106 REPERTORIO AMERICANO monspaz, seguridad y sistema político de los Estados Unidos. El estadista colombiano pensaba, por el contrario, que aun sin estar de por medio aquellos intereses propios de los Estados Unidos, la alianza por él soñada debía proteger y asegurar contra la colonización extranjera la vida y soberanía de las jóvenes democracias. Eran dos mentalidades que muy pronto tenían que verse en conflicto una con otra, y que más tarde se mostraron en abierta pugna en el congreso de Fanamá.
Los estadistas latinoamericanos levantaban, como dice Nerval, castillos en el aire cuando pensaban que la doctrina Monroe era una política altruísta y desinteresada. Así, cuando, unos en pos de otros, los gabinetes de estos países, poco después de la declaración de Monroe, trataron de darle vida jurídica, por medio de pactos bilaterales, preguntando al gobierno de los Estados Unidos, como lo hizo el señor José María Salazar a nombre de Colombia, si los Estados Unidos entrarían en alianza con ellos para salvar a América de las calamidades de un régimen despótico. el desengaño fué absoluto. Ni Colombia, ni el Brasil, ni la Argentina, ni Méjico, pudieron obtener respuesta distinta de la que dió a la cancillería de este último país el secretrio de Estado Henry Clay: Los Estados Unidos no han contraído ningún comprontiso ni dado ninguna prenda a los gobiernos de Méjico y Suramérica, ni a ninguno de ellos, en el sentido de que los Esta dos Unidos no permitirán la intromisión de ninguna potencia extranjera en la independencia o forma de gobierno de aquellas naciones, ni han dado instrucción alguna que autorice tal compromiso o garantía. Puede darse algo más claro y definitivo para formarse una idea exacta del profundo sentido de la flamante Doctrina. Puede derribarse en forma más ruda el castillo que levantaron nuestros libertadores al considerar a Monroe como el hombre providencial, como el apóstol de una idea generosa.
venido a la tierra para consolidar la magna obra de independencia y libertad de un continente?
Los Estados Unidos no querían contraer ningún compromiso que los imposibilitara para interpretar y aplicar según sus conveniencias aquella Doctrina unilateral, concebida en términos tan amplios que podía prestarse para todo.
El autor trae una nutrida documentación påra demostrar que, con apoyo en la Doctrina Monroe, los Estados Unidos han implantado en el continente la política de expansión territorial de Jackson y Polk; la política de hegemonía de Grant, Cleveland Mc Kinley; la política del garrote de Teodoro Roosevelt; la política del dólar de Taft; el paternalismo de Wilson; la intervención armada en Texas; el fomento descarado de la separación de Panamá; la política del hermano mayor y la política del buen vecino. Apoyado en esa Doctrina, dijo Roosevelt al mundo, sin levantar escándalo ni protestas en la opinión pública de su país; yo tomé una a Panamá. y con el mismo fundamento los Estados Unidos extendieron su control y soberanía a territorios de los países hispanos con el pretexto de evitar que lo hicieran las potencias europeas.
Es de un interés vivísimo el estudio que hace Nerval sobre el peligro que para la independencia de los países latinoamericanos envolvía lo que él llama el fantasma de la Santa Alianza. formada por Austria, Prusia y Rusia. Sin desconocer las perversas intenciones y torcidos propósitos que contra esa independencia abrigaba aqueiia truosa asociación de déspotas calcada sobre el pensamiento de Meternich, déspota de nacimiento para conculcar todos los fueros de la conciencia y de la Libertad humanas, el autor deja aquel peligro reducido a proporciones casi insignifcantes. De qué manera. Demostrando, con una apretada y numerosa documentación, que la Gran Bretaña, entonces la primera potencia navai del mundo, se oponía abierta y decididaniente a todo conato de expansión europea en el continente americano, y al frente de esa campaña estaba George Canning, ministro de relaciones exteriores de Inglaterra, y uno de los más gobiernan las relaciones de pueblos y grandes estadistas del siglo pasado.
El autor hace una interesante, minuciosa y documentada relación de los tenaces inteligentes esfuerzos de Canning en 1823, poco antes de la Declaración de Monroe, para convencer al gobierno de los Estados Unidos de la conveniencia y necesidad que 1:abía de que se unieran las dos grandes potencias, en una declaración conjunta y solemne, para hacerle saber al mundo que la reconquista de las colonias españolas del continente americano o de una parte de ellas, era empresa ilusoria y que si las potencias europeas acariciaban proyectos de sujeción de aquellos países a la corona española, o premeditaban la adquisición de cualquier parte de ellas por cesión o por conquista, Inglaterra y los Estados Unidos no podían mirar tales proyectos con indiferencia.
Canning, con justa razón, consideraba aquella declaración conjunta y solemne, hecha ante el mundo por las dos naciones más poderosas de la tierra, como el medio más eficaz y a la vez menos ofensivo. para dar en tierra, una vez por todas, con los descabellados propósitos de la Santa Alianza, pues para los países que la componían era de todo punto imposible aventurarse en una guerra en que habían de tener por adversarios a Inglaterra y Estados Unidos Los esfuerzos de Canning fracasaron completamente por la renuncia sistemática de los estadistas norteamericanos.
Ellos no querían ligarse con ningún género de compromiso en asunto de tanta monta En concepto de Adams, lo que Canning buscaba era una garantía por parte de los Estados Unidos de que este país no llevaría a cabo en su propio beneficio ninguna adquisición territorial en la América española, y esa garantía, en concepto de Adams, era a todas luces inconveniente. Entonces Canning, abandonando de un momento a otro su empeño con el gobierno de los Estados Unidos, se volvió del lado do Francia, y en el célebre memorándum Canning Polignac, obtuvo de éste la declaración solemne y terminante de que en concepto del gobierno francés era empresa ilusoria volver la América española a su antigua dependencia de la Madre Pairia, que dicho gobierno renunciaba a toda pretensión de adquirir en la América española posesiones de cualquier clase, y que no patrocinaría ninguno de los propósitos de la Santa Alianza en relación con tales posesiones.
Con este acuerdo, según Nerval, quedó desvanecido el fantasma forjado, por los monroístas sobre el peligro de la Santa Alianza para la independencia de las colonias cspañolas. Sin la Gran Bretaña dice. la amenaza de la Santa Alianza era sólo un mito; pero suponiendo por un momento que así no fuera, Francia, que había invadido a España para la restauración de la monrquía legítima, era la única potencia europea que podía ejercer presión sobre la SanGRANJA SAN ISIDRO Max JIMÉNEZ CORONADO COSTA RICA Hato inmune a la fiebre de Garrapatas.
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