Imperialism

118 REPERTORIO AMERICANO tria.
su propio hijo, sacrificado oscuramente en el Chaco, y, por eso mismo, se empecinó en ser el sepulturero de su paTú eres, Señor, Justicia, y él la negó. Tú eres amparo de todo Derecho.
y él lo profano. Tú eres Bondad, y él quiso ser Perversidad. Tú eres Misericordia, y él quiso ser Crueldad. Tú le diste luces para que alumbrara la conciencia de su pueblo, y él puso en ella las tinieblas de su vesanía. Tú lo llamabas a la fraternidad, y él fué el odio.
Pudo ser justo, y fué sanguinario. tú, Señor, Dios del Sinaí, implacable con los réprobos, que hasta desmientes tu intima esencia para castigar a los que atropellan tu ley, has hecho del militarismo que esgrimió contra tus mandatos, para hacer el mal, el instrumento de tu divina sanción. Esgrimió la espada y es la espada la que lo abate. Lanzó a su pueblo a pisar fuerte en el Chaco, y es en el Chaco, no en la sede de su poder, donde se ha hundido para siempre. Piedad, Piedad, Señor! El Paraguay, vengado por tu omnipotencia, no pide el castigo eterno de su alma. Le basta este tremendo escarmiento, Señor. Dale, sí, un resto de vida, para que acabe de purgar sus pecados.
Déjalo vivir, Señor. El trueno de nuestros cañones en las márgenes del Pilcomayo acompañó con su voz de bajo profundo mis últimas palabras, mientras Canelita seguía repitiendo acongojado: piedad, piedad, Señor!
Peñaranda seguía rígido, mudo y ciego, como la estatua del terror. me alejé de Villa Montes como quien se aleja de un muladar.
Estampas Otra calamidad a las puertas Los tratados comerciales que los Estados Unidos van a imponerles a estos pueblos débiles e imprevisores Por JUAN DEL CAMINO Colaboración. Costa Rica y febrero del 35 tiene un tinte violáceo. Se diría una momia incásica. No me escucha. La voz del Paraguay no consigue despertarlo.
Sus ojos vidriosos no me ven. Un hilo de espuma, coloreada de bilis, brota de la comisura de sus labios, y asoman las puntas de sus escasos dientes amarillos de roedor envejecido. Está aplastado.
Ha caido de muy alto.
Desde los cuatro mil y pico de metros del Palacio Quemado se ha desplomado en el pantano del Chaco. Está, también, cubierto de iodo. Viendo a sus leopardos de talabartería perder la piel postiza y retornar a ser las ovejas de Bautista Saavedra, se sintió Cóndor y voló a contener el desbande de la majada. En V:lla Montes perdió su plumaje real. sus garras. El pastor que había dado a su grey, no era ya el arrogante caudillo que conoció. Era un simple gañán, muy bruto y muy asustado. Era lo que era en realidad. Había perdido, a su vez, su piel postiza, y los relumbrones de su uniforme. cuando, tieso y ceremonioso, le tendió la mano, recibió por respuesta el golpe o garrotazo que lo tendió en el sucio camacho en que ya cia. Todo había sido el sueño de una noche de veranc!
La última republiqueta de América había obrado el milagro de desvannecer la funesta ilusión.
Después de todo. esa era la única realidad.
Me sentí cristiano. Aquel agonizante reclamaba el auxilio de un sacerdote del Dios del perdón. Di grandes voces llamando al Padre Tapia. De un rincón penumbroso vi aproximarse una especie de sombra, algo así como la imagen de!
terror. la luz de las velas de sebo pude verlo mejor.
De breves proporciones, estrecha la frente de antropoide, oscura la tez, esquiva la mirada, todo insignificancia y todo falsía, temblaba como un azogado. Era Demetrio Canelas, más conocido por Canelita. o sea el último pongo que acompañó al cochabambino en su último vuelo. en su vuelo mortal. Había visto cómo el Cóndor se convertía en un gallo desplumado y esperaba resignado su destino. Muy humilde y en voz muy baja me advirtió que era inútil que clamara por Tapia. Para hombres así no son estos trances, me dijo. Para ellos el derecho de pernada. El deber de la caridad les es desconocido. Debe estar bebiendo en alguna chichería de La Paz, mientras, como vé, el Mesías se nos muere aquí, bajo el peso de la iniquidad.
Y, a mi modo, y sin latines, hube de rezar entonces mi responso al cuasi difunto Daniel Salamanca, asistido por Canelitas y en presencia de Peñaranda. He aquí, Señor, tu obra. Tú lo elevaste y tú lo humillaste. Sufre el rigor de tu mano como conoció la generosidad de tu voluntad. Quisiste que fuera benefactor de su pueblo, y fué su verdugo. Le diste el poder para que obrara el bien, y se entregó al crimen sin juicio. Tu enojo lo hirió de muerte en Sigamos la política comercial que empeñosa y ostensiblemente está imponiendo a estos pueblos de la América el Presidente Roosevelt. El tratado comercial es la forma de ligarnos a la voluntad del poder imperialista. La tribu diplomática hace en cada nación de por acá el trabajo que exige la imposición del tratado. Salen los representantes de los Estados Unidos con asiduidad a los periódicos y cuentan de lo avanzado que se encuentran los tratados y el plazo aproximado en que estarán aprobados. La orden es dar remate victorioso al plan del Departamento de Estado. Quién no sabe que con fuerza de esa calidad interesada en obtener el tratado, éste no fracasará? Sería necesario un acto de rebeldía oficial nunca visto para que el imperialismo del Departamento de Estado viera fracasar sus pactos. La discusión se promueve en las cancillerías, pero bien sabemos que es nada más que para adobar al gusto yanqui cada capítulo y cada cláusula. Lo que digamos los que ni tenemos influencia en fuerzas sociales o políticas, ni ocupamos otra posición que la del simple inconforme que está mira que mira en el horizonte nacional, sólo será bueno como disonancia en estos medios con tan poco censurador. Los tratados pasarán sin vacilar. El Departamento de Estado hizo enviar a su país comisiones de aquellos países de voluminosas importaciones y exportaciones, tales como Brasil, Colombia y Argentina. Con esas comisiones ha discutido. Pero a JOHN KEITH Co. Inc.
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Socio Gerente. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica