SocialismVíctor Raúl Haya de la Torre

REPERTORIO AMERICANÔ 217 Filosofia de los zapatos viejos Por GERMAN ARCINIEGAS De El Tiempo. Bogotá america latina 33 botella. FERNANDER LEDESMA El libro de Luis Alberto Sánchez sobre Haya de la Torre (1) me ha hecho recordar un novelía célebre en la literatura socialista, que si mal no recuerdo pertenece a la cosecha de Herbert George Wells. El novelin lleva por título Esta calamidad de los zapatos viejos. y se reduce a transcribir las reflexiozies de un tipógrafo que, trabaja 1do en un sótano, miraba a través de un tragaluz la miseria humana pintada en el desfile de zapatos viejos que corría a la altura de sus ojos. Aunque el tipógrafo alcanzó columbrar cómo podría redimirsa a los hombres de la calamidad de los zapatos viejos. mediante et socialismo, yo recuerdo que, cuando leí el novelin en mis mocedadez, me quedaba rezagado en la lectura, para celebrar al escritor que había podido localizar en un detalle de suelas y tacones las más grandes desventuras de nuestrog prójimos.
La verdad es que hay personas, y esto es lo ordinario, que se deGan mandar por los zapatos; personas que hacen depender su decoro de un simple detalle que llevan en los pies. Una suela que empieza a abrir el ojo, y que de pronto deja una grietecilla por donde el Trio de las baldosas o la humedad de las lluvias tresa hasta el alma, hace que el alma se agache, que el contre se considere inferior, que pierda la propiedad, el aplomo para hablar. No hay centro nervioso en todo el organismo humano que tenga el poder de una suela para producir un instantáneo complejo de inferioridad. la tragedia del estudiante pobre es ésta. Ese estudiante va penetrando en un mundo de sombras a medida que le ocurre la decadencia del calzado. inedida que se descose la puntera y que cabillos insignificantes de cáñamo ponen gritos de angustia en la calenturienta imaginación de los muchachos. Ya parece entonces que se rueda hacia un abismo inevitable, la mano se niega a darle lustre al cuero, el ánimo no acompaña para presentarse delante de los señoritos bien, etc.
kecuendo a uno de los más gallardos compañeros de mi juventud. Un muchacho cuyo perfil y cuyas manos eran una estampa de sangre blanca, Hubiera sido querer capiar el sol con las manos, como vulgarmente se dice, negarle a él su abolengo de hijosdalgo. Pero el muchacho, orgulloso y ambicioso, resolvió hacer su carrera de medicina sin implorar apoyo de sus padres, heridos entonces por la crisis Legró que en la escuela milifar le adjudicasen una cátedra.
Haya de la Torre Dibujo de Fernández Ledesma Ganaba unos veinte pesos al mes, y con esos veinte pesos pagaba la pensión por ahí en una fonda que si no me engaño era nada menos que la misma de la Loma y se vestía, y cubría el valor de las matrículas. recuerdo a esa juvenil estampa de lindo caballero sin en centavo, que apurando el paso recorria la ciudad de punta a punta para alcanzar a dictar sus lecciones en la Escuela Militar, con zapatos rotos, empapándose los huesos, y, sin embargo, con qué gesto de más perfecta dignidad! pensad que un día, cuando andaba en faies apuros, acertó, por San Francisco, a pisar en un casco de el pobre casi corría entonces para que la huella de su sangre fuera más leve y no pusiera con escándalo avisos de su infortunio.
He pensado en todas estas cosas y he pensado en por qué Chaplin ha puesto a descansar las bases de su tragedia sobre sus zapatos ore.
jones que viven riéndose de su dueño, por pensar en Haya de la Torre. Forque Haya de la Torre, tal como se desprende del libro de Luis Alberto Sánchez, libro que dará a su figura codearse con las de las vidas de Romain Rolland. Haya de la Torre, digo, surge precisamente de ese ambiente que forman en Lima, 10 mismo que en Bogotá, los estudiantes pobres que llegan de la provincia. Estudiantes de buenas familias, como la familia de Haya, blanca por todos cuatro costados, pero que van a la capital sin más bordón que el de su entusiasmo un tanto romántico, un tanto político, pero irremisiblemente idealista. Haya es en Lima, recién llegado de Trujillo, el muchacho grandote, francote, alegrote, que cae a revolver los avisperos estudiantiles, con los zapatos rotos, los pantalones brillantes como ua espejo deshilachados los codos de la americana.
Haya de la Torre no se dejó mandar por los zapatos. Tenía, claro está, su decoro. Pero no gel acobardaba hasta pensar en que alguna vez los zapatos pudiera a enseñorearse de su conciencia. Por encima de la pobreza, se le veia entonces y se le vió siempre luego, y se le ve todavía, gritar como una bandera de seda, diáfana, alegre, triunfadora, una risa detrás de la cual se puede ir alegremente a todas las jornadas, sin exceptuar las jornadas de la muerte. Toda la raíz revolucionaria de Haya de la Torre está en su actitud de agitador estudiantil. Alla aprendió a tener la responsabilidad de un conductor de masas, que lleva entre sus manos lo mismo la custodia de los principios, que la custodia de las vidas. Haya paseaba sus muchedumbres por Pasa a la página siguiente ET hombre del alba Por ALBERTO GUILLEN Envío del autor. Arequipa, Perú. 1933 Victor Raúl Haya de la Torre! Haya, árbol fornido, símil de fuerza. Pájaros en los brazos, vuelos!
Torre, por la torre la tierra se levanta, se pone de pie, sube, coge el cielo. Torre, evocación de vuelo de campanas. Torre, cordera madre que coge el rebaño de la ciudad con su balido.
Víctor Raúl Haya de la Torre! Me ponía a redoblar cada vez que llegaba a mis manos su nombre.
Sentía estremecerse algo en mí como el feto en la curva, en la hinchada gravidez de mi alma.
Llegaban sus palabras a mi raíz de hombre, aun sin voz, aun sin sílabas sonantes, como si usted fuera la conciencia viva de nuestro día, el cimiento en que iba creciendo el alma de mañana, la hurgoneadora voz de aquel que está clamando dentro de cada uno por una realización más ancha de la vida.
El tiempo había devorado las letras de su nombre, me las había arrancado de las manos.
Pero oscuramente germinaban tallos, luces de madrugada.
Quería recobrarle amigo. Porque era usted para mí algo mío que debía volver a la luz.
Era usted para todos el dolor que nos estaba diciendo que faltábamos a nuestro deber de hombres al no sacrificarnos para hailarnos.
Porque la vida siempre tiene un mañana. porque el germen debe pudrir para ser árbol donde el viento venga a plantar su vela. 1) En las Ediciones ERCILLA, Santiago de Chile, 1934. El tomo VII de la «Biblioteca América: Luis Alberto Sánchez: Raúl Haya de la Torre o el Politico. Crónica de una vida sin tregua.
Ciertamente era usted uno de los exterminadores del caos, uno de estos pocos que iba empujando el porvenir con el pecho como la raíz empuja al árbol hacia el cielo.
América se movia en el bronce fundido de su palabra.
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