376 REPERTORIO AMERICANO Tránsito de de Alma Fiori Por Alberto REMBAO (En Rep. Amer. Victoria Bertrand (Alma Fiori. En 1934)
Maximiliano Martínez practicaba cuando menos en lo ideal. La teosofía y Maximiliano fueron motivos de choque cuando ella lo defendía con calor de lealtad que no investiga y que es fiel porque sí, pues que al mencionado se le acusaba de tirano por sus represiones de sangre y fuego.
Así de leal era Toyita Bertrand, así siempre de buena y siempre tierna y siempre suave la Toyita verde que se le decía por el motivo de varios de sus sonetos de un verde de Honduras, que nada tiene que ver con el clásico gitano de Granada.
Lo oriental del Krishna no aparece empero en la poesía de la Bertrand, cuya lira se va más bien por lo erótico dolorido o si no por lo panteista occidental helénico.
Desde este rincón lo que más gusta es lo de la adolescencia y la primera juventud colegial de cuya época será Nómada que dice tengo un alma de nómada con la ilusión de andar por el lejano mundo. Siempre hay en mis cantares amor por lo distante y anhelos de volar. En torno a este nomadismo estético se rompió más de una lanza al predicarle como a hereje el imperativo de la aplicación y la disciplina que se imponen en todo arte de altura y se le decía que escribiera más como Nómada y menos como un Me estoy enamorando, lo presiento. inspirados por los ojos azules y los rulos de oro de cierto banquero de Wall Street.
Lo que hubiera sido Victoria Bertrand en el orbe de las letras caso de haber cuidado con devoción su llama inicial no se sabrá ya máxime cuando en la última dé.
cada había dado en la flor de cultivar el inglés popular, con lo que cayó en el departamento latinoamericano de la revista United Nations World. la medida del consejo y del deseo sin embargo, aquí uno quiere creer que la hondureña querida se había ido a México a recomenzar con sus viejas vocaciones que son amores inolvidables, dándole la espalda al periodismo y a Shakespeare. Quién habrá de auscultar los motivos de la altura del Valle de Verde de Tenochtitlán la excelsa que le rompió el corazón de jade al Alma neoyorquina cual si para realzarle sus líneas aquellas de su Honduras natal que se leen en El pinar. Los pinos me rodean, respiro un aire puro, me olvido del pasado, no pienso en el (futuro, y solamente vivo minutos de ilusión en que mi alma penetra al valle del olvido, no sé si tuve un sueño, no sé si lo he (perdido, ni sé. oh sabio instante. si tengo (corazón.
Así se fué Alma Fiori la que no quiso detenerse ni definirse sino Alma de los ojos verdes, poetisa laureada de Honduras ya se fué y nos dejó muy a pesar suyo la que qería seguir andando y no llegar jamás. Ni vale pedirle al Señor que la acoja en su seno de alta poesía porque ya la vemos acurrucada ahí muy amorosa en la Herida del que por nos pecadores padeció en Judea. Intra vulnera tua. Se dijera que se dió el lujo de morir en México para andar en ello a la vera de Sor Juana. La Toyita Bertrand que se fué era entre árcades Alma Fiori, autora de Nómada y Canciones del Camino y otro libro de poesías recopiladas que estaba preparando en México cuando la madrina negra le tocó el hombro. La nueva llegó de repente por gracia de Julieta Carrera de lo que pasó el cuatro de septiembre en lo muy alto de Tenochtitlán ahí donde el aire más diáfano de la creación se lleva a la pisa quedito a los que sufren del corazón, máxime si no son de ahí. Victoria la ojiverde no pudo con la presión y a pesar de la estricnina y otros reactivos se fué como Gutiérrez Nájera en el Adiós de Amado Nervo. ave ritmo perfume luz que encanta el cariño a perderos se rebela y entre Dios y vosotros se levanta mas os vais como todo lo que canta os perdéis como todo lo que vuela. Era hija mayor del Presidente Bertrand enviada muy tierna a Nueva Orleans al colegio del Sagrado Corazón de las monjitas francesas y corriendo los años vino a dar a Nueva York y a la oficina de un servidor, pues que fué ella su primera secretaria en la Urbe Máxima y él su primer jefe de quehacer periodístico y aun literario. Un servidor le enseñó a la poetisa las disciplinas prácticas de la lectura de pruebas y el manejo de las máquinas de multiplicar cuartillas y lo hizo tan bien que antes de mucho ya andaba Victoria de redactora de revistas en español primero y en inglés últimamente.
No hay derecho, Dios mío, de morirse uno con la obra incompleta todavía, ni tampoco de irse a la carrera con las planas del nuevo libro sin corregir todavía y en me.
dio del asueto merecido tras de penoso trajín de reportera, volando de país en país en la costura de números especiales de revista, en antesalas de señores presidentes y premiers. Máxime cuando uno ahora se queda con el resabio de la culpa de no haberla visto recientemente por estar disgustados, según ella se lo explicaba a Rafael Heliodoro Valle, conterráneo de Olancho, también diciéndole: Alberto y yo nos queremos mucho, pero no nos hablamos. dando a entender que hay cariños capaces de sobrellevar la camorra y suavizar el enojo. Enojo del sermoneo del hermano mayor exigente que vió siempre mal el desgaste o desperdicio del genio natural de aquella muchacha nacida para poeta, que por motivos de circunstancias y otros motivos, nunca alcanzó la cumbre a que estaba destinada la muy haragana que en el curso de quince meses no hace más que doce sonetos. Lo que no dejaba de tener efecto, pues que a la siguiente pugna telefónica se defendía con una oda, La postrera eclosión de mi lirismo.
De donde las monjitas de Louisiana se trajo Alma Fiori una cierta disciplina de unción estética que por un lado le sirvió de ingrediente a su poesía y por el otro vino a desembocar en mística oriental de la promoción de Krishnamurti, pues hubo tiempo en que se tenía por discípula del hindú. Por ahí en Honduras y Nicaragua y El Salvador parece que ha enraizado en tre intelectuales la sagrada Teosofía que ser admirada, deseada, y luego irme como la primavera, siempre bella y fugaz, toda aroma y ensueño, toda luz y armonía, dejando algún recuerdo, perfume de poesía.
Seguir, seguir andando y no llegar jamás.
Pues bien muy amada de los dioses que te llevan presto en trances como aqueste, no cabe decir adiós porque está el que se queda ya con el hasta luego en la entraña casi rota.
Nueva York, 1952. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica