264 REPERTORIO AMERICANO Una antologia Por ENRIQUE DIEZ CANEDO De El Sol. Madrid Federico de Onís He aquí el título completo, que en los ejemplares, encuadernados, no trasciende a las tapas, ocasionando tal vez error: Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana (1882 1932. Las fechas son esenciales. La primera indica el punto de partida. La segunda, aquel en que el recopilador, Federico de Onís, hubo de poner fin a su trabajo para darlo a la imprenta. No es, por lo tanto, fecha que cierre un ciclo. Muchos de los poetas que en el libro figuran siguen trabajando: los últimos grupos dan una poesía en formación lejana todavía de su cenit, aunque anote ya nombres y obras definitivos. Porque no es de sospechar que todos estos poetas jóvenes, aun los de labor bien cuajada, se encierren del todo en su actual manera. Algunos de ellos, quizá los más destacados, inician ya cambios muy significativos.
Digamos, desde luego, que la Antología de Federico de Onís, ordenada no sólo en los intermedios de su actividad académica, tan fecunda en Columbia University, sino en repetidos viajes a España, con la asistencia de copiosísima bibliografía, que no es el menos interesante aparte del libro (en que se ve la mano cuidadosa y el espíritu vigilante de la señorita Rosenbaum. y en continuas consultas y aun controversias para determinar admisiones y exciusiones, para decidir, sobre todo, la clasificación, es decir, la vida orgánica de la Antología, es digna de su vasto empeño.
Federico de Onís ha consultado mucho, ha sabido oír y se ha decidido, en más de un caso, por su propio criterio, marcando así su personal sello en la obra. Con errores o aciertos, ella es suya, y como suya hay que considerarla, que no como obra de los poetas cuyos versos aduce.
diferencia de tantas otras antologías, no es el capricho del orden alfabético, ni el azar de una data naciiriento o primera obra en tomo lo que ordena la de Onís.
Toma la poesía española en su más amplio sentido: poesía en lengua española, ya sea peninsular o americana; y esto bastaría para darle interés, mostrando las voces líricas de veinte pueblos en un coro único. Mas, ante todo, su labor selectiva se ha concentrado en un período cumplido y perfecto, cuyas resonancias persisten aún, cuando ya se inician otros rumbos. Entre los poetas de la primera parte, Transición del romanticismo al modernismo. y los de la última. ultramodernismo hay correspondencia evidente. Aquéllos no son todavía. éstos no son ya. El cuerpo de la Antología se ve en las partes encabezadas con estas denominaciones. Rubén Darío. Triunfo del modernismo. Juan Ramón Jiménez. Postmodernismo.
Como los poetas no son seres inmutables, cada una de estas divisiones trasciende a otra u otras. Para señalar el más claro ejemplo, vemos a Jiinénez dominar las subsiguientes partes del libro, de tal modo, que en todas ellas encajaría; pero aun figuras más modestas alcanzan flexibilidad bastante para desbordarse de su grupo. No es éste un mal del libro, organizado con suficiente amplitud y no encastillado en una rigidez que cada página desmentiría. Las divisiones y subdivisiones indican palpable y no tiránicamente lo meditado del plan. En cuanto a las denominaciones, algo pudiera objetarse mas en la seguridad de que Onís se ha planteado a sí mismo la objeción y ha resuelto sin ceder al capricho. Yo, de todas maneras, no veo bien que en la división última, llamada Ultramodernismo. se considere a los poetas que mejor definen el espíritu nuevo en la poesía con el dictado de ultraístas que en España se dieron poetas no inclusos entre los que Onís designa con tal nombre, que ellos, por su parte, no han de aceptar muy a gusto. En primer lugar, para los conocedores de la poesía española, esto da lugar a confusión. Onís, sin embargo, se defiende al decir que de aquella tendencia sólo ha quedado el nombre, y éste se puede rehabilitar de manera útil para designar a los poetas de la sección última. Es, por lo tanto, una proposición que bien pudiera lograr acogida favorable, si tanto mereciera la nueva Antología. llantada a obtener gran difusión en la enseñanza.
Estas denominaciones de escuelas o períodos literarios son siempre un poco arbitrarias, y depende su éxito de factores imponderables. Cuando el nombre no surge espontáneo del carácter de la obra a que se aplica, hay que acudir a un pre. a un post. o en este caso, a un ultra. Con lo cual no se dice lo que propiamente es, sino más bien lo que no es el periodo así nombrado. Ultraísmo. para Onís, es una sección de lo que llama ultramodernismo. la otra es una nueva transición del modernismo al ultraísmo.
Ultraísmo se ría más bien negativa de todo ismo.
El período que siguió al modernismo no ha encontrado el suyo, y dice que no lo quiere. Pero ¿Se entiende acaso la protesta de una criatura en la pila bautismal?
iQuién sabe, pues, si está llamado a prosperar el nombre ultraísmo para la nueva poesía! Si no prevaleciera, o si un día se encontrara otro mejor, sin duda Onís abandonaría el suyo; por a hora, bien hace en mantenerlo, puesto que le gusta y no hay otro a la vista.
Los que pudieran darse nombre a sí mismos no han compaginado aún su antología propia, pues no lo es la tan conocida de Gerardo Diego. Tuviéranla iormada e impresa, y tal vez del título pudiera sacarse palabra capaz de sustituir a la que hoy Federico de Onís propone.
No existen motivos de mayor entidad para que se hayan aceptado algunos nombres hoy generalmente admitidos.
El que quiera ver adónde van a parar esos rótulos, lanzados unas veces con la más profunda convicción, otras para lograr atención rápida, vea en cierta Histoire contemporaine des lettres francaises de 1885 a 1914. libro caótico de Florián Parmentier, la enumeración de escuelas literarias que un momento gozaron de publicidad, si no todas de crédito: versilibrismo, paroxismo, naturismo, sintetismo, integralismo, impulsionismo, sincerismo, intensismo. y tantas más. De todos esos nombres, uno solo ha quedado, aunque se quiebre por mil partes: simbolisro. con que se designa ya a toda una época literaria. Entre nosotros, el que da a la antología de Onís su núcleo central, modernismo. no ofrece mayor consistencia. Si lo analizamos, encontraremos en seguida sus fallas. Pero se ha generalizado de tal suerte, que su solo enunciado nos declara ya el contenido. a nadie extravia, en más amplia zona, el término romanticismo. que la autoridad de Menéndez y Pelayo encontraba también un poco estre.
cho.
Con esta discusión nominativa se ha quedado en segundo término, al parecer yo opino que no el contenido de la nueva Antología. Sus 212 págiTias encierran copioso caudal; pero ya dijo un discreto antólogo inglés que una antología será tanto mejor cuanto pueda ser más extensa. Los poetas citados por sus obras, en abundantes selecciones muy a menudo, son unos ciento cincuenta, correspondientes a todas las naciones de nuestra habla, si tenemos por una sola a la América central, y si descontamos al Paraguay, que habrá tenido ya sus Aquiles, pero no sus Homeros, y a las Filipinas (aunque caen fuera del título. en cuyo acervo poético algo pudo espigarse. Demasiados (Pasa a la página 266. 1)
Madrid, 1984. Centro de Estudios Históricos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica