Anarchism

REPERTORIO AMERICANO 27 Manuel Cossío fué él y fué un ambiente Por AMERICO CASTRO De Revista de Pedagogia. Madrid, setiembre de 1935 Vivió de efusión, llama en vendaval, un espíritu que por fin debió encontrar su espejo en las testas anhelantes de ciertos apóstoles del Greco, que mueren porque no viven.
Cossío no fué extranjerizante, sino superespañol. Toda la sustancia del barroco nuestro castellano, mística, serena dignidad, caballería del espíritu andante, amor del proceso más que de la estancia, técnica de almas, estima a veces sobreestima de la intuición sobre el cálculo racional, eso y más le viene a Cossío de la honda vena castellana ricas aguas. que ya bien mozo le refrescó el alma.
Giner y Cossío significan, ni más ni menos, el primer esfuerzo eficaz que se hizo para incorporar a la vida de acá, la única que nos es dable contemplar, las valías españolas, el impetu y la emoción que en los siglos de grandeza habían servido de escala mística para ascender a las cimas de lo inexpresable. Giner vió que el intelectualismo del siglo xviii no le iba a España; se lograban perfecciones juxtapuestas, pero los manantiales de la originalidad continuaban ciegos. La torpeza y el desmaño discursivo del vulgo intelectual vio en el movimiento de estos hombres, sólo extranjerismo, krausismo. Habrá influencias marginales, ocasionales, que vengan de aquí o de allá. Mas la raíz del propósito es puramente hispana, y no es explicable sino así: acción inmediata sobre la conciencia moral, con desdén para las formas y las estructuras determinadas, y hasta para los contenidos concretos de la inteligencia. De ahí la masa de humildes, intelectualmente humildes junto a mentes relevantes, claro que desde su comienzo atrajo a sí la Institución Libre de Enseñanza. Giner se deleitaba meditando sobre ciertos giros españoles sin correlación en otros idiomas, fenómeno lleno de alcance para quienes saben que hablar no es sólo poner gramática en el discurso, sino llevar a lo expresado la integridad del vivir. Si, tenía gran sentido que Giner nos explicara como hombría de bien no se puede decir, poniendo la cargazón expresiva que proyectamos sobre esas palabras, ni en francés, ni en inglés o alemán. Eso ocurre a muchos otros giros, desde luego; lo importante, sin embargo, es que Giner hubiera detenido su selección en eso, en la hombría de bien. hispanismo irreductible; o en campo santo. que aunque se diga también en italiano, gustaba de recordar, por la delicadeza del matiz; en suma, religiosidad y distinción moral. Una conducta más que un saber. Si esto no es España, ciento por ciento, que venga Dios y lo vea (1. Cossío, efusión, y también melancolía. Ademán suave, de padre bueno que sabía albergar al interlocutor en previas y acogedoras concesiones: sí, sí, claro, claro. con vocales inusitadamente prolongadas. Su voz, frangida en raras sonoridades, glosaba el toque a la barbilla que también era propio de Giner, lo mismo que el cabecear problemático.
Sólo que Francisco articulaba su habla menos cadenciosa, más bravíamente, en rima con el brillo de sus ojuelos en saeta, de azor avezado a la caza altanera de las almas. El parangón entre ambas personas es forzoso, justamente porque ambos poseyeron intransferibles singularidades. En lo intimo, quizá Cossío puso más en el platillo de la sensibilidad artística, y no concedió la importancia que Giner a la pura filosofía y a la enciclopedia de las ciencias, según se decía en los medios krausistas. El saber de Cossío en aquellas ciencias era, en cierto modo, de segundo grado, porque en él se dió más que en su maestro la tendencia especializadora; fundamentalmente me parece que fué, más aún que teorizante pedagogo, un espléndido conocedor de la historia del arte, y un exquisito apasionado de literatura, sobre la cual, de querer hacerlo, habría escrito páginas de primera clase. Cossío, alma sensible, apta para reflejar bellezas, fuera cualquiera su procedencia. además, también en contraste con Giner, capaz de una acción social fuera del castillo roquero de la Institución. Don Francisco no habría podido ser consejero de Instrucción Pública, ni siquiera se puede imaginar; se habría esfumado, habría huído de tal ambiente si un azar lo hubiera dejado caer en él, a fuerza de desuso, se le habían atrofiado los enlaces con cuanto sonara a administración, a aceptar la realidad convencionalista de unas prácticas y unos usos para él viciados, inadmisibles. Para esos efectos, su alma era como un tejido sin epidermis, que no podía soportar ningún contacto. Don Francisco rehusaba participar en el absurdo de los exámenes; en el medio anárquico de la universidad de entonces (anarquía que era antitodo para su invalidez) pudo zafarse de realizar aquellas pruebas para el inmorales e insensatas. Enseñaba, y para los efectos burocráticos, algún fiel discípulo, actuando de brazo secular, daba las notas en los exámenes oficiales y libres.
Cossío ya no actuó así. Examinaba como cualquier catedrático, y aceptó ser consejero de Instrucción Pública, tarea en que comprometió parte considerable de su precioso tiempo. Para algunos fué un error aquella devota consagración a informes y votos particulares, para quedar casi siempre aislado, salvando su conciencia, a fin de consignar una actitud nueva y delicada en materias que una incompetente rutina mantenía sin vida. En ciertos casos la actitud de tan singular consejero prestó indudable servicio a la cultura nacional. Mas como quiera que ello fuese, tal actividad significó un rasgo más de entrega a lo que estimaba de su deber, y quizá es reveladora de ciertas suavidades de su ánimo que, salvo en casos evidentes, le impedían adoptar posiciones extremadas. añadiria aún que el interés de Cossío por la vida universitaria y, en general, por las cuestiones administrativas de la enseñanza, era signo de una indudable capacidad organizadora. Conocía el estado actual de la enseñanza y poseia el instinto de la mesura al proponer reformas o innovaciones radicales. En otro pueblo, en otro momento del nuestro, un hombre como él habría sido un extraordinario director de la acción pública en materia de cultura. con ser muy trascendental lo sugerido y logrado por él, puede afirmarse que en ese punto no dió ni remotamente cuanto un país en situación normal habría solicitado de sus magníficas capacidades.
Hombre sugestivo, seductor de voluntades.
Lo fué en grado muy extremo Francisco Giner, y junto a él Cossío, cuyo alto valor se descubre indirectamente en el hecho de que habiendo vivido en constante, disciplinada y filial proximidad de espíritu junto a la excelsa figura de Giner, siempre apareciera con su peculiar acento junto al maestro. Don Francisco labraba a fuego los ánimos juveniles en la entrevista intima que decidía de una vocación y de un porvenir; tensaba las mentes en el rigor de su clase, para muchos la primera salida del caos y de la frivolidad en que habían vivido hasta llegar a aquel, en apariencia, momento supremo del doctorado, y que para el término medio de los alumnos servía de escuela de decoro intelectual (se aprendía a no decir que había uno leído un libro cuando sólo lo había hojeado, a confesar que tal idea venía de tercera mano sin conocer la obra original, etcétera. Cossío, en su aula del Museo Pedagógico, trazaba, por primera vez en España, la línea metódica de una nueva pedagogia. Lo que hoy determina que un maestro y una escuela tengan aire humano y perfil de vida fecunda, eso sale, por una u otra senda, de las clases encendiJOHN KEITH Co. INC.
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SOCIO GERENTE. 1) Los españoles no han solido tomar de fuera sino las ideologias que asonantaban con sustendencias morales: Séneca (sí, Séneca. Krause, todo lo que absorbieron Ganivet y Unamnno, etc. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica