Víctor Raúl Haya de la Torre

REPERTORIO AMERICANO 213 Recuerda sus días de prisión Haya de la Torre De Claridad. Buenos Aires. Noviembre de 1924.
Sólo en momentos de charla confidencial se ha referido, antes de ahora, Haya de la Torre a sus meses del Panóptico. Sometido a la tortura física y moral de quince meses y cuatro días de encierro en una celda oscura y sin servicios higiénicos, recuerda aquellos días de dura prueba libre de todo rencor. Nunca perdió su fe en la gran causa que representaba y sabiendo que sufría tanto más que cualquier aprista estaba tranquilo de ser el primero en el honor del sacrificio por el Partido del Pueblo. Haya de la Torre, al salir de la prisión, no tuvo sino palabras generosas. Pidió a los Tribunales que levantaran el juicio a su torturador Carrasco, y jamás profirió una palabra de odio para ninguno de los hombres que se habíarı ensañado con él. Nuestra causa es más grande que todas esas miserias. Aquellos hombres son víctimas de su anormalidad o de su educación inferior que no pudo dominar las pasiones primitivas ha dicho frecuentemente el jefe del aprismo. Nosotros debemos convertir nuestros dolores en una gran energía renovadora y ejemplarizante.
Al cumplirse el primer año de libertad, el único año completo que ha vivido Haya de la Torre en el Perú, sin estar entre rejas, desde 1922, ha accedido a conversar con nosotros sobre aquellos meses trágicos que le hizo pasar el Civilismo, sometiéndolo a la pena de una lenta agonía. El Perú entero sabe que Haya de la Torre ha sobrevivido por su gran fuerza física espiritual Según él, la fe en el aprismlo y la fe en su destino de soldado de la Justicia Social lo arrancó muchas veces de la muerte.
AQUELLA NOCHE Alquella noche en que con gran aparato de fuerza fuí trasladado de la prefectura, donde se me había tenido veinte horas sentado en el salón rojo de la Prefectura comprendí, cuando se cerraron las dos rejas que daban entrada a mi celda, que comenzaba para mí un nuevo período de mi vida, nos dice el Jefe. Realista como soy no me hice muchas ilusiones sobre el término más o menos pronto de mi prisión. Nunca creí, sin embargo, que se usaran contra mí tan.
tas medidas odiosas de tortura moral.
Por más de dos meses no vi nurca la luz del día. Un fuerte foco de luz, permanentemente encendido sobre mis ojos, me hizo perder la noción del tiempo.
Dormía indistintamente de día o de noche. Para mí siempre era noche. Ignorante de todo lo que pasaba, recibí al día siguiente del fusilaruiento de los ocho marineros la visita de un funcionario del gobierno de entonces. Me dijo que la escuadra se habia sublevado. Me refirió el destino trágico de esos valientes muchachos y me afirmó que aquella sangre serviría de escarmiento y que el gobierno se consolidaris definitivamente. Además, me entregó un ejemplar de un diario, que le devoiví sin abrir, conteniendo el relato de todo lo ocurrido.
Para mí, que nada sabía, aquella versión me hizo comprender el esfuerzo heroico de los jóvenes insurrectos. Sólo pude responder a aquel funcionario que se equivocaba, que la sangre llamaría a la sangre y que, seguramente, miles de víctimas serían necesarias para que el gobierno se mantuviera por algún tiempo. Recuerdo bien. nos dice después de una pausa, Haya de la Torreque pensé entonces en que ro me había equivocado al afirmar el de dicieinbre en mi discurso de Trujillo que una etapa sangrienta se iniciaba en el nuevo régimen en el Perú.
EL BUEN DIRECTOR Dor Arturo Valdez Muente fué un director generoso. Por serlo, durante la época en que la prisión estuvo bajo su mando, yo nunca intenté siquiera comunicarme con el exterior. Se lo había ofrecido espontáneamente y cumplí. Sin enbargo, Valdez Muente fué acusado de debilidad. No era lo suficientemente cruel conmigo. Su debilidad consistió en reclamar que se me permitiera tornar un baño, después de mes y medio de encierro, y que se dejara entrar la luz del día a mi celda que carecía de ventilación suficiente. Valdez fué destituido y comenzó la época del señor Carrasco. Entonces, con la presencia de mi amigo el señor Rodríguez Larraín en la dirección de prisiones, se hizo posible, que casi a los tres meses se abrieran las ventanas tapiadas y viera la luz del dia aunque no recibiera el sol. No puedo olvidar aquella tarde. Desde entonces volví a diferenciar el día de la noche, el tiempo me pareció menos largo y tuve la sensación de ser menos prisionero.
EL BUEN REO Durante los quince meses de prisión, un condenado a 16 años me sirvió de asistente. Bajo el estricto control de mis vigilantes, que tenían que estar frente a mí mientras tomaba alimentos, me bañaba o me visitaba el médico, ese preso, Adolfo Riojas, hoy indultado, fué el silencioso compañero fraternal a mi servicio. Por acto espontáneo nunca dejó que probara alimento sin antes probarlos él. Yo no podía impedirlo aunque veía diariamente su proceder. Sólo diez meses después, cuando pude hablarle brevemente sin testigos, le pedí que no lo hiciera, y recuerdo su respuesta: Si yo muero, no importa, si usted miere hace falta al Pueblo. En este noble mozo de nuestias searanías norteñas añade Haya de la To.
rre. encontré al hombre generoso que a pesar de las amenazas y de la severidad de las órdenes que se dictaban a diario para cercarme, me alentó en todo momento. Resistió al soborno y al castigo. Siempre fué alegre y fuerte. En las horas más terribles, después de la revolución de Trujillo, y después del 30 de abril, cuando las medidas de rigor se extremaron contra mí, Riojas fué el vigilante heroico de mi seguridad y en mucho, el defensor de mi vida.
LEYO MUCHO, PERO NO PUDO ESCRIBIR Haya de la Torre va contestando a nuestras preguntas calmadamente. Pasa casi sin responder muchas de ellas.
Al jefe no le interesan los detalles. Habla de aquello que considera más general e importante. Continúa. El señor Valdez Muente me permitió muchos libros, en inglés, alemán y francés.
Durante mi encierro, antes de la prisión, había devorado algunas decenas de libros interesantes y como encontré una colección completa de textos de instrucción media, revisé todos los cursos, volví a resolver problemas de aritmética, álgebra, geometría y trigonometría, y comencé a leer libros de Derecho. Ya en el Panóptico, inicié un verdadero estudio de economíasocio logía, filosofía del derecho y literatura.
Dediqué tres meses a la Biología y Psicoanálisis. Muchos de mis libros de Oxford, Londres y Berlín, volvieron a sex estudiados. Distribuía mi tiempo como si estuviera en mi cuarto de estudiante. en la noche, volvía al teatro Como cuando salía de la Universidad de Londres para ir al Olc Vic: leía a Shakespeare, del que soy gran devoto. También Goethe, Calderón, Lope de Vega y Bernard Shaw y otros autores teatrales modernos ocupaban mis veladas.
Prensa nacional o en castellano no leía, porque la censura era estricta. Pero diarios y revistas de Londres, Berlín y Nueva York pasaban, después de una severa revisión, pero pasaban en abundancia. En esto, debo decirlo, algunos hombres buenos que mejor es no mencionar por ahora empleados del Panóptico, me ayudaron, con el compromiso de que sólo se trataba de lectura.
y Cansancio mental Neurastenia Surmenage Fatiga general son las dolencias que se curan rápidamente con KINOCOLA el medicamento del cual dice el distinguido Doctor Peña Murrieta, que presta grandes servicios a tratamientos dirigidos severa y científicamente Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica