REPERTORIO AMERICANO 51 de canto, que han construído sus nidos en los viejos amates a la orilla del río que, en el verano, duerme y se sale del cauce en invierno y se enoja y se lleva los puentes de piedra, que eran juegos de niños en el vado; los puentes del azteca, del indio que hizo ciudades de palabras que tienen un acento gracioso, y aun resuenan en nuestro corazón encadenado a la música antigua: Siguatepeque, pueblo de muchachas. Guacerique, nombre canoro, fresco, cargado de peces y de estrellas; y algunos nombres mayas que vienen caminando desde muy allá del día en que nacieron las estelas de Copán y desde el día en que alzó, poderosa, su antorcha, el Dios del Viento; Ulúa, Sula, Omoa, Danlí y Oropoli, resbalan lentamente en el oído como gotitas en la antigua cueva en que están dormidas las edades que vieron los primeros pinos, los primeros caobos, los ceibos de raíces milenarias, que caminan, caminan y caminan con su mensaje oculto hasta las tierras donde el Señor de Esquipulas ve llegar a los indios con sus danzas y sus banderas desplegadas, el día del alborozo unánime en que los nietos de los nietos del azteca y el maya unen manos y corazones en la plegaria y en el llanto como el amate de raíces hondas que mece su larga y verde cabellera sobre las aguas de los ríos que bajan de los montes con fragmentos de ídolos y colores de orquídeas. Oh Patrial. Oh Madrel, adorna tu vestido de zaraza y tu humilde sonrisa más graciosa, como las madres que en sus pueblos bordan el complicado encaje para el traje que ha de llevar el niño en el bautizo cuando el canario de su trino de oro al viento claro, en el albor del día, y la campana rota con su voz más recóndita y llena de dulzura llame a todos para que lleguen a la fiesta en que compadres y comadres jurarán quererse siempre, como los abuelos que no tuvieron odios y juntaron las manos, cerca de las luminarias bajo los robles llenos de parásitas.
de las orquídeas niñas que se asoman tímidamente a ver pasar las nubes desde los nidos verdes que, en el bosque, improvisan huyendo de las manos que buscan llamás en las flores altas; tus orquídeas manejan tus colores sencillamente, como los pintores impresionistas, y como tus pájaros carpinteros, que esconden sus ahorros para el invierno, entre los broncos troncos del roble en que encontraron su refugio las colmenas huidizas que robaron su miel a la guanábana, y al pino su madrigal más fino entre la lluvia 1Oh Patria, sé siempre propicia a tus hijos, sonríeles, y cuéntales tu ambición más humilde, no tu historia hundida en sangre y lágrimas cobardes!
Dales valor en los días difíciles, y que toda la familia esté contenta y orgullosa de ti Oh Patria, oh Madre!
Tus valles son de luz en que se azula el agua llena de cristal canoro, El Zamorano y el Valle de Sula, los de Sensenti, Quimistán y Yoro, el Valle pingüe, el valle del solsticio de invierno y el feraz y frumenticio, con el confin que no tiene horizonte, tierra de pan llevar sin beneficio, que sólo tiene el trino del sinsonte. esos pueblos callados, ingrimos y remotos, allá en el hondo fondo, coronados de humo, y llenos de muchachas que, sin novio, suspiran, y tienen ojos tristes como las Dolorosas que en los templos oscuros con el manto raido en la Semana Santa, salen a hacer visitas a San Juan y le muestran puñales sobre el pecho y los ojos en blanco.
Los pueblos aparecen con sus casitas, cuando del campanario vuelan las palomas del ángelus, esparciendo noticias del cielo: que la Virgen ya tiene los ojos tan azules como el cielo de Honduras en las tardes en que el río, a lo lejos, es serpiente de plata que ondula al infinito. Oh pueblos que se llaman Cedros y San Antonio de Oriente, Valle de Angeles, Yorito, Dulce Nombre, La Rosa. Oh procesión de nombres con retintín de plata antigua que, a veces, en las noches con fantasmas, se escurre de las botijas donde el rico más tacaño sepultó sus ahorros!
Bajo las noches claras, los ocotales con luminarias, miran pasar a los arrieros que van de pueblo en pueblo ofreciendo las cosas que codician las niñas paliduchas que en la noche dormida oyen gritar al Duende, el personaje que arrea los ganados hacia la Costa en donde los bananos producen oro a montones como en los días en que se hablaba de unir a los dos mares con locomotoras, Fué una grande ilusión, como las otras que has tenido, porque hay una riqueza en el sueño, una mina inexhausta, fantasma entre las flores.
De pronto, por tu cielo pasan las guacamayas pregonando Tal crepúsculo sus colores fantásticos; te dan las albricias en la tarde, en el alba, los pájaros insomnes, porque eres una vasta pajarera con luz; no hay en el mundo, según Twomey, tan bellos y variados, y hablan muchos idiomas, desde el maya que hablaban los poetas del Popol Vuj, y el lenca y el chortí; pájaros que aun escuchan la voz exultadora del Dios del Viento, el profeta que seguirá en su plinto hasta que el aire muera de amor en las montañas donde el quetzal, joya cerúlea, tiene un nido no de piedras preciosas sino de hierbas débiles, y el canario de pecho de oro, que al cantar remeda el agua íntima que taladra las piedras y penetra en el alma de los dioses caídos; luego pasan innumerables niños con alas: son los ángeles de la mañana, hondureña, los ángeles que llevan nombres borbotantes: la calandria, el turpial. el zorzal, el clarinero, es el coro sinfónico que abandona las nubes para ofrecer conciertos a los pueblos de Honduras, pueblos primaverales en la lluvia perenne, pueblos de pastorela, cada uno con huertos en olor Ide guayabas y fragancias en flor; pueblos en donde labra su panal e! Amor, las abejas guardan su miel sin darse prisa y desde montaña baja un frescor de brisa; loor a la hermosura de tus cañaverales, de espadas que se hunden en las noches impuras, ay de las pobres víctimas de sus garras letales, de los miles que abrevan en eso manantiales el veneno diabólico de las cañas maduras. En la plaza aparece en noches de retreta la banda filarmónica que desentierra valses con telarañas, y en la noche, en el velorio se cuentan las historias más alegres al compás de la cena sucudenta y el bárbaro licor que da la caña. Ay! Es un niño el muerto, un ángel, angelito que se fugó del mundo, pue no llegó el doctor a tiempo; las comadires comentan a su mode el incidente, y la abuela corta yerbas fragantes que derrama en el piso, santiguándose para conjurar maleficios; al ángel lo sepultan en una loma, mientras suenan guitarras y estallan los cohetes la lluvia está cayendo con sus lágrimas lentas, cae sobre los patios con toronjas maduras, sigue cayendo goteando día y noche. AT Sonia cae Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica