BourgeoisieLiberalism

28 REPERTORIO AMERICANO Tomar CAFE es una delicia, si Ud. toma el sin rival de Miguel Guevara El más popular de San José 25 varas al Norte de la Botica Oriental das, exaltadas de fe, elocuentes, inquietantes de Manuel Cossío. El niño no es recipiente para verter en él las sabidurías y las fórmulas hechas; el niño es una vida en cuyo desarrollo integral podemos y debemos inmiscuirnos, con sumo respeto y delicadeza. magna debetur puero reverantia. máxima juvenaliana que sonaba allí por vez primera para casi todos. Las clases de Cossío no se parecían en nada al curso usual que habíamos oído en el extranjero, consistente en exposiciones con principio, medio y fin, sujetas a un plan meticulosamente preestablecido. Las exposiciones de Cossío iban, sin duda, muy preparadas según mostraban las notas y los papelitos que nerviosamente sostenía en su mano. Pero su clase era todo, menos clásica. La emotividad, el arte de la improvisación, prolongaban la hora académica y en esos momentos surgían los atisbos más finos, el vislumbre de perspectivas. El profesor sabía mucho, pero no poseía alma de erudito ni de universitario germánico. Era un orador, frenado por graves escrúpulos intelectuales.
Sin tan bella voz, quién sabe si su destino no hubeira sido otro; tal vez habría sido un destino de estudio, de creación, mas no de misión. No es que esencialmente brillara por la elocuencia: en la historia de lo humano las explicaciones no son reversibles Ahora bien, con palabra y entonación abruptas, Cossío no se habría podido entregar al frenesí de la prédica, su obra magna, junto a las páginas tan nobles, tan inesparadas en el Madrid de 1908, de su Greco.
Durante los últimos años, mi intimidad con Cossío fué acreciéndose, y hago esta referencia anecdótica, no por lo que a mí afecta, sino porque gracias a ello pude observar nuevos aspectos de su digna y compleja persona. Digno, fundamentalmente eso. Digno y decoro son en su origen la misma cosa, igual que decente, lo que conviene. Una forma de nuestro vivir consiste en ir percibiendo si lo que hacemos conviene y rima con cierto programa vital que se nos aparece como norma establecida para la vida de cada uno; el acuerdo con esas constituciones buenas, usuales, de pan llevar, se llama decencia, o sea conveniencia con ciertos elementales rigores del vivir honesto; mas si subimos de punto la norma constitutiva y tensamos aún más el acto nuestro para que no diverja de aquella alta y paralela norma, entonces pasamos de la decencia a la dignidad. si aún tal armonía se presenta con buen aire y sin contorsión de esfuerzo, entonces la dignidad es además elegante, pierde todo aire agreste para revestirse de la más selecta distinción. Cossío era eso, un espíritu elegantemente digno, dicho sea con la frialdad de quien realizara cualquier descripción objetiva y serena. Noté una vez cómo subrayaba el maestro que en Francia hubiesen dicho de una niña suya que era muy digne. la adhesión afectiva a aquella palabra (perdónense estos escapes a un lingüista) revelaba que Cossío veía en tal vocablo más de lo que en francés significa (de ademán grave y contenido. lo cargaba de simpatía, es decir, ponía en él, subconscientemente, su propia emoción de dignidad. Era, pues, natural que siempre coincidiéramos en desaprobar el hecho tan repetido de que la vida privada olvide la significación que se asume en público, y que personas que ostensiblemente demuestran, por ejemplo, no ser religiosas de ninguna confesión, ordenen su vida particular y la de sus familiares como si eso no fuera asi. Lo que explica bastantes desastres en el momento actual. Creo, en efecto, calamitoso que muchos políticos observen una conducta en el Parlamento y otra en su vida particular. Su liberalismo o su liberación es entonces como una cana echada al aire, una aventurilla de cabaret político a la que no se hace referencia en el hogar. La señora del parlamentario tragacuras ostenta en su pecho una cruz de un decímetro, el heterodoxo profesional bautiza luego a sus hijos: el bautizo y la heterodoxia, dos farsas.
En los cinco años de lancinante mal, este insigne enfermo mostró una constancia ajena a toda impaciencia. No, si no me quejo, es así como debe ser. solía exclamar. Hallaba compensación a su sufrimiento en las muestras de afecto prodigadas por la ternura de unos, y la devoción de muchos. No merezco tanto. exclamaba, y efectivamente así lo sentía. Por educación moral y por refinamiento aislante, hasta las postrimerías de su vida rechazó toda demostración de afecto que rebasara el círculo de la estricta intimidad.
Era insensible a las muestras usuales de la consideración pública, los homenajes, las distinciones, las interviews. Los honores que le fueron tributados, próximo al término de su vivir, pese a la manera delicada con que siempre hubieron de proceder las manos amigas, él no los habría admitido de estar sano y con veinte años menos. Qué maravillosa y sutil carta de gracias dirigió al Jefe del Estado! Cierto que la campanada grave, si hubiera rechazado la ciudadanía de honor, habría vibrado más después de todo que la aceptación sumisa y silenciosa, de algo que pronto desapareció del plano de la atención pública. los ocho días nadie hablaba ni pensaba en ello.
Habituado al clima intimo y al retiro de su Institución castillo roquero o arca de Noé ciertas formas de vulgar convivencia le fueron muy ajenas. Ramón y Cajal podía, en cambio, tertulear en los cafés, a manera de purga o desagüe para ciertas elementalidades que todos llevamos en alguna parte. Cossío era impensable en un café. Don Santiago podía escindir la creación intelectual, científica, y las otras porciones de su vida, siervas de su cerebro y no labradores de inmortalidad; en Cossío, todo el volumen de su vida iba implicado en cuanto hacía; no cabían, pues, resquicios ni concesiones, que hubiesen carecido de sentido. Por cierto que es bastante difícil ordenarse el vivir en tales casos, sin caer en la extravagancia innecesaria. La fórmula de Giner, y también de Cossío, consistió en conceder a las gentes todas las necesarias e ineludibles menudencias sin las cuales se pasa por Naturmensch (el señor sin corbata, sin zapatos, etc. y no transigir en cambio en nada fundamental. No discrepar en lo mínimo, por economía de esfuerzo, ya que éste hace falta para disentir en materias de más enjundia. Es lo que nos solía decir Giner al ir a hacer oposiciones: Digan al tribunal lo que el tribunal sabe, para que les perdone lo que él ignora. Mas hablaba de que Cossío no participó de la vida social en la manera en que la clase media acomodada solía practicarla. En el teatro ocupaba lugares humildes. Recuerdo haber visto junto a él un inolvidable Rey Lear glosado en el entreacto con comentarios justos y fogosos. En el tren, de no estar enfermo, iba en tercera, no por afectación de humildad, sino para poder acercarse a mayor porción de la España esencial, que en gran parte recorrió a pie, y que su ciencia y su emoción fué sacando a luz. Además, es seguro que sentiría despego por el ciudadano vulgar, burgués redondeado y concluso, que frecuentaba la primera. Giner había inventado aquel tipo de existencia a base de marginalidad esencial, fundado en el sencillo principio de que para rehacer algo, en este caso España, había que empezar por tomar distancia. Con el buen ciudadano medio, por el momento, no había gran cosa que emprender, ya que sus costumbres las tenía muy enraizadas y ni entendería siquiera. En primera iba el señorito de hace medio siglo, que escupia, botaba al suelo las puntas de cigarro, soltaba tacos o lugares comune muy ingenuos; atornillado en su dinero, alardeaba de vulgaridad con aire de ficticia prestancia.
En tercera, por el contrario, iba la gente humilde, sucia, aplomada en su inferioridad, inocente de su destino, materia incitante para un reformador que sondaba en ella toda la profundidad de un no debiera ser así. España no podría ser mudada en sus costumbres más que a través del niño sustancia modelable o acercándose directamente a la inmensidad de su masa rural para intentar afinarla y sensibilizarla. Escuela y misión pedagógica hasta el último intersticio de la nación. Coucluirá en la entrega próxima)
Tornería Eléctrica y Fábrica de Juguetes de Valverde e Hijos Premiados con el Primer Premio en la Exposición de Juguetes de 1935 AGENTES EXCLUSIVOS PARA TODO COSTA RICA LA LIBRERIA ALSINA TELEFONO 405 Situada en la calle 12 Norte Avenida tercera Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica