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298 REPERTORIO AMERICANO dicho los censuradores anti imperialistas. Desde salir en gira continental dando conferencias públicas hasta recoger en sendos libros las prédicas anti imperialistas para difundirlas. todo este papel impreso ha respondido el Departamento de Estado con el silencio.
Pero ya la lucha la organizan sectoies inteligentes e inquietos no meramente como cosa especulativa. Ahora, como en Cuba, se ha metido en el pueLlo la inquietud anti imperialista y el pueblo atiende. Esto sí desvela al Departamento de Estado. Marinello es de esos inquietadores. En el periódico escribe él y escriben los que tienen capacidades para hacerlo. Plantean el problema de las desgracias cubanas como un problema de pura invasión capitalista yanqui. Pero si hasta allí llegaran no movería el caporal entendido con el Departamento de Estado el garrote.
Como en la lucha está interesado el pueblo, la masa trabajadora, y ese pueblo, esa masa trabajadora reaccionan y se dan cuenta de que las industrias de que vive Cuba y el suelo de que debe vivir el cubano han sido cogidos por grandes corporaciones yanquis que tienen su asiento en los Estados Unidos, el Departamento de Estado no permanece pasivo. Sus movimientos son claros y la prisión de todo cubano que ose mover el interés popular contra el imperialismo yanqui revela el mandato del Departamento de Estado. En Cuba sí se ha planteado la lucha contra el imperialismo yanqui en forma que alarma al Departamento de Estado. es que ciertos sectores cubanos viven y trabajan con visión. No pueden seguir en el plano de combate idealista. Es mucho lo que los anti imperialistas de todos los tiempos han hablado. Pero la acción certera no la ha organizado ninguno de esos anti imperialistas. Ahora sale de Cuba esa organización y quiere matarla el Departamento de Estado imperialista. Allí están en la prisión los cubanos que no cejan. Será difícil que no dé Cuba a la América su plan de combate efectivo contra el imperialismo yanqui. De Cuba, de sus grandes hijos esperar mucho.
La prisión quiere podrirlos. Hagamos lo que veamos en esa prisión un medio de sofocar voces y acciones organizadoras todo lo que podamos por ayudar a salir de ella a los cubanos de honor que el caporalismo aliado del Departamento de Estado ha recluído.
hay que Sobre Marti y Lenin.
tado dice por boca de su personero Welles ante los bobos que acuden a los cenáculos yanquis, que hoy las relaciones interamericanas se gobiernan por principios de igualdad que hacen comprensivo y amistoso el trato. Dice que ha sido abandonado el atropello que cometían las milicias siempre que precisara sofocar una revolución o adquirir una concesión para los intereses imperialistas. Es decir, se ríe del clásico big stick. Ya no marcha por estos pueblos el viejo Tio Sam con su garrote convincente. La mayoría de las conquistas de tierra, aguas, minerales, así como de orden mercantil, las obtuvo e!
imperialismo mediante el garrote. Pero es ostentoso y llama la atención. E!
segundo Roosevelt convencido de que es mejor el trabajo oculto, ha inventado la política del buen vecino y para darle confianza y hacer que la consideremos grande y salvadora, manda al camarín de las reliquias el garrote quie sirvió a otros gobernantes yanquis.
Es simple cambio de escenario. Ahora es el hombre que cumple la ley el que tiene las funciones de las milicias.
En Cuba el caporal cumple la ley. el caporal es de las simpatías del Departamento de Estado.
Para que la ley 220 deje de cumplirse cierran las empresas de publicidad honradas que denuncian las atrocidades del imperialismo.
Ya no es el policía yanqui el que desembarca con órdenes del Departamento de Estado de acabar con la protesta del nativo. Hay convenios y el hombre que cumple la ley sabe que debe impedir se hable contra el imperialismo.
Marinello lo dice muy claro: para los que mandan en Cuba es pecado sin perdón el señalamiento de la responsabilidad central del imperialismo yanqui en las desdichas cubanas. El pacto de la permanencia en el mando incluye la persecución del batallador contra el imperialismo yanqui. El astuto Roosevelt ha eliminado lo odioso para su nación y lo ha puesto en manos de los gobiernos de los propios pueblos avasallados. Cada organización yanqui que se apodera mediante la ley de lo que el imperialismo necesita para mantenerse con dominio exclusivo sobre estos pueblos tiene en el cumplidor de la ley su defensor más tiempo que las propias milicias del Departamento de Estado.
Es natural que el imperialismo haya apuntado primordialmente contra el combatiente que sale ya de la mera discusión especulativa y pide medidas inmediatas para acabar con ese imperialismo. Mientras el anti imperialista se limite a pintar el cuadro de pillaje que dejan las invasiones capitalistas yanquis, mientras sea un simple denunciande esos males, no es mucha la alarma del Departamento de Estado encargado de vigilar las conquistas de esas invasiones. El Departmento de Estado lleva registro de las censuras que la gente con alguna preocupación le hace en estos pueblos al imperialismo yanqui. Es cuidadoso en la recopilación de escritos. Pero con ellos no se desvela.
Los deja correr y sabe que es salida in ofensiva que debe permitir, Cuánto han que a dia ofensa a Martí, y su conocido enfoque demoliberal de los problengas americanos. Y, como en José Martí descansa usted devoción y credo, tiene clara explicación esa actitud suya entre dolida y alarmada. La superstinhción de Martí no existe en modo alguno ni puede ocurrir para quien no sea un marxista en infantil exaltación.
Creía yo que en esto mi artículo de Masas era del todo explícito. Si no se insistía allí en la grandeza del cubano, fué por estimarla inatacable. José Martí es, definitivamente, una de las figuras más altas y totales del Continente y de las que, en su día, recibirán la consagración del mundo. Marti hizo lo que pudo y debió en su momento, y lo realizó insuperablmeente. Nosotros, frente distinto, debemos hacer cosa diversa. Sólo un fanático puede exigir a Martí visión marxista en 1895. Claro que entonces, como ahora, era verdadera la solución dada por Marx al grave problema de la convivencia humana, pero Martí, que estaba en una madurez calmada al conocer el Capital, no podía entenderlo en lado dinámico y menos hacerlo alma de su prédica política. Hubiera sido cosa absurda en un guiador político un hombre manyteando en el vacío. Por lo que, hacerle cargas por su democratismo sería como reconvenir a un médico de 1800 por no haber utilizado la radiografia Es aventurado y quizá absurdo suponer en figuras históricas reacciones determinadas por conyunturas que no vivieron. Pero quizá no sería disparatado suponer que el propio Carlos Marx, con su profondo sentido realista, hubiera dado a la revolución acaudillada por Martí el aplauso que le regateó su yerno Lafargue. Fué Marx quien nos enseñó a aplaudir aquellos movimientos que, sin pretender la total transformación, mejoran la condición del hombre disponiéndolo a nuevas ascensiones. La obra emancipadora de Abraham Lincoln estaba a gran distancia de pretender la esencial re(Viene de la página anterior)
dención que Marx quería. nadie tuvo tan encendido elogio para Abraham Lincoln como Carlos Marx. El genial economista veia bien claro que su doctrina no era a la mitad del siglo como no lo podía ser el 95, en Cuba. objetivo y función de la masa.
realizadora.
Llamar a José Martí agente del imperialismo yangui en Cuba es, cuando menos, una insensatez. Es tanto como desconocer que el imperialismo nace de un estado de radurez talista y no por la acción de un líder. Con Martí y sin él, Cuba sería, como es, víctima de la invasión económica del Norte. ahí está, precisamente, uno de los nudos de la cuestión: Martí fué un denodado denunciador de las depredaciones plutocráticas estadunidenses.
En cien parajes de su obra están la advertencia y la condenación. Pero, lo que Martí no dijo, no pudo decir, fué que la agresión partia de una organización económica avanzada, invasora, por fuerza, de sus vecinos demorados en la feudalidad. Martí vivió en las entrañas del monstruo. pero no pudo adivinarle la causa verdadera de la agresiva lozanía. Como no vió la causa, no pudo dar con la buena medicina. Si Martí hubiera visto con la claridad de un Lenin la mecánica del imperialismo, hubiera ido derecho a la ruptura de la economía responsable.
Pero los hombres, aun los de estirpe genial como el líder cubano, no pueden vaticinar sino ante realidades y la esencia imperialista se mostró después de su muerte, al cobrar el hecho categoría primera, Martí vió el hecho en sus inicios, en su proceso de integración, dió, a su modo ardoroso y grandilocuente la voz de alarma, e ignoro la buena terapéutica. Anotando la forzada limitación, no necesita defensas sino fervores.
No es raro que nuestro gran hombre desconociera la esencia profunda del imperialismo. Su fe idealista, hija de su formación en la Enciclopedia y en el Evangelio de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica