REPERTORIO AMERICANO 137 Del homenaje colombiano a Jaime Barrera Parra Una vez invitaba a Jaime Barrera, con la voz de mi poema, bajo el aroma del aguardiente: Compadre! palabra que aprendí en la noche de la venta santan dereana, camino del Socorro donde hay banderas rojas y corazones revoluciona rios.
Le invitaba sobre el ardiente rum bo de las horas del trópico al viaje líriCO. Ibamos a seguir un itinerario de vereda y de pueblos para aprender la geografia emocional de Colombia, la nuestra, mestiza y sexual, campesina, madrugadora y alegre, vestida como moza indígena con faldellín de colores, con sus senos frutales y sus dientes de maíz tierno.
Jaime ansaba estas cosas de nuestra tierra más que ninguno. Por eso amo a Tulio Varón el guerrillero, y aprendió los versos de aquel poema en elogio del aguardiente, que escribió quien estaba ardido en su corazón por los soles del Tolima y embriagado en su alma por los ojos de las cigarreras de Ambalema. Tomado de El Tiempo. Bogota.
Mi querido Jaime: Si supieras la dureza de golpe que yo recibí ayer de mañana, cuando al abrir el diario allá en el pueblo donde suelo pasar las noches, dí con tu retrato y el de tu esposa, y cómo el engaño vendó per un momento mis ojos, creyendo que se trataba de tu viaje a Italia, y de la realización de nuestros sueños, de andar un día con ella y con tus hijos por las tierras escarpadas de Serbia, esa prolongación de nuestros dos Santanderes, en donde todo es igual a lo que tú hiciste inmortal con tu pluma tan ágil y pujante. Cómo nos has dejado a todos tus compañeros de El Tiempo. Ninguno acierta hoy a decir nada.
Quizá eso es el mejor homenaje a tu memoria. Nosotros que siempre tenemos tan fácil la palabra que ha de echar sobre todo un velo de olvido, ahora estamos como aturdidos por el golpe y nada podemos decir.
Pero sobre la mesa de mi estudio, es tá la obra inmortal de Marcial que te iba a enviar como regalo de viaje. No sé por qué en los días de tus bodas, escogí este libro para que te sirviera de compañero en la travesía.
Jaime Barrera Parra Lo escogí únicamente por el prólogo, Murió trágicamente el 28 de enero de 1935 en Medellin, porque en él había mucho de tu vida.
al desplomarse el cielo raso del Teatro Alcazar Habías encontrado en tu áspero camino de los últimos tiempos tu Marcela salvadora, y sentía la satisfacción de verte Notas del Week end libertado.
Muchas veces se lo había dicho a En Por JAIME BARRERA PARRA rique Santos. Sacadas de El Tiempo. Bogotá Tenemos que libertar a Jaime.
LA CANCION DE LOS NIÑOS Enrique, el hombre escéptico, que se conmueve también tan profundamenFuera de programa, como todas la esce te, me respondió un día, cuando ya es nas que tienen alguna in portancia en la vida taba aprestándose para ir en busca de de los hombres de Estado, se efectuó ayer otros cielos en donde apacentar su ta una manifestación infantil al doctor Olaya lento: Herrera. Cuatrocientos niños de la alta so. No lo dejaré ni un día más aquí.
ciedad bogotana, cantando un himno patriú Pero lo que realizábamos los que tan tico sobre la melodia criolla de El Guate to te queríamos, no tenía nada que ver cano. visitaron al futuro presidente de la con la acechanza de un hado inconsRepública Eran pequeños hombres de a ciente. años. Algunos de ellos firmaron una adhe por eso la brutalidad de nuestra sión al repúblico; otros, los más pequeños, sorpresa, y el descontento que nos inva se contentaron con vivarlo. El doctor Olaya de al pensar que tu vida se trunco sin la Herrera, que tiene ganada una fama de grandeza que merecías.
frío, sintió que algo se le anudaba en Muchas manos duras y curtidas por garganta: era el recuerdo de sus hijos. To los soles del trópico en los dos Santandas esas cabecitas locas le daban la sensaderes, estarán ahora temblorosas, sosteción material de otras cabezas sobre las niendo el periódico que lleva la triste cuales, en el transcurso de los lentos años, nueva, y leyendo la tragedia al través de el hombre frío ha llorado de amor y de di unas lágrimas de dolor y de rabia.
cha.
Porque tu obra era la vida de todos No se trataba de un acto político sino de ellos. Cuando se hablaba de sus dure una bella dentostración social. Toda esa car zas y de sus fieras luchas de partido, ne nueva dispuesta para los festines y los satú l:acías la oración de la raza, que les crificios de la vida, toda esa luz de los ojos hizo hinchar el corazón, y los llamabas. inocentes, todo ese temblor de las gargana la vida nueva.
tas que no se han envilecido con la acritud Nadie sabe de cuánto sirvieron tus ni con el odio, todo ese avance de una gene nobles frases pronunciadas en el teatro ración que apenas despunta, le llevaban al de Bucaramanga, en un día en que topatriota y al estadista canciones y rosas. das las pasiones se habían desencadena Eso fué todo: rosas y canciones. Esos ni do sobre los cerros duros de esas tieños cantaban bajo la melodía primtaria de rras y se pagaba con la vida el solo helos aires natales de la fragante Boyacá que cho de no pensar como los demás. Pasa a la página 139)
Llevaste hasta ellos una voz de huEra alto, feo y triste y caminaba con ese desgarbado movimiento inseguro y torpe de los campesinos de la montaña santandereana, cuyo pie no conoce el alivio de los planos ni la despejada ruta de los valles. El pie santandereano an da rindiendo cisuras y esquivando vór tices.
Pero a la orilla de nuestras copas aquellas verdes copas de mistela en cu yo corazón de miel brilla la esmeralda de la seda tropical sus ojos niños se humedecían cuando los tiples hacían flotar esa vaga y tierna melancolía de las guabinas, que se levanta sobre el campo como una pequeña nube de madrugada.
Jaime Barrera Parra me acompañó en todos mis viajes a través de la canción del trópico. Ibamos por los caminos abiertos de aquella juvenil expedición a la reconquista de la tierra: éramos Jaime, Eduardo Zalamea, Arturo Camacho Ramírez, Darío Achury, Rafael AzuDe aquella travesía hacia la literatura nacional, ajena al macedonio afán europeizante, quedaron sus páginas, una novela goajira que es la mayor con tribución de las últimas generaciones a la novela americana, un libro de versos de Camacho Ramírez y cuatro poemas de Darío Samper que cantan los ríos, las mujeres, la guerra y las frutas de tierra caliente. Ahora él ha regresado definitivamen te a la tierra y allí está con su canción muda bajo las flores campesinas de la cordillera antioqueña. Su corazón se alimenta como un grano maduro con la frescura de la montaña a la que siempre permaneció fiel y sigue palpitando en la noche, corazón niño y aventurero, simple y lírico, como una pequeña fuente que se desangra sobre las secas hierbas de verano.
Darío Samper la y yo.
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