380 REPERTORIO AMERICANO producciones más naturales, que lo que podia esperar un amigo, ete.
En el Elogio fúnebre del Goicoechea. Honduras Literaria. por Ró.
mulo Durón, I, 19) se lee: aposentos abrigados caxones de la enferme.
dad. En la montaña de Pacúra me hicieron un rancho tan abrigado con ojas, y paste (1) que estaba libre de todos los elementos: cosa muy aseada. poco de haberme le vantado metieron fuego, y purificaron ni vivienda, manteniéndose ellos bajo de sus mantas, que son de algodón, y cáscaras de palo. Nunca padecen de las mueias, ni tampoco de flexiones. Preguntará de qué mueren? y respondo, que de fiebres violentas. Se entran en los rios (que hay muchos) sudando a chorros, se resfrian, leg entra calentura, y como no hay resguardo, ni sangría ni quina, se muere de esto la mayor parte. No conocen tercianas, ni quartanas, y huyen Cielo y tierra de los lugares cenagosos, por la experiencia, que tienen de estos parages, a gue atribuyen la causa de aquellas dolencias. Nunca han padecido vi.
ruelas, ni sarampión: y no permiten salir de la montaña individuo, quando saben que hay viruelas, alguna epidemia. Entre 130, que trato, no hay un enfermo, ni in pedido, excepción de uno llamado Juan, que tiene una hernia monstruosa: se ha llenado tanto la parte inferior, que carga un volumen como de media arroba de arroz metida en un saco de bramante. Es muy propio el simil. En donde termina es.
ta mple, que dista una tercia del vértice del ángulo, que forman las dos piernas, aparece el extremo del conducto de la orina. Es ciego de nacimiento: tendrá como 48 años: lo bautizá Fr. Francisco Segura: le enseñó la doctrina christiana, y sabe el idioma castellano, y el de los indios. Me ha servido de intérprete, y es todo mi querer. El en mucha purte es causa de que no encuentro un solo idólatra entre ellos: de que conozcan a Dios con el nombre de Apatista, que quiere decir Señor bueno, y de que llamen al demonio amazaira, que significa espíritu malhechor De aquí es, que aunque sean todos gentiles, tienen nombres de Santos, Cargo mi ciego de una parte a otra, como una imagen milagrosa. Los indios se gobiernan por su boca, y dictamen: y quando entra en la montaña, quiso Dios que el ciego tubiere noticia ventajosa de mi persona, y les digese me debían amar, y ser.
vir, añadiéndoles, que yo era embiado de patista para recogerlos, y hacerles todo bien. Vea quanto me ha servido este único enfermo de mi grei. Los demos son bien hechos, limpios y robustos. Ya les comencé a decir las precauciones que les importaba observar, para libertarse de las fiebres violentas, que los consumen, y diariamente enseñaré algunas cosas que no alcanzen. En lo general no son tan perversos como la gente común de ese pueblo. Ofrecen con franqueza lo que tienen: no se burlan de persona alguna: no beven sino por sus fies.
tas, y esto sin permitirlo los muchachos: son muy lascivos; pero cuidan sus doncellas con la mayor vigilancia; castigan hasta la crueldad un estupro, como también las adulteras: discurro que las dan pena de muerte. Ignoro esto, y otros secretos, que me guardan hasta haberme iniciado en los misterios Eleusinos. He jencontrado tres bigamos. Uno de ellos me causó lástima.
Estando presentes sus dos muchachas, le decía yo con mi Juan, que aquello era malo, que debía soltar la una, y quedarse con la otra, con quien lo casaría después de ha berlos instruido, y bautizado. Se quedó suspenso, mirando con ternura sus queridas, sol.
tó las lágrimas, y respondió que trataria otra vez este punto. Lloraron también las dos indiecitas, y yo para echarlo a perder todo, estube punto de acompañarlos. Dejé este asunto para otra ve y no sé conto saldré del apuro; pero yo tan poco sabía la salida de otras cosas, y ya estoy del otro lado: corre a cuenta de la Divina Providencia. Al principio escondían de mi sus flechas; mas habiéndolo observado, les dixe que no las ocultaran, que sabía su destino para matar javalies, y paxaros, y que no temía las quisiesen emplear en un viejo ocupado en hacerles bien. Con esto se serenaron, y me dieron un buen rato con dispararlas, y hacerlas caer en el lugar, que destinan para blanco. Tienen en la punta una lanza acerada, y bien afilada de dedos; no sé quien los provee de estas puntas. Las fanzilias de una montaña tienen sus zelos nacionales con la otra, y no quieren unirse en un solo pue.
ble, y así he dividido en dos reducciones distintas los de Pacúra, y los de Aguaquiri, por las razones, que expongo al Gobierno. En todo este dilatado Valle no hay otro pueblo que este de Gualaco: es ayuda de Parroquia Silca, que es la cabezera. Ahora por fortuna hay aquí un Coadjutor; pero no hay memoria de otro: en ciento y tantos años que ha que se fundó, no se verificó que alguno muriese con los Sacramentos, hasta la venida del actual Sacerdote, a quie: todos juzgan como un desterrado. Es de advertir que de aquí al último hato hay 15 leguas, y es el último lugar christiano, porque de alli adelante sólo están mis indios, en cuya reducción trabajo. No hay por con siguiente paraje más necesitado de operarios evangélicos, que harán infinito bien con tal que vengan radicalmente curados de espanto, que coman lo que les pusieren, co mo mandó Christo los suyos, y que duro blando así lo traguen, despidiéndose del pan de harina, del buen chocolate, y de todos los melindres, que en mala hora nos acostumbraron. Contaré V. un paso, que por allá no hará la más pequeña impresión; pero en mi alma, que es tan sensible, la ha hecho de marca mayor. Llegaron a este dos genti.
les de Aguaquiri, me traxeron dos arrobas de maiz, diciéndome que era para que no pasase hambres, y que dentro de 15 dias me embiarían otro tanto, por la obligación que tenían de mantenerme. No sé llorar, ni quejarme jamás: un ai no le he dicho aún desconcertado; pero esta vez se fueron sin libertad mis lágrimas, a significar los sentimientos de una alegría, que pertenece otra case de as comunes: son lágrimas, que hacen reir al entendimiento. Estoy sin amanuense, no puedo hacer bo.
rradores, ni lo acostumbro, y asi van mis Semejante a los sacerdotes de los celtas y de los scitas que buscaban la filosofía en los bosques y montañas, superior ellos en conocimientos y con miras más grandes, hizo viaje a nuestros montes de Agalta. Los eruditos de estrado: esos hombres que agonizan el día que no pueden visitar todos los cuarteles de una ciudad, habrían puerto seguramente en las soledades de Agalta. El Goicoechea, solo con su pensamiento y los indios, pasaba días más deliciosos que en el ruido de esta capital. Conservo como un tesoro las cartas que escribía desde esas montañas célebres entonces por su residencia (1) En ellas decía: que nunca había repasado en su corazón, con más placer, la hermosa estrofa de Horacio, Beatus ille qui procul negotiis: que la soledad le comunicaba a manos llenas el contento: que su vida era alegre, porque entre cien aspectos de las cosas, las miraba por el único que podía ser útil: que ejercitado en trasegar corazones, se valía de la llave maestra de ciertas notas. que rara vez le engañaban: que los vestidos de la naturaleza son senci.
los: que se deleitaba en contemplarla acechando los momentos en que descubre algunas de sus travesuras, neditando los apotegmas de Erasmo y las aventuras del amor propio, y observando a los indios, vistos por muchos, conocidos de pocos y demostrados por Paw, aquel extranjero atrevido que sin conocer la América arrojó aserciones desmentidas por la experiencia. agrega. En Agalta fundo dos pequeñas poblaciones; interesó en su beneficio la atención del Gobierno; y dando a los indios lecciones de religión, de física rural y de sociedad, recordaba la pintura de aquellos Dioses que bajaron del cielo para enseñar los salvajes de Grecia la justicia, el manejo del arado y el uso del trigo.
Joya bibliográfica Tengo en mi biblioteca un libro de 240 páginas en 16 que se titula: Tvllii Ciceronis de Officiis Libri Tres Item Cato Maior vel de Senectute Laelivs vel de Amicitia Paradoxa Stoicorum fex Somnivm Scipionis. Venetiis 1720.
Apud Nicolaum Pezzaria.
El librito lleva autógrafa la siguien te dedicatoria: El Fr. Goicoe chea de conoce todo el mérito de esta obra la regalo J. Valle qe, sabe calcular su precio.
Lo adquirí en la ciudad de Yoro, Honduras, y era propiedad de mi abuelo don Olegario Varela. Acaso Goicoechea puso la dedicatoria y no lo envió a Valle, que pudo ser su discípulo el del elogio? La proximidad de las montañas de Agalta aviva mi sospecha.
México, 31 mayo 1936. 1) Es claro que la carta que publicó El Diario de México era dirigida a Valle. 1) Heno. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica