CommunismImperialism

164 REPERTORIO AMERICANO El nuevo género en Artes Plásticas creado por Roberto de la Selva Por CARLETON BEALS De El Universal. México, 20, octubre, 1934 La cosecha Talla policromada por Roberto de la Selva La primera comparación que evocaron en mí las maderas talladas policromadas del artista nicaragüense Roberto de la Selva fué la de los brillantes bajorrelieves en porcelana del renacentista della Robbia el menor. En la obra de ambos hay una semejanza de frescura, de vivacidad y de encanto de carác.
ter y color; en una y otra labor se patentiza el rico sello manual del taller ndodesto. En el uno como en el otro, la producción artística tiene olor de sudor de vida real.
Si se quiere extremar más allá esta comparación, se nos evapora. Los tallados de De la Selva encarnan una cultura y una tradición diferentes, una ideología y contenido distintos. Los medios que emplean uno y otro artistas son lo más diverso que se puede dar: sus técnicas no tienen nada de común.
Si en cierta manera esotérica los dos imparten un sabor estético similar, ello se debe sólo a la semejanza del vigor emotivo que a ambos inspira, a la coincidencia en ambos del impulso renacentista, a la libertad que les ha brindado a uno y a otro, siglos de por medio, una época de experimentación, y al uso jubiloso que los dos hacen de los colores.
Fundamentalmente toda comparación de esas con Della Robbia es injusto. De De la Selva se puede decir que casi ha creado un género enteramente nuevo, lo cual es dado a pocos artistas. Casi llega a elevar un arte secundario, por más que sea de lo más antiguo y primitivo, a un nivel de expresión de primer orden, dándole nueva potencialidad, flexibilidad y movimiento, revistiendo de sabiduría y universalidad un medio, decorativo en esencia y función y todo ingenuidad. Así refuerza De la Selva creencia de que el verdadero artista puede crearse un medio vigoroso de expresión, capaz de abarcarlo todo, sea cual fuere el medio que emplee.
Cualesquiera que sean las comparaciones a que nos entreguemos, la visión, la síntesis y la técnica de De la Selva son únicas y muy suyas inequívocamente. Su obra tiene raíces hondas discernibles. Está arraigada en la región tropical de tierra firme de América, en México, y len el apercibimiento personal que él tiene de la vida y de las potencialidades de esas regiones. El mismo es producto tropical.
Sus materiales son indígenas: la caoba blanca, madera pesada, dura, pero extremadamente fina, que sugiere pureza virginal a la vez que madura perfección; madera de grano tan fino que, a pesar de su resistencia al buril parece casi tan excelente, como medio plástico, como el mármol. Los colores que emplea para policromar son los colores de barro molido, tradicionales de México, cálidos de sol y reminiscentes de siglos de utilización cariñosa; colores empapados en tradición rural y en un amor del suelo tan profundo como en China e Italia.
El contenido del arte de De la Selva es tan antiguo como el campesinaje que pacientemente ha sobrevivido siglos de explotación, pero este contenido es por completo moderno en cuanto a manejo y manera de ver: es una revaluación de la cultura básica en términos de agitación revolucionaria actual. De la Selva nos ofrece vivas escenas rurales, dándoles forma y proyectándolas dentro de un marco estético que agrada y satisface, escenas en las que redescubre signifcado específico y universal. Si bien no le atormenta la avidez de propaganda y la determinación brutal de Diego Rivera, ni el mal del alma de José Clemente Orozco, quien sublimiza la agonía racial transformándola en un misticismo comunista, ni las inversiones paradójicas de David Siqueiros, creador de un superrealismo basado en el énfasis que les da a las características recesivas y en la expansión de lo diminuto en lo gigantesco, De la Selva es, sin embargo, parte del movimiento artístico general de México cuya tendencia central es la revaluación de la historia, de la política y de la estética en términos de justicia social y de liberación económica. De la Selva dignifica las razas, las clases y las culturas despreciadas, pero sin ningún sentimentalismo de turista y sin darse a rapsodias oficiales; halla en ellas el verdadero secreto de la originalidad y vitalidad de la nación mexicana; descubre su fuerza perdurable, el hondo y aun recóndito sentir que exhala su inagotable paciencia, la delicada belleza de su sencillez, la hermosura esplendorosa de su preocupación por el suelo, y su calmada indiferencia respecto de los fetiches extranjeros. En otras palabras. De la Selva desentraña de esas razas, clases y culturas, los valores eternos de su vida, en vez de echarse a llorar por sus miserias de explotación o de ocuparse con la palabrería de fe insulsa de su reivindicación; y así es como, a su manera, mueve el centro cultural y político de la América tropical leios del colonialismo en bancarrota estética y social, y lejos de la dominación imperialista y criolla, hacia su verdadera base: la vida indígena y sus adaptaciones mestizas. De modo que es un anunciador, junto con toda la escuela mexicana, del reajuste político y económico implícito en la Revolución Social Mexicana y que ha tenido escaso logro.
Si el movimiento artístico mexicano representa muchas contradicciones y confusiones, en cambio ha sido más fundamental y de visión más clara que su contraparte política. Roberto de la Selva representa un triunfo tranquilo, más allá y por encima de la lucha inmediata Es bueno recordar que el movimiento artístico mexicano propiamente abarca a otro centroamericano, Carlos Mérida.
Tanto Mérida como De la Selva por más que estén tan distanciados en cuanto a técnica, género y énfasis, tienen en común un rico sentido decorativo que sugiere posibilidades de gran belleza futu.
ra que ha de lograrse en el arte de este sector del mundo una vez que se hayan aclarado las nubes de polvo de las batallas. Los centroamericanos, con sus tonalidades tropicales más ricas, complementan el carácter esencialmente sombrío, de blanco y negro y gris, de Orozco, y los melodramas de color brusEin el baño Talla en caoba blanca policromada, por Roberto de la Selva Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica