38 REPERTORIO AMERICANO Una fuerte novela mexicana ستارہ سو سال Monge, muy La Bandar ente su Cewpor Alatorre dpune de Roberto Morda Si transitamos junto a este modesto edificio de blancas paredes, en cuyo frente las manos bien intencionadas e inexpertas ide algún campesino fijaron con trazos desiguales la inscripción Escuela Rural, llegará a nuestros oídos una voz juvenil, apagada, que enseña rudimentos de lectura: El pato nada.
Un coro robusto se atropella, repitiendo la frase. Vuelve la voz aislada, con desaliento: El gato bebe leche. Le responden. Habla de nuevo.
Acá, afuera, en la gloria abierta del día, el campo bebe sol. nos decimos: Pobre maestro! Hallarse encerrado y perder este paisaje, esta luz. Nuestra observación, por lo ligera, es propia de nuestra calidad de transeúntes de paso. Porque no sabemos que el maestro, perdido en esta ranchería remota, no tiene más esparcimiento, después del afán de apostolado, que contemplar y comprender. Se mezcla con los labriegos, aprende y casi comparte sus miserias; asiste a la germinación de las plantas y al alumbramiento de las bestias; asimila, sin saberlo, la complicada ciencia infusa de las gentes y cosas del campo.
Los años y los sucesos nos arrastran como a indefensas pajitas.
Aquel maestro, ya removido a la capital de la República, un día se pone a escribir un libro. Qué tema escoger? Una pareja de amantes.
No, no. aquí las gentes son tan complicadas. para qué busca las cosas más allá de donde se encuentran. No aprendió en el campo tantas cosas sobre la revolución? Ya está; va a escribir algo en que pueda aprovechar las impresiones directas que recogió en otro tiempo.
El maestro es Cipriano Campos Alatorre. El libro, Los Fusilados.
Bien se deja ver, en efecto, en esta obra, un conocimiento real de las clases que colaboraron efectivamente en la lucha revolucionaria de México. Campos Alatorre logra concentrar, en un episodio cotidiano y casi insignificante de esa época, las características esenciales no sólo de la mayoría de los participantes en el movimiento, sino hasta de la realidad psicológica mexicana.
Cierto es que en cuatro o cinco pasajes de la obra se notan unos inexplicables descuidos, al poner en boca de los soldados agraristas del Estado de Morelos que seguían a Zapata expresiones como éstas: Decís muy bien, compañero. Tomaos el trabajo de ir. Comed lo que os traje y Ya se me concederá ver a vuestro jefe. Casi nos abochorna detenernos en estas pequeñeces; pero así lo hemos hecho, porque hasta el lector menos avisado hallará que hacen violento contraste con la naturalidad de todos los diálogos, que Por ANTONIO ESCOBEDO Simón, que tras haber corrido ya los peligros de marchas y com Envío del autor. México, pates un dia escucha de labios de Evaristo una confusa explicación de lo que es el agrarismo, la causa hara por la que luchaban, confiesa al oscuro disertante: Primero pasaron los carrancistas y estuve a punto de partir con ellos, pero me sentí algo letons enfermo. Cuando los fuí a buscar se habían marchado. Rodando vine a dar con ustedes. Yo pensaba que de morir de hambre a morir de un balazo, era preferible lo últindo. qué te parece? Pero ya veo que aquí se pelea por algo. No tienes hijos ni mujer?
Habla Simón de la que fué su mujer. Una historia tan breve como cruel, para terminar con la escena del día en que ella se le presentó ungida de afeites baratos y con un traje que a falta de elegancia dejaba al descubierto las míseras rodillas, para decirle que renunciaba al hambre y se había ido a una casa donde comería bien y vestiría mejor.
Evaristo ríe, dice palabras burlonas; pero de repente su rostro se vuelve duro y murmura en tono sombrío. Hum. quién sabe! Mi mujer y mi chamaco. Hace como dos años que no he podido verlos.
Hallamos esta alusión de suave da a la obra uno de sus principales mé ironía: ritos. Las órdenes se iban dando entre riesgo de extendernos demasiado, gruñidos e insolencias y la tropa responnos decidimos a señalar los más vigorodía de igual manera. Esto significaba sos rasgos de carácter que se hallan a que, en el fondo, tanto jefes como sulo largo de Los Fusilados. Campos bordinados se veían como hermanos.
Alatorre debe sentirse satisfecho de En un alto que la tropa hace en la haber atinaldo a expresarlos.
ranchería donde vive la familia del solUna soldadera, secién parida sobre la dado Santiago, éste, al saber que su marcha, alcanza la merced espontánea hijo pequeño, el idiota desnutrido, acu de que un capitán, impaciente, ofrezca dió alguna vez a la piara de los cerdos su cabalgadura para que ella prosiga el impulsado por el hambre, no resiste avance, sin que éste se interrumpa. Llemás y rompe a llorar. Siente necesidad ga la noche cerrada, llueve. Horas y de desahogarse y cuenta los sinsabores horas cubiertas, sobre el ruido del agua, de la campaña, los desventajosos por el clo clo clo de las pezuñas de cuentros con los carrancistas. Pregunta la caballería. El marido de la partula mujer: rienta se adelanta agitadísimo hasta el. No hay esperanzas de que acabe capitán, para notificarle que su mujer.
esto. Se murió concluyó Magaña brutalY él, en una frase de admirable senmente Bueno, hijo, son cosas de la cillez y oscuro heroísmo, repone. bola. Vélenla y mañana la entierran. Sí, el día que nos maten a los. Pero es que mi hijo. es decir, yo Un simpatizador de la Icausa en el iba entre la gente de adelante. No me mismo pueblo, sacrifica en honor de sus di cuenta. No lo encuentro.
amigos de la tropa el último cerdo que ¿Sí?
resta de su colección, si así puede lla Yo ví córno se cayó del caballo marse.
cuando arreciaba la tormenta interrumEs curioso notar cómo Campos Alatorre, con un elemento tán sucio, ha pió un soldado pequeñín, semidesnudo conseguido fijar una observación de roy con mal del pinto La señora iba tan mala que ni cuenta se dió. Quise cogermanticismo casi enfermizo. Entonces la cabeza del cerdo enseñó lo y traérmelo; pero el pobre estaba helado. Lo menos tenía dos horas de los colmillos y tomó esa expresión peculiar ce trágica ironía, que parece momuerto y preferí dejarlo en el camino. Hiciste bien. Qué más podíantos farse de la crueldad de los hombres.
hacer? responde el interlocutor, con El homenaje de todos a aquel platillo una sencillez escalofriante.
propio de un príncipe, o cuando menca en Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica