EDITOR: García Monge REPERTORIO AMERICANO 786 Representante en Hispanoamérica: Alfredo Piñeyro Téllez EXTERIOR. El semestre, 50 Correos: Letra Suscrición mensual: 00 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Desde que Garrison fundó su Liberator no hubo paz en la Unión: cómo crecen las ideas en la tierra. José Marti.
El año, 00 am.
Giro bancario sobre Nueva York.
Cómo deben los niños cubanos recordar a Marti Por JUAN MARINELLO De La Palabra. La Habana José Mardi Hoy (1) se cumplen, niños cubanos, ochenta y dos años del nacimiento de un hombre que fué por muchas circunstancias, distinto de los demás hombres, de un hombre que tuvo la rara preocupación de no pensar nunca en lo que convenía a su provecho, sino en lo que interesaba a los cubanos. Cada vez que se sentaba a escribir o que se dirigía a la tribuna, o que presidía una junta, o que organizaba un club revolucionario, pensaba en la manera más rápida de aliviar la pena de los hombres. Martí había leído muchos libros en distintas lenguas y sobre cosas diversas. Hablaba y escribía, además, como no lo ha hecho ningún hombre después de él.
Pero, en vez de hacer lo que hacen los que saben mucho y hablan y escriben con belleza, que es utilizar sus dotes para hacerse ricos y poderosos, él atesoró sabiduría y derrochó elocuencia para que los cubanos tuvieran una vida feliz.
Martí fue un niño ejemplar, es decir, que podía servir de modelo a los demás niños. Amo tierna y ardientemente a su madre, respetó a su padre, hizo del libro su mejor amigo y fué cariñoso y franco con sus compañeros. Tan pronto vió, de muy pocos años, que su tierra estaba mal gobernada, que los españoles que mandaban en Cuba tenían a los cubanos como inferiores a ellos, dijo en alta voz su deseo de que Cuba cambiara de gobernantes para que todos los hombres que en ella vivieran tuvieran respeto en sus acciones lícitas. Lo que Martí empezó de niño lo continuó sin tibieza a lo largo de toda su vida. Su sueño y su realidad fué siempre la libertad de Cuba. Por este ideal padeció mucho en su isla y en países lejanos.
Preparó la revolución de 1895, que echó a España de Cuba y, para dar ejemplo culminar su sacrificio, murió en Dos Ríos como había deseado y presentido: peleando por la independencia cubana.
José Martí debe ser muy querido por los niños de Cuba porque luchó y murió por el bien de los cubanos, pero, además. porque amó con la entraña a los niños de Cuba. Su amorosa devoción por los niños, por todos los niños, no encuentra parecido en ningún hombre grande. Escribió una revista titulada La Edad de Oro, dedicada exclusivamente a los niños. En esta vista hav cuentos, poesías, descripciones de ciudades y pueblos biografías bellísimas escritas por Martí con el corazón latiendo por sus niños. Ningún niño cuhano debe dejar de leer y meditar La Edad de Oro.
Los niños de Cuba deben imitar a Hosé Martí en aquel impulso que lo hizo trabajar siempre porque sus compatriotas vivieran sin esclavitud. Ahora, como en los días en que Martí vivió, pesa sobre los cubanos una dura opre.
sión. Ahora no es España, sino los Estados Unidos los que hacen miserable la vida de los cubanos. Ahora, lo mismo que cuando mandaba España en Cuba, hay un grupo pequeño de hombres que están de acuerdo con el opresor para explotar al pueblo. Los niños de ahora deben combatir, con la misma encrgia que combatió Martí siendo niño, a los explotadores extranjeros y a sus alixiliares criollos. Pero, así como Marti decía que los españoles no eran malos por ser españoles, sino que lo eran los que venían a Cuba a vivir del esfuerzo de los cubanos, así ahora el niño no debe querer mal al hombre nacido en los Estados Unidos. En los Estados Unidos hay muchos hombres que atacan a sus compatriotas malos y los desenmascaran porque vienen a chupar la sangre de los trabajadores cubanos. Hay que estar en contra de los que vienen a Cuba a vivir de ella, a enriquecerse con el trabajo de los cubanos pobres.
La explotación que ahora sufren los cubanos es mucho más cruel que la que padecían en tiempos de José Marti. Porque ahora las cosas que más valen como los ingenios grandes, las fincas de caña, las vegas de tabaco, los grandes sembrados de naranjas y cocos y muchas fábricas importantes, son de compañías norteamericanas.
Estas compañías quieren ganar mucho dinero en poco tiempo y por eso pagan a los cubanos jornales que no les son suficientes ni para comer. Como que esas compañías son las dueñas de las fábricas y de las tierras, imponen a los trabajadores una vida de privaciones y miserias. Ei trabajador que se rebela contra la opresión de la empresa es lanzado en seguida al camino real donde se convierte en inendigo. Las cosas no pueden seguir así porque no tiene explicación que un grupo pequeño mantenga en la desgracia a todo un pueblo. Para que todo cambie hay que hacer ahora lo que hizo Martí en su tiempo, es decir, luchar sin descanso porque el cubano salga de la esclavitud en que gime. Ahora también hay que reunir a los cubanos para que se dispongan a la lucha contra sus opre.
sores. La tierra de la isla de Cuba debe ser para los que viven en la isla. Quiere esto decir, que es necesario quitar esas tierras a las compañías que ahora las tieren. Cuando las tierras sean de los que viven en Cuba, no podrá explotárseles duramente como ahora. Cuando sean los cubanos los que laboren sus propios campos, no podrá echárseles de ellos por la sola voluntad de un administrador de ingenio yanqui.
El gran cambio que hay que hacer en ba para que las tierr vuelvan a manos cubanas no puede lograrse pidiéndoselo al gobierno, porque el gobierno ahora como en los días de Martí, no es más que un criado de los que poseen las tierras y las fábricas. Cuando Martí llamaba a sus compatriotas a luchar contra España, había en Cuba unos polítiicos que hablaban muy bien y eran finos y bien vestidos, que querían ser gobernantes de acuerdo con España y que sostenían que con buenas razones y sin ucha, podía convencerse España de que abandonara a Cuba. Ahora también hay unos políticos bier.
vestidos, y que hablan icon mucha elegancia y han leído muchos libros, que dicen al pueblo que no hay que pelearse con el yanqui que tiene nuestras tierras y nuestras fábricas, sino entenderse con él y convencerlo de que nos debe tratar con menos dureza. lo mismo que cuando Martí, los explotadores no se irán sino cuando vean a todo ei pueblo en un frente de lucha dispuesto a morir por su tierra, por su pan y por su libertad. El poderoso no teme al desposeído, sino cuando lo ve codo con codo junto a su hermano en des(Pasa a la página anterior)
a re(1)
28 de enero de 1985.
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