Habana, 1939, pp. 300 303.
30. Tradiciones, II (C) 59.
31. Blanco Fombona, op. cit. 383 385.
32. de Hostos, Critica, op. cit. 303.
33. Tradiciones, (C. 290.
34. Ibid, II, 93; III, 196; V, 302.
35. Ibid, III (C. 340.
36. de Hostos. Tratado de Sociologia, Habana, 1939, pp. 184 185.
37. Tradiciones, III. C) 101 102; 341.
38. Ibid, IV (C. 319 320.
39. Ibid, I, 205; II, 184; II, 263; V, 299, 352; III (C. 101, 102, 352.
40. Baltasar Gracián, El Criticón, Madrid. 235.
41. Palma, Poesías completas, op. cit. 235.
42. Tradiciones, I, 16, 83, 138, 181, 232, 307: IV, 119, 207; VI, 243 244; (C. 272 273; Palma, Apéndice a mis últimos, op. cit. 210: (C. 18, 259260.
la Vida, Madrid. 203.
43. Unamuno, Del Sentimiento Trágico de la Vida. Madrid. 203.
44. Tradiciones, I, 232 233; II, 136, 143, 295; (C. 250 60.
45 Rubén Darío, en Tradiciones, I, XV.
46 Clemente Palma, en Tradiciones, III, 47. Valera, Obras, op. cit. Vol. 42, 200.
48 Tradiciones, (C. 138 39; 387.
49. Ibid, 290.
50. Ibid, V, 287 289.
51. Palma, Poesías completas, op. cit, 17 18.
CARDIOLOGIA (Radioscopía y Electrocardiografía. METABOLISMO, VENAS VARICOSAS.
Sus teléfonos: 1254 y 4328 Carta de Luis Eduardo NIETO NIETO CABALLERO al Presidente de Colombia (En Rep. Amer. Bogotá, noviembre 28 de 1949.
Excelentísimo señor Doctor Don Mariano Ospina Pérez.
Presidente de la República.
Señor Presidente: Escuché anoche la Exposición que Usted quiso hacernos a sus compatriotas, a través del micrófono, acerca del proceso, del resultado y de las perspectivas de las elecciones. Todo para la mayor honra y el mejor provecho de la patria, porque parece que jamás se habían verificado unas elecciones tan tranquilas, ni cuyos resultados satisficieran tan ampliamente al gobierno.
Tranquilas sí, señor Presidente, porque una previa labor de terrorismo, adelantada sin el menor escrúpulo y con la mayor frialdad en múltiples secciones, obligó a los dirigentes liberales a dar el consejo, o mejor la orden, de que ningún miembro del partido se acercara a las urnas. Fué una defensa elemental de la vida lo que dictó esa determinación, que necesariamente habría de producir una calma muy semejante a la de los sepulcros.
Todas las fuerzas del gobierno se pusieron con la debida anticipación al servicio de la candidatura del doctor Laureano Gómez, que de otra manera, en un debate limpio, sin coacción, sin robo de las cédulas a los campesinos y sin amenazas, no habría triunfado nunca. En toda la historia de nuestra patria no recuerdo nada tan descarado ni tan vergonzoso como esa elección, verificada con el anticipado cumplimiento de la consigna a sangre y fuego.
Antes que nosotros los liberales, irán a ser ustedes, los conservadores ed cierto temple o de cierta tradición, Usted en primer término, señor Presidente, las más notorias víctimas.
Con nosotros ya empezó el coqueteo. estas horas de la vida se viene a acordar el permanente sembrador del odio el constante predicador de la agresión, de la acción intrépida y de la república invivible, de que todas esas pasiones y sentimientos son malos. Diz que nos va a amparar bajo sus alas poderosas cuando se halle en el gobierno. Usted, señor Presidente, el grupo de los leopardos, que resultaron gatos, los doctores Zuleta Angel, Urdaneta Arbeláez, Francisco de Paula Pérez, Jesús María Marulanda, Gilberto Alzate Avendaño, Guillermo León Valencia, Alfredo García Cadena, tantos otros, que deben de estar felicitándolo de dientes para afuera, irán a ser olvidados, o tratados mal, o despreciados.
Ese dios es implacable. Pero si hubiera ganado la batalla. Si no fuera a surgir sobre una pirámide de cráneos!
Si no hubiera sido el fruto, madurado a apretones, de la coacción y de esos sistemas de terror que supieron implantar el doctor Luis Ignacio Andrade, ministro de gobierno, y buen número de gobernadores! El nombre de los chulavitas, asesinos uniformados, queda en nuestros anales como el emblema sangriento de esa victoria.
Cómo deploré, señor Presidente, que en su alocución de the no hubiera hecho la menor referencia a esos compatriotas, de todas las clases sociales, caidos en la brega; que no hubiera tenido ni la más leve palabra de alusión al hermano de quien más eficaces, valerosos y gallardos servicios le prestó a Usted durante toda su tarea gubernativa, Vicente Echandía, caído la antevíspera de la farsa electoral en una de las emboscadas más sombrías de nuestra historia, es un símbolo del derecho sacrificado, de la moral hollada y del amor fraternal profanado por los asesinos.
Al señor general Sánchez Amaya, ministro de la Guerra, le dije personalmente, cuando fui a solicitar el permiso para que los funerales de la víctima se celebraran en la iglesia de la Veracruz, que todavía más miserable que el asesinato era la explicación, salida del ministerio de gobierno, donde antes se había negado por conducto de la Radiodifusora Nacional que hubiera habido choque alguno, en el sentido de que un grupo de caballeros, casi todos legisladores, e inermes, que acompañaban en su excursión al doctor Darío Echandía, habían atacado a la policía, la que se había visto obligada a defenderse. Si en tal forma han mentido respecto de algo ocurrido en el centro de Bogotá, con numerosos testigos, como lo habrán hecho esos sicarios a todo su sabor para calumniar a los liberales de los departamentos!
Quiero aprovechar, señor Presidente, la libertad que me he tomado al dirigirle estas líneas, en gracia de la benevolencia con que recibió las que anteriormente me permiti dirigirle acerca de la manera irritante como se venía. y se continuará ejerciendo la censura de la prensa, lo inaudito que está ocurriendo en las cárceles en materia de torturas.
Los más elementales sentimientos cristianos han desaparecido. Se han traído los tormentos que Juan Vicente Gómez ordenaba aplicar en la Rotunda a los presos políticos.
En el país hay casos de narices, orejas y lenguas cortadas, como en los días de Boves, de gentes flageladas, quemadas, colgadas de los pies y de órganos todavía más sensibles; de labriegos acuchillados dentro de las cárceles, como ocurrió recientemente en Cajica; de mujeres violadas; de niños reventados contra las losas; de los más espantosos refinamientos en el arte diabólico de hacer sufrir. aquí, señor Presidente, hay estudiantes a quienes a golpes se les han roto los dientes; presos que braman de dolor al recibir el azote de ramales que tienen puntas de hierro; escritores eminentes a quienes se mantiene en sótanos sin luz y sin aire, entre los cuales me limito a citar a León de Greiff, altísima cifra de las letras de Colombia, empleado de primera categoría en el minisetrio de Educación, a quien la humedad y el frío han producido una bronquitis que, si no se le retira de ese antro, puede degenerar en pulmonía. Personas de la alta sociedad han estado también en esas cárceles, como Fernando Carrizosa, vicegerente de la Avianca, a quien durante toda una noche se le obligó a estar de pie, sin permitirle recostarse. Para que nada falte, hombres de trabajo, prácticamente apolíticos, como Jorge Pardo, dueño del Teatro San Jorge, han sido apresados sin decirles el motivo, para humillarlos tan sólo y para dejarlos pensando que le ha pasado a Colombia.
Yo tengo para mí que todos esos desafueros e infamias se han estado cometiendo a espaldas de Usted, a quien no le deben contar sino lo que le pueda permitir afirmar que vivimos en una santa calma. Con la esperanza de lograr su pronta intervención, para que sean licenciados los torturadores y para que no den más consejos los que aprendieron cosas horripilantes en las ergastulas de España, me he atrevido a dirigirle esta carta, en la que no quiero que vea sino mi profunda sensibilidad de colombiano, al lado de los sentimientos con que me suscribo de Usted como su respetuoso servidor y amigo, Luis Eduardo NIETO CABALLERO.
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