REPERTORIO AMERICANO Tomo XXX SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San José, Costa Rica 1935 Sábado de Febrero Año XVI No. 718 Núm. SUMARIO Emilia Prieto La dualidad de Benjamin Constant.
Un nuevo académico español: Baroja en Itzea.
Recordando al Dr. Rodríguez. poemas rojos.
Visita a Madame de Staël Hacia la mujer aprista Leonardo Pena Corpus Barga Alvarez Hurtado Miguel Otero Silva Ventura García Calderón Serafin del Mar El Monumento a la Madre.
No es el banano lo que busca la United Fruit Co. en el Pa.
cífico de Costa Rica En los funerales del Dr. don Rodolfo Argüello Libros y Autores.
La soledad desdeñosa Juan del Camino Azarias Pallais Jorge Zalamea La dualidad de Benjamin Constant Por LEONARDO PENA Envío del autor. Paris, 1931 Si el romanticismo, lleno de palabras bárbaras y confusas que no eran más que signos fatigados, fué una gran cu riosidad del espíritu, tres escritores sui203. tres precursores. representaron las formas esenciales de esa curiosidad: Juan Jacobo Rousseau, curiosidad en el orden del sentimiento; Ma.
dame de Stael, curiosidad en el orden de la inteligencia y Benjamín Constant, curiosidad en el orden de la ac ción.
Benjamin Constant fué una de las naturalezas más extrañas y menos reales que le haya sido dado contemplar al hombre; uno de los más extraordinarios campos de batalla, tanto de las pasiones, como de los sentimientos y de las ideas. Cínico y pudoroso; tímido y audaz; tranquilo y agitado; franco y dando la sensación de una loca falsedad: lógico y lleno de insensatez; torturado de escrúpulos y encantado de sus torturas hasta encontrar en ellas su equivoca y quemante vocación, él vivió en una continua y amarga dualidad de todo su ser. Su indiferencia no era más que una máscara tras la cual se ocultaba la más inquieta de las ternuras; su escepticismo y su aparente frivolidad no hacían sino acentuar en él, a medida que avanzaba en la vida, la gravedad del vivir, por lo que ese discípulo de Rousseau, formado en el siglo xviii, perteneció tan instintiva y totalmente al siglo xix; su tibio apego a la libertad no le impidió reivindicar apasionadamente ios derechos del individuo y colocar por encima de todo la dignidad de la razón humana, y, a pesar de la inconsecuencia de sus actos y de los sobresaltos de su humor, que lo condenaron a sembrar la ruina por doquiera que largase las traillas de sus pasiones, jamás su corazón dejó de adoptar la causa de las víctimas, aun cuando esas víctimas fuesen las suyas. Conociéndose, Benjamín Constant decía. En mí hay dos seres, de los cuales el uno no hace más que observar al otro.
Jamás, en efecto, el personaje cuerdo dejó de anotar en su Diario Intimo las extravagancias del imprudente, de modo que si Benjamín Constant cometió muchas locuras, siempre supo que las hacía; pero, 110 obrando simultáneamente, esos dos personajes contradictorios ciones, que le permitían encontrar en las lágrimas, una satisfacción miserable. de ahí también su egoísmo. Aunque, a decir verdad, dada la especial predisposición de su espíritu, que lo hacía concretar, como las mujeres, todo en sí mismo, fué más egotista que egoísta. su persona no le interesaba más que el resto del universo. No dijo, a sabiendas de que un tal privilegio equivale a una destrucción: El mejor don que la naturaleza me ha dado, es el de divertirme con el espectáculo de mi vida interior. Siendo la sinceridad su característica primordial. cada vez que le fué necesario, expuso al desnudo su corazón y su pensamiento. jamás mintió, ni se inintió. según el decir de Bourget. si lo hubiese hecho, habría sido incapaz de empecinarse en la mentira, acaso porque instintivamente comprendía que, a fuerza de mentir, el hombre concluye por creer que dice la verdad, transformándose así en el más abyecto de los cómplices. Cómo, pues, poseyendo una tal clarividencia, él hubiese podido, sin recurrir a la complacencia o a la cobardía, ilusionarse sobre sí mismo? Ello habría sido impropio de un hombre como él, que si cometió mu chas faltas, siempre supo juzgarse con severidad. Porque lo injustificable en el ser humano, no es que alimente en secreto sus vicios y sus sueños, sino que carezca de simplicidad para aceptarlos.
Verse tal cual se es, exige un valor persistente, bien que desilusionado; valor del cual sólo son capaces aquellos que ignoran toda adulación de sí mismos. Desgraciadamente, un tal heroísmo interior, embarazando al hombre de reticencias y de delicadezas, le arrebata toda audacia en su comercio con el mundo, porque quien desea vivir en la verdad y respirar lo verdadero, no tarda en perder, más que la confianza en los otros, la confianza en sí mismo. Es un sentimiento de inferioridad, mezcla de humildad y de orgullo, que descartando todo afán de rebelión, mortifica y paraliza. mientras mayores la desvalorización infundida, los efectos se hacen sentir a mayor distancia. Así, mientras Rousseau busca la coartada en la quimérica ambición de reformar el género humano, oponiendo a los vicios del hombre los defectos de la naBenjamin Constant nunca pudieron ser confrontados, lo que habría equivalido, no a una salvación, pero, sí a una mejor comprensión de sí mismo. Siendo lo bastante lúcido para juzgarse, Benjamín Constant era demasiado débil para dirigirse, cosa que lo obligaba a asistir en observador severo y en critico implacable, pero impotente, al desenvolvimiento de sus pasiones. Así, él se sintió pensar, amar, obrar, tergiversar y sufrir y se vió caer, constituyendo aquella lucidez el drama de su existencia, pues, excepción hecha de Stendhal, nadie ha sentido como él la acuidad de ese dolor particular que procura una conciencia demasiado clarovidente de los actos que realiza. Su exceso de análisis y de imaginación, lo condenaron a eternamente huirse en una tremenda malquerencia de sí mismo.
De ahí su desencanto, su sequedad, su gusto por la tristeza, sus placeres violentos y la malignidad de sus humilla Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica