Imperialism

REPERTORIO AMERICANO 119 sus Sil los demás países sólo les ha pedido que discutan el tratado comercial con diplomáticos. Es un camino que da mayor apariencia de deliberación. Pero no debemos engañarnos. Cuando el Departamento de Estado manda las bases que han de discutirse ya sabe cuáles serán aprobadas y cuáles han sido redactadas como simple ornato. las naciones grandes les ha hecho toda suerte de rituales a la hora de estampar sus diplomáticos la firma sobre el tratado ya concluído. El imperialismo sabe que en el ritual está la satisfacción de los Gobiernos. como en realidad, esta política comercial sólo está vinculada, para su triunfo, con los Gobiernos, es a éstos a quienes agrada sin reservas ei Departamento de Estado. comienzos de este mes la comisión especial enviada por el Brasil a negociar el tratado comercial con el Departamento de Estado dejó terminada obra y en el despacho personal del Presidente Roosevelt y con éste de testigo augusto, las firmas oficiales sellaron el pacto. El Secretario de Estado señor Cordell Hull llevó la jefatura del ritual.
Natural era que considerara el acto de sumisión comercial como una realización de la política del buen vecino inventada por su jefe. Pero necesitaba adentrarse siquiera a la ligera en las épocas de arrebatiña del comercio, es decir, en los tiempos medioevales, cuando Italia arrebató todo el tráfico comercial a la metropoli del Bósforo y se convirtió en potencia mercantil; cuando el pueblo alemán hace del Báltico una guarida de traficantes, etc. Se adentra el señor Hull en esa época de suprema rapiña para proclamar satisfecho ante su Presidente y ante la comisión del Brasil, que el pacto que se firmba en esos momentos era un paso lejos del mercantilismo medioeval. No sabemos por qué aludió el ejecutor del imperialismo yanqui al espíritu de puro lucro fenicio que fué la norma de unos hombres y de unas ciudades que luchaban en medios de barbarie profunda. Quiso, de seguro, hacer sentir el ánimo fraternal de los Estados Unidos por estos pueblos. Porque esa alusión fué completa y entonces expresó su contento de que aquel tratado era el comienzo de una política comercial que rompe con la que hasta ahora se ha venido haciendo, esto es, un comercio internacional a base de restricciones, tales como cuotas, licensias de importación, control de cambios, arreglos especiales y otra serie de restricciones estorbosas. La nueva política comercial del Presidente Roosevelt ha hecho, pues, una revisión del comercio de este continente y la está moldeando y modernizando. Ese es el único objeto de los tratados.
Lo que no podemos explicarnos, situados en ese plano en que el ritual imperialista sitúa a la diplomacia de nuestros pueblos que acude al llamamiento del Departamento de Estado, es por qué motivos ha de ser a los Estados Unidos a quiénes corresponda darle orientaciones nuevas al comercio de la América El señor Hull en la misma misa cantada a la comisión brasileña dice que ya están al firmarse quince pactos más con quince naciones de nuestra América. Es decir, anuncia el sometimiento general de nuestros Gobiernos a la política comercial del Presidente Roosevelt. por qué nos someten. Por qué nos sometemos tan dócilmente? Esto es lo que no nos explicamos dentro del círculo en que están los que acuerdan los pactos. Pero fuera de allí sí entendemos claramente la maniobra imperialista.
El pacto es necesario a los Estados Unidos como forma de obligar a nues tros pueblos a hacer un solo tráfico en vez de diversificarlo y encauzarlo hacia Europa y hacia el Japón. El comercio ha buscado la industria que más le convenga y no es por cierto en estos días de lucha grande, la de los Estados Unidos. Otras industrias traen sus múltiples productos a precios mucho más bajos que los dados por la industria yanqui. la competencia se hace imposible. Esto es todo. Ya lo hemos dicho y aunque parezca reticente hay que seguir afirmándolo siempre que los ejecutores del imperialismo digan que están favoreciéndonos con los pactos, ajustándonos el comercio a normas nuevas. Los Estados Unidos hacen los pactos que hacen sólo por apoderarse de nuestros mercados, no en lucha franca trayendo productos a la competencia, sino estampando en el pacto ventajas y restricciones que anulan esa competencia. El papel preponderante que se han tomado de moldeadores de un nuevo tráfico es solamente el ejercicio de un poder que nadie osa disputarles. El se ñor Hull debió insistir en su cita histórica y haber dicho que los Estados Unidos no hacen hoy cosa diferente a lo que hacían los pueblos medioevales cuando imponían su comercio por la fueza y con los mismos formulismos que el señor Hull censura.
El mercader ha sido siempre el mismo trátese del de la Edad Media que del de esta época imperialista. Es bobería tratar de diferenciarlo para justificar el acaparamiento del comercio de un continente.
La fuerza que amparaba e impulsaba al veneciano feroz que despojaba al bizantino de su hegemonía mercantil, no es diferente en muchos aspectos a esta fuerza imperialista que impulsa al yanqui de nuestros días. De modo que si hemos de creer la cita histórica hecha por el señor Hull, será para darnos cuenta de que el Departamento de Estado conoce lo que hicieron los pueblos que impusieron su comercio en la antigüedad bárbara y aplica los mismos procedimientos modernizados, desde luego, a imponer el comercio de su nación imperialista. como estamos en el comentario de lo que el ritual del Departamento de Estado dijo para halagar al comisionado brasileño que firmó el pacto, digamos algo más acerca del fariseísmo que anima a los del rito imperialista. El señor Hull tuvo esta expresión: El pacto está concebido para facilitar un aumento de tráfico internacional más bien que para alejar ese comercio de otras naciones. Es decir, lo que ahora han convenido con el Brasil es, no para que los Estados Unidos puedan vender su mercadería y sus productos en los mercados brasileños con ventaja sobre la mercadería y productos de otras naciones competidoras, sino para que todas las naciones, aunque se trate de la japonesa, tengan mercado abierto y compitan con el yanqui. iQuién le creerá al humorista señor Hull! Muchas veces han repetido que quieren que el oro de lo que los Estados Unidos nos compran vuelva convertido en mercadería yanqui. Si ellos compran café al Brasil, ese oro no será para que lo gaste libremente el Brasil, sino para que trate con el fabricante e industrial yanqui y adquiera de él su mercadería. De él nada más. Cuidado con comprar al japonés, o al español, o al inglés. Pero tampoco podrá entrar al Brasil lo que esos industriales produzcan porque el tratado lo impide. Las tarifas que el tratado conviene son precisamente para evitar la entrada de productos que hagan la competencia.
Pero el señor Hull dice que están encauzando todos los comercios a la Amé.
rica y que por eso debemos celebrar los tratados. Esto será repetido por los que quieran justificar en cada uno de nuestros países el tratado que se nos imponga. Pero es puro fariseísmo. No lo olvidemos. Nos veremos pronto ligados al Departamento de Estado por el tratado comercial y aunque en el tono usual se nos diga que es para bien de estos pueblos, seguiremos afirmando que es para su ruina y dependencia económica. Las aparentes concesiones que los Estados Unidos nos hagan, sólo son la justificación del pacto. Una vez firmado y convenido éste empezaremos a sentir sus torturantes efectos. Se nos ofrece comprar, pero es para devolvernos no oro sino mercadería, la mercadería yanqui producida a altos precios.
Mientras otros industriales producen a precios más bajos estaremos pagando por lo mismo precios elevados. Sólo por haber pactado servilmente con el Departamento de Estado que necesita colocar en estos mercados lo que su nación produce y que no quieren consumir estos pueblos porque la misma mercadería les llega en condiciones menos angustiosas de compra de otras naciones. ALBERTAZZI AVENDAÑO ABOGADO SAN JOSE, COSTA RICA OFICINA: 75 vs. Oeste Botica Francesa TELEFONOS: OPICINA No. 3726. HABITACION No. 3138 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica