REPERTORIO AMERICANO 61 Luis Urbina Por RUBEN YGLESIAS HOGAN Envío del autor. San José, Costa Rica y enero de 1935.
namos. en el secreto de su pena encontró la veta riquisima de una inspiración que floreció en estrofas bellísimas: El gran poeta mexicano Luis Urbina, fallecido en Madrid en noviembre del año pasado.
Dolor, qué callado vienes. Serás el mismo que un día se fué y me dejó en rehenes un joyel de poesía. Dolor de sentirse solo, de haber llegado demasiado tarde. como en su Nocturno. dolor de recuerdos amables que suben a la soledad del aposento en alas invisibles de la música lejana: Este es el mismo vals que nos decía: el alma en primavera tiene efluvios que no tornan: amaos todavia.
la dicha pasa y el dolor agobia. y yo besaba los cabellos rubios y los ojos azules de mi novia.
Sa Rose Pero su melancolía era vencida a veces, como el agua quieta que se quiebra al beso del sol, por chispazos de alegria, alegría de pájaro que conoce la magnificencia del canto y la embriaguez del vuelo, áureas escalas para ascender hacia la inmensidad: Un interesante manuscrito de Urbina: original del famoso Madrigal Romántico. una de sus más celebradas y populares composiciones.
Amaneci poeta: buenos días, claridad de los cielos, honda y quieta.
Valle patrio, salud. Montañas mías, salud! Salud, azules lejanías.
Qué alegre estoy! Amanecí poeta.
Al பன Yr news he Abby Federalne Noss En noviembre pasado falleció en Madrid, el gran poeta mexicano Luis Urbina. Con la desaparición de quien fué llamado COD justicia el último de los románticos. se cierra ese ciclo de la literatura hispanoamericana que incluye en México nombres que, como el de Gutiérrez Nájera, conquistaron una popularidad continental apenas igualada.
No pretendemos, ni habría justificación para ello, esbozar la personalidad intelectual del maestro. Ya Nervo, reconociéndole como uno de los más grandes poetas mexicanos, rehusaba hacer a los lectores de sus selecciones literarias el insulto de creer que dsconocian esa personalidad tan sobresaliente. Su laboriosa tarea de periodista, de crítico y de artista señalıron su nombre a la admiración del mundo de habla castellana wesde principios del siglo.
Sólo queremos rendirle el tributo de nuestra devota admiración, que comparten, indudablemente, la mayoría de los lectores.
Luis Urbina prtenecía a la raza indígena, de lo cual se mostraba orgulloso. Era un hombre gordo y feo. Mi aspecto es feo, pero en mi corazón no soy tan feo. dijo en su primera entrevista a la bella y cultísima María Luisa Ross, la que habría de ser su admiradora leal y musa inspiradora de muchas de sus mejores poesías. en verdad, como en ei caso de Dario, su fealdad exterior era como rústica odre que en vez de mal licor contuviese la más fina esencia, el más preciado néctar, porgue en él todo era amor a la belleza, anhelo de perfección, aspiración a lo sublime. Cómo va a ser usted el poeta Urbina, el que tan bellísimos versos escribe. le había dicho la señorita Ross al conocerle. esta sorpresa se habría de trocar luego en afecto y en sincera devoción porque aquellos que lograban tratarle de cerca tenían el privilegio de gozar del espectáculo maravilloso de un corazón todo luz.
Ese anhelo de perfección y de belleza, ansia de ideal y de eternidad, se traducía en la suave nostalgia que señalan sus versos. Tain bién como Nervo cometió el divino pecado de ser triste, y su mela colía vive en todos ellos. La invoca y espera, como a una dulce hermana que suavizara la soledad de las horas de su retraimiento huraño: No es ésta, sin embargo, la nota básica de sus admirables conposiciones. Persiste en ellas el vago temor de ser siempre un extranjero en la ciudad que más quiere. cree que la antorcha de su fe, apagada, por el destino, no ha de encenderse más, y quiere sentarse al margen del sendero para llorar esta pérdida. En la mayor parte de sus versos campea esta impresión de desencanto, que le impulsa a un retraimiento que sólo admite la compañía selecta de los escogidos. No era justo, sin embargo, en esta apreciación, ya que Urbina gozó siempre de una popularidad, si no tan grande como la de Gutiérrez Nájera, por ejemplo, igualmente continental. Su obra ha sido apreciada en todo su valor y el titulo de maestro le fué otorgado unánimemente.
Ni la prensa, ni la intelectualidad hispanoamericanas le regatearon elogios. Quién no na admirado el bellísimo Madrigal Romántico del beso que se volvió suspiro volando tras la mano de nieve que parecía un lirio desmayado, composición que ha sido incluída en todas las antologias y reproducida millares de veces? con ser ese madrigal tan bello que podría, como en el caso de Gutierre de Cetina, inmortalizar al autor, el prestigio de Urbina no se asienta sólo en un acierto casual, sino en una obra de considerable amplitud. Ya hemos citado su trabajo periodístico, especialmente valioso como director de El Mundo Ilustrado. su obra como crítico, particularmente sus ensayos sobre el teatro de Lope, Tirso y Calderón, y en cuanto a poesia, bastará recordar los titulos de algunos de sus libros: Ingenuas (1902. Puestas de Sol (1910. Lámparas en Agonía. Corazón Juglar (1920) y Los 11timos Pájaros todas sus obras llevan como epígrafe estas dos palabras, tan significativas: Creer, Crear. que encierran su fe. Porque a pesar de su tendencia a la melancolía y a la soledad, era un conveilcido de la bondad del amor, del imperio de la belleza, de la potencia inextinguible de la vida, cuya fuerza creadora es omnipotente y le dió el acierto de sus versos, como un tesoro fabuloso e inagotable.
Al morir dejó en las manos filiales de Francisco Orozco Muñoz su último libro: El cancionero de la noche serena. en el que, como bien dijo un gran poeta de Francia, admirador de Urbina, hizo patente la hermosura de aceptar como riqueza todos los dolores, apaciguarlos, desarmarlos, transmutarlos y conquistar, en fin, ia serenidad. En ese libro se encuentra este bellísimo soneto, titulado En la Orilla canto sereno en umbral del infinito: Yo crucé por la vida: pero no indiferente sino llevando al límite los últimos despojos de un pensamiento agudo que me horadó la frente, y una visión magnifica que me llenó los ojos.
Fui apasionado ingenuo e Iluso impenitente.
La vez que el Amor vino lo recibí de hinojos.
Brotó de mi alma el llanto como de dócil fuente. al ir a cortar rosas, no pensé en los abroios.
Barquero, buen barquero. desde la orilla grito.
Si fué mi viaje largo, mi ensueño es infinito. no he de marchar solo. Traigo una ilusión bella, y una esperanza, núbil, y una fe, sonriente, y una flor en las manos, y una estrella en la frente, y he de adornar tu barca con la flor y la estrella! yo? Buscaré a solas, como única alegría, mi falismán de ensueños y purezas. y alli veré los grandes ojos de Sor Melancolia perpetuamente abiertos para velar por mí.
Tenia, según sus propias palabras, la tristeza a flor de alma. y se gozaba en el placer inefable de estar triste. en el silencio espiritual de la tristeza. e invocaba a la Melancolia para que ie acompañara en ese viaje al país de la Quimera con que todos 50Así, con una flor en las manos y una estrella en la frente, le veremos siempre a la luz de nuestra devoción. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica